Marcelo Zentil - mzentil@losandes.com.ar
Francisco Pérez tuvo el viernes, durante el discurso ante la Asamblea Legislativa, sus últimas tres horas de protagonismo político. De ahora en más, por su decisión de adelantar las elecciones cuatro meses, sólo importará la Mendoza que viene. La del presente es apenas una caricatura de la que deseamos, y las soluciones que no se dieron en tres años y medio, difícilmente aparezcan mágicamente antes del 9 de diciembre.
Pérez decidió “morir en la suya”, por eso en su discurso no hubo autocrítica. Nunca antes había mostrado esa virtud, cada vez más escasa en los gobernantes, y la despedida no tenía por qué ser la excepción. Como siempre, prefirió detenerse en la “cosa chiquita” (usando una expresión suya del viernes) y en la acumulación de números, muchos incomprobables e improbables como los 9 millones de turistas que, aseguró, vinieron en tres años.
A partir de ahora, hasta el 21 de junio, serán Alfredo Cornejo y Adolfo Bermejo los protagonistas excluyentes de la política mendocina. Son ellos los que deberán despertar la esperanza dormida para imponerse en una elección que no tendrá la influencia determinante, para bien o para mal, de los candidatos presidenciales.
El juego de las semejanzas
Este mano a mano tiene como contendientes a dos tipos con personalidades y concepciones políticas muy distintas, pero también con algunas similitudes, más profundas de lo que puede parecer.
La primera es el origen. Ni Cornejo ni Bermejo dan con el perfil de pero-radi-ganso que estudió en el Liceo Militar o Maristas y gobernó Mendoza la mayoría de los años desde el regreso de la democracia. Ambos provienen de familias trabajadoras, lejanas a las clases acomodadas.
El intendente de Godoy Cruz se crió en un ambiente pueblerino. Su madre y su padre, que fue comerciante, pequeño productor agropecuario y hasta empleado judicial, viven en Eugenio Bustos, como siempre.
El senador nacional es de Gutiérrez, un distrito con espíritu de barrio en el que todos se conocían hace 40 años. Su padre era delegado sindical de una sidrera y luego compró una fábrica de soda, donde trabajaron sus hijos antes de dedicarse a la política.
La segunda semejanza es la militancia. Cornejo y Bermejo se definieron políticamente desde muy jóvenes y siempre militaron. No son advenedizos o improvisados a los que se les despertó el “bichito” ya cuarentones.
Cornejo es radical hasta los huesos, incluso por su personalidad, un poco soberbio, un poco distante. Pero también es el más peronista de los radicales, por su forma de entender y construir el poder, muy distinta a la de la mayoría de sus correligionarios (que a veces parecen conformarse con ser sólo opositores). Eso explica sus alianzas, contradictorias, primero con el kirchnerismo y ahora con el macrismo. El objetivo es el mismo: llegar.
A Bermejo se lo intuye peronista desde lejos y con un modo aparentemente soft (“demasiado quedado”, como lo definen incluso sus ‘compañeros’) también persigue el poder a como dé lugar. Su permanencia como intendente de Maipú durante 12 años y la “dinastía” que alumbró al traspasar el mando a su hermano, Alejandro, lo demuestran.
El radical tiene 53 años y el peronista, 54, y cualquiera sea el que gane, va a ser el gobernador más “viejo” desde Felipe Llaver.
Con más de 30 años de militancia y después de ambos ser intendentes, pasar por el Congreso y también declinar la postulación a gobernador en 2011, llegaron a esta candidatura, aunque de forma muy diferente.
El candidato que se hizo a sí mismo
"Yo llegué hasta acá a mi modo y si pierdo, pierdo yo". La frase pertenece a Alfredo Cornejo y fue la respuesta a los planteos de sus aliados políticos, que le pedían calma y menos virulencia en su discurso contra Pérez y su gobierno, temerosos de una derrota.
Cornejo cree que si los mendocinos lo votaron es porque enfrentó las dos últimas “malas” gestiones del peronismo, porque las dejó en evidencia y no va a cambiar su discurso ni su postura. Sí admite que a lo mejor el “tono” deba ser otro. Y ese cambio se corporizó en su conferencia de prensa tras el discurso de Pérez del viernes: el mismo contenido, pero otra forma.
El radical sabe que en lo que queda hasta las elecciones, el peronismo va a salir a provocarlo. No a través de Bermejo, que no siente ese juego. Pero sí hay muchos a su lado dispuestos a dar la lucha en el barro. Patricia Fadel, Jorge Tanús, Rubén Miranda, el propio Gobernador y hasta el más novato candidato a vice, Diego Martínez Palau, se han develado ya como la “infantería”.
Pero en el frente opositor, nadie parece sentir ese juego. No hay dirigentes de peso dispuestos a embarrarse. La candidata a vice, Laura Montero, es la más jugada. Pero poco y nada puede esperarse del resto, intendentes o legisladores, más pendientes de mantener la “convivencia”. Por eso el candidato siente que él deba dar la pelea, aunque se arriesgue.
Cornejo durante mucho tiempo hizo el trabajo sucio para otros. Él era “el operador”. Por eso recién a los 40 asumió su primer cargo electivo (senador provincial). En todo este tiempo, tuvo dos jefes políticos, César Biffi y Julio Cobos, y de los dos está alejado porque, cuando decidió trabajar sólo para sí mismo, chocaron sus intereses.
Si hoy es candidato a gobernador fue porque hace cinco años empezó a tejer el plan que se cristalizó en enero, cuando el adelantamiento electoral de Pérez acorraló a sus rivales internos y al resto de las fuerzas opositoras que terminaron apoyándolo.
Él es el artífice de su propio destino y por eso se hace cargo de la derrota pero, por sobre todo, quiere ser el dueño de la victoria, si finalmente se da.
Sabe que no debe perder ni un voto del 45% que obtuvo y confía en sumar algunos de los candidatos que quedaron en el camino. Por eso insistirá con “el cambio” como eje de campaña.
El análisis tiene algo de cierto: los suyos son claramente votos anti K y, obligado por las circunstancias, Bermejo va a terminar más ligado al kirchnerismo de acá a junio.
De ganar, será el primer licenciado en Administración Pública y Ciencia Política en llegar a la gobernación. Mientras, piensa en sus prioridades de gestión: ordenar el Estado administrativamente, mejorar los servicios y, sobre todo, apuntar a la inseguridad, un tema al que asegura no temerle como eje de campaña, pese a haber sido ministro dos veces.
El candidato de la estructura
"La gente ya sabe dónde estamos parados, nos tiene identificados", tranquilizó Adolfo Bermejo a uno de sus colaboradores cuando le planteó cierto temor por la "kirchnerización" de la campaña. El senador es un peronista clásico, verticalista y orgánico, que apoyó todas las leyes de la Casa Rosada, salvo aquella que fue contra sus convicciones religiosas, la del matrimonio igualitario.
El candidato, que siempre delegó en su hermano Alejandro la “rosca”, está más acostumbrado que su rival a ser la cara de una campaña. Ya a los 23 años tuvo su primer cargo electivo (concejal) y desde entonces siempre se mantuvo en la función pública, con un único jefe político al que aún le reporta: el líder de los azules, Juan Carlos Mazzón.
Su postulación es el producto de un acuerdo de las dos líneas internas más fuertes del PJ mendocino, donde fue determinante el “dedo” de Mazzón para consagrarlo. Aunque, es cierto, ya en 2011 parecía el “candidato natural”.
De ganar, será el primer gobernador desde 1983 en no tener un título universitario: tiene un terciario en Marketing que culminó hace unos años, ya siendo senador.
Su debilidad es que obtuvo sólo el 25% de los votos en las PASO y por eso necesita retener detrás suyo todos los votos que obtuvo el FpV (40%) para ser competitivo. Pero también debe asegurarse de la Nación toda la ayuda que necesite el gobierno de Pérez para llegar a las elecciones, primero, y al final del mandato, después, sin grandes sofocones.
Es esta intención, sobre todo, la que explica el acercamiento a la Casa Rosada. “Hay que sostener a Paco”, parece ser la consigna, temerosos en el oficialismo de otro fin de mes sin sueldos depositados o una profundización de la crisis vitivinícola.
Pensando en esta situación que recibirá es que Bermejo se plantea como una de sus prioridades también ordenar la administración y repensar el Estado.
Mientras, espera que la pelea intestina entre Luis Lobos y Alejandro Abraham por la candidatura en Guaymallén haga el menor daño posible, aunque será difícil que el perdedor termine acompañando a pleno al ganador, que a esta altura parece ser Lobos.
Guaymallén, Las Heras, Luján, Tupungato y Alvear son los departamentos en los que corre riesgo el predominio peronista y ésta sí es una muy mala noticia.
Por eso, por estos días, están repensando la estrategia de campaña y comunicacional. Bermejo se ilusiona con que vayan a votar los miles que no fueron en las primarias y trabajan sobre los padrones para identificarlos. Parece que son muchos los mayores de 70.
Todo sirve en la lucha por el poder.