Por Fabián Galdi - Editor Más Deportes digital - fgaldi@losandes.com.ar
Por cierto combinando un tono entre desmesurado y sobreactuado, el mensaje de la bandera colgada en el palco de los Maradona reducía la causa del retorno de #Carlos Tevez a #Boca Juniors a una simple ecuación que tenía su origen en los billetes. Mientras La Bombonera mezclaba tensión y ansiedad en partes iguales, quedaba claro que el pasado juego ante Quilmes era apenas una circunstancia secundaria respecto del centro de la escena. Carlitos ya había rechazado dialogar tras el interés de PSG y Atlético de Madrid por contratarlo. La Juventus también había reconocido que el momento del despegue estaba consumado. La plata había alcanzado gravitación mediana y no absoluta para la negociación. Aquello que hoy se define como ingeniería financiera pasó a segundo plano a la hora de evaluar cuál fue la causa real del regreso de un futbolista emblemático a su cuna de origen. Ni más ni menos, la decisión tuvo menos en cuenta el dinero que la consumación de un deseo: volver por la gloria para ganar, definitivamente, un lugar de alto relieve en la historia.
Aunque pareciera seguro el apego a Tevez, con este retorno se completa el podio de las últimas cuatro décadas en las cuales Diego Maradona y Juan Román Riquelme encontraron el ícono que faltaba para cerrar el círculo de aquellos jugadores que no sólo han cosechado títulos sino también asoman como los que más están metidos en el corazón del hincha o, como suelen decir los españoles, quienes están debajo de la piel del fanático.
Hasta fines de los'70, por ejemplo, tiempos en los que los futbolistas argentinos solían desarrollar su carrera en nuestro medio y no en el exterior, la valoración en el sentimiento del aficionado tenía que ver con una frase repetida como latiguillo: "amor por la camiseta". Se ponderaba la trayectoria de tal o cual jugador vistiendo los mismos colores como un valor absoluto. Sin embargo, la visión desde los '80 hasta nuestros días expuso que ya no era necesario haber jugado durante muchas temporadas en el mismo club para convertirse en un ídolo legendario.
En la iconografía xeneize - por ejemplo - Maradona conquistó a los aficionados en apenas una temporada y media (1981 y 1982), hasta su regreso en 1995. A Román le sucedió algo similar: desde 1996 hasta 2002, con un breve retorno en 2007, y luego desde 2008 hasta 2012, para finalmente volver a jugar un año después. Con Carlitos, la línea sigue: desde 2001 hasta 2003 para desembocar en este 2015 tras una carrera que incluyó logros en Brasil, Inglaterra e Italia.
Tevez está claramente identificado - además - por su relación simétrica con Fuerte Apache, la cual incrementó con el tiempo a través de expresiones verbales y simbólicas. Mucho más que Diego con Fiorito e infinitamente más que Román con el barrio San Jorge de Don Torcuato. En los tres casos, reductos del conurbano bonaerense en los cuales el trato con pelota representa más una herramienta de socialización que la práctica de un deporte.
El barrio "Ejército de los Andes", sito en Ciudadela (oeste del GBA) se construyó en los primeros años de la década del'70. En el imaginario de la época, se presuponía que el cambio de hábitat para familias de alta vulnerabilidad social iba a favorecer la adaptabilidad de los nuevos vecinos, con servicios como luz, agua, gas y cloacas, más escuelas y centros de salud dentro del predio. Sin embargo, la visión inicial fue mutando a partir de la cruda realidad: la proliferación de bandas que dirimían las internas del poder noche tras noche, la violencia intrafamiliar, las adicciones y la deserción escolar fueron dejando huellas en la comunidad.
Un caso testigo de la crudeza de la cotidianeidad, apenas uno entre tantos, se dio en la familia Martínez, cuando Fabiana, poco antes de cumplir 16 años, se apartó de su bebé de seis meses, quien quedó al cuidado de sus tíos, verdaderos padres adoptivos. Carlitos, así, creció entre los brazos de Adriana, hermana de su madre biológica, y de Segundo Tevez, de profesión albañil y de quien tomó su apellido. Poco tiempo después, en un descuido, agua hirviendo cayó sobre el cuello y parte del pecho del niño, ya de diez meses. Una marca que, para el hoy estrella futbolística internacional y rico en materia económica, es casi su documento de identidad.
Carlos Alberto Martínez se destacaba en el fútbol infantil de All Boys cuando Boca logró convencer a sus padres adoptivos para que le pusieran el apellido Tevez y así pudiera hacerse el traspaso, apelando al derecho de patria potestad. Ya en las inferiores “xeneizes”, el delantero fue abriéndose espacio gracias a sus cualidades futbolísticas y tuvo como ídolo a quien estaba dando sus primeros pasos en Primera, el por entonces juvenil Riquelme. Una foto de Carlitos, cuando era alcanza pelotas, junto a Román, sigue siendo uno de sus mayores recuerdos.
El ascenso vertiginoso rumbo al plantel profesional de Boca tuvo una relación simétrica con su explosión como futbolista de primer nivel. Su año bisagra fue 2003, cuando llegó a vislumbrarse en él a la mejor aparición del fútbol argentino desde Diego, inclusive por sobre Riquelme, Mascherano, Aimar y Saviola, los mejores exponentes del momento; Messi tenía sólo 16 años. La aparición del empresario iraní Kia Joorabchian determinó que el ya apodado "Apache" estuviera listo para dar el salto hacia las grandes ligas europeas, previo paso por la brasileña. Allí, en el Corinthians, Tevez tuvo una excepcional participación en el "Timao" campeón 2005, al punto de consagrarse definitivamente como ídolo.
Haber contribuido en salvar al West Ham del descenso, brillar en el Manchester United 2007/2008 de Alex Ferguson junto a Cristiano Ronaldo, Ryan Giggs y Paul Scholes, entre otros, y participar de un título con Manchester City previo a su conflicto con el entrenador Roberto Mancini implicaron darle vida a un círculo que cerró su experiencia británica, la cual estuvo signada por problemas de convivencia con las normas y hábitos de vida ingleses.
¿Qué decidió al delantero a sumarse al fútbol italiano? Lo que movilizó a Tevez fue el volver a sentir afecto, previendo que la efusividad itálica lo iba a contener mejor que el disciplinado reconocimiento británico. En la Juventus le dieron el trato que necesitaba y hasta le facilitaron la vuelta a Boca sin presionarlo con chicanas legales.
Queda en el debe su relación con La Doce, vínculo que terminó realzando con lo que en política se conoce como la "dieta del batracio" ('sapos que hay que comer') al regalarle una bandera gigante con la leyenda "la historia continúa". Más allá de ésto, también quedó claro que ante lo evidente tampoco se puede actuar: Rafael Di Zeo y Mauro Martín concurrieron al estadio xeneize porque para ellos ya no rige el derecho de admisión - se les levantó a fines de abril - y como ambos son socios ingresaron a la popular local. Sí puede anotarse como triunfo el hecho de que el hincha cantó por Tevez y no por sus atribulados jefes de tribuna.
Al fin y al cabo, el “Apache” se siente cómodo con sus símbolos: el orgullo, sus convicciones, la honestidad brutal y la inconmovible lealtad a su vocación de políticamente incorrecto.