El quilmeño Sergio Martínez tuvo en el esplendoroso Madison Square Garden de New York una enorme lección de cómo no hay que hacer las cosas. Ante el bueno de Miguel Ángel Cotto, a Maravilla le faltó de todo. Piernas, estado físico, reacción, concentración. Pero hubo algo importante que no tuvo desde que se firmó el contrato para combatir con el puertorriqueño: humildad.
“Lo voy a noquear, no pasa del noveno round”, se aventuró Martínez con tono fanfarrón en varias oportunidades. No se cansó de desacreditar a su oponente y, evidentemente, se ocupó más del show televisivo que del combate en sí. Frente a Julio César Chávez Jr. le dio resultado, ante Martin Murray también. Pero se topó con un implacable Cotto que le dio un contundente y doloroso baño de realidad.
Una lástima que nuestro campeón haya caído de esa forma. Lo castigaron profundo desde el primer minuto, visitó la lona cinco veces y terminó tirando la toalla. Nunca encontró su lugar en la reyerta y fue ampliamente superado por alguien que terminó arrebatándole con autoridad la corona de los Medianos del Consejo Mundial.
Mal que nos pese, tenemos que reconocer que Maravilla sucumbió allá por el mes de marzo cuando la exhibición de los excesos verbales se apoderó de la previa deportiva. Careció de recato, perfil bajo, sencillez y sensatez. Y terminará pagándolo carísimo. Tal vez la moneda sea el final anticipado de su carrera en el ring.
Tracemos un paralelismo. La Selección argentina de fútbol, que con Lionel Messi a la cabeza buscará la Copa del Mundo en Brasil, se iba a encontrar en Belo Horizonte con un gigante cartel institucional de bienvenida que rezaba “Bienvenidos Futuros Campeones”. La idea de Juan Carlos Crespi, dirigente de Boca Juniors con ascendencia en la AFA, fue, al menos, osada e imprudente. Resulta que alguien atinó y el plantel sólo leerá "Bienvenidos". Ahora bien, ¿hacía falta montar una leyenda de esas características?. Tan argentinos...
Todos queríamos que ganara Maravilla, aunque fuimos testigos de que algo no se hizo bien. Todos queremos ganar el Mundial. Y goleando a Brasil en la final si es posible. Hay jugadores de primerísimo nivel que perfectamente pueden lograrlo. Pero un buen ejercicio sería traer a la conciencia la historia reciente (no pisamos semifinales desde 1990), ocuparnos de lo verdaderamente relevante y bajar un cambio. La soberbia, el agrande y eso de sentirnos súper campeones en las vísperas no nos ha dado nada bueno. Nunca.
Paso a paso, de a poco, sin prisa y sin pausa, silbando bajito, con los pies sobre la tierra. Reconocer nuestras limitaciones, trabajar a fondo y hacer hincapié en las fortalezas, que no son pocas. Quizás, de esa forma, sin caer en el “Efecto Maravilla” ni en la trampa de las estridencias, los argentinos tendremos muchas más chances de conseguir los objetivos con los que soñamos a diario.
