El fenómeno inflacionario de altas cifras, ha sido sufrido por varias naciones en momentos particulares de su existencia: guerras, postguerras, catástrofes, fueron el caldo de cultivo frente al cual los administradores de turno echaron mano para atender más necesidades que las posibilidades financieras de que disponían, y recurrieron a la emisión monetaria sin respaldo en la producción de nuevos bienes y servicios.
En nuestro país este flagelo nos ha acompañado por décadas y el origen no es tan contundente ni justificado. Simplemente gobernantes limitados e ignorantes de turno han recurrido a la emisión para apuntalar maltrechas gestiones.
Se fueron derribando barreras hasta que en el gobierno anterior en forma sistemática se "rebajaron" los índices de medición de la inflación y se atacó a los empresarios como responsables de los aumentos. Eran como cantos de tero escondiendo su nido que no era otro que el impuesto inflacionario.
Algunas razones subyacentes: a) de esa forma se abonaba menos por los bonos del Estado cuyo valor fluctuaba en función a esos índices, estafando a los tenedores; b) los intereses de las colocaciones financieras parecían más atractivos para los ahorristas estafándolos; c) figuraban como "ancla" de las paritarias, aunque esto no fuera siempre respetado, estafando los trabajadores.
Todos estos aspectos procuraban que la masa de damnificados por la inflación fuera más amplia, más repartida, en fin más eficiente. Quienes están en condiciones de no pagar ese impuesto: las grandes empresas formadoras de precios y en menor medida todas las empresas, los prestadores de servicios que pueden anticiparse, fijar precios, quienes actúan en el mercado bancario, financiero y de cambios.
¿Quiénes eran en segundo término los que podían escapar en parte a los efectos de la licuación del dinero?: los asalariados de alto nivel, al darle salida al efectivo apurando las compras tanto de bienes no durables como durables a plazo.
En tercer término y de lleno impactados por este impuesto: los asalariados de bajo nivel, los empleados en negro, los cuentapropistas, jubilados de mínima, desocupados.
Como dos caras de la misma moneda por un lado quienes no podían evitar los efectos de este impuesto y por el otro la administración que engrosaba el poder de pago. Quien se dormía con la plata en el colchón tributaba de lo lindo. Hasta los subsidiados cuando compraban lo hacían con plata desvalorizada respecto a los bienes.
El beneficio para la administración fabricante del dinero orillaba el porcentaje marcado por el índice de inflación (digamos 3% mensual por ejemplo) sobre la base monetaria, Una cifra sideral, que se va agotando a medida que los actores económicos reaccionan y recuperan terreno, y así mes a mes en una lucha desigual por cada parte de la torta.
¿Qué costos tiene la administración en esta maniobra?: en general desorden y por ende incremento de los requerimientos financieros de quienes compran bonos o le prestan dinero al Estado, que es el gran requirente de fondos. Van madurando pedidos de aumento de sueldos, subsidios, tarifas, que periódicamente deben atenderse disminuyendo la ganancia estatal. Mientras tanto lo más posible de "muñeca" y "relato". Es más redituable relatar bien que gestionar.
De más está decir que los que permiten que el negocio del emisor sea mayor son los últimos, los más pobres, quienes no pueden especular. Un crimen. Y como una isla distintiva en el mundo nuestro país recurrentemente y en una medida históricamente muy alta lo ha seguido perpetrando.
¿Qué se produce cuando una administración como la de Macri intenta reducir la inflación?: se achica este impuesto y por ende aquel ingreso sideral. ¿Cómo se cubre?: con gestión, como en la enorme mayoría de los países del mundo y sin recurrir a la inflación. ¿Será capaz de perseverar hasta lograrlo sin abusar del endeudamiento?: Sin personalismos en absoluto, espero que sí.
Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Los Andes.