Cuando se debaten temas ambientales es muy común que aparezcan posiciones radicalizadas, que distan de propiciar una sana discusión y que sólo nos conducen a defender visiones demagógicas que lejos están de traer luz ante cualquier problema que se pueda plantear.
Es el caso de la discusión que se ha dado en las últimas semanas en torno a la utilización de la técnica de Fractura Hidráulica (Fracking) para la exploración y explotación de hidrocarburos no convencionales en la provincia.
La Ley de Hidrocarburos promulgada en 2014 por Cristina Fernández de Kirchner estableció un plazo de 35 años para las concesiones de explotación no convencional sin una normativa que regulara el impacto ambiental de la actividad.
En Mendoza, con la reglamentación del Decreto 248/18 que estableció un protocolo de funcionamiento, la provincia se transformó en el primer distrito del país en otorgar una regulación ambiental a una actividad que se ejercía sin ningún tipo de control desde su aprobación, algo que reclamábamos desde que se sancionó esa norma nacional.
Pero, en definitiva, cualquier debate sobre política ambiental y defensa de los recursos naturales no puede pasar por el sí o por el no a una técnica de exploración de hidrocarburos porque, al fin y al cabo, termina siendo una discusión chiquita, parcial, amañada por intereses sectoriales y oportunista.
Es imprescindible elevar el nivel de la discusión y empezar a pensar cómo hacemos una ciudad, una provincia y un mundo más sustentable y qué modelos vamos a aplicar para conseguirlo.
Un mundo sin petróleo
Para nosotros el futuro no debe estar basado en el petróleo y los combustibles fósiles. Debemos proyectar ciudades con menos emisiones de carbono y para eso es imprescindible potenciar la utilización de energías limpias y generar políticas a largo plazo para conseguir la neutralidad de las emisiones, dado que son la principal influencia negativa en el cambio climático.
Una economía de bajo carbono o de bajo combustible fósil es un concepto referido a una economía que emite un mínimo de emisiones de gases hacia la biósfera.
El dióxido de carbono es el primer gas de efecto invernadero descubierto, el más presente en la atmósfera, y uno de los más persistentes en el tiempo.
Es producido principalmente por la quema de combustibles fósiles en fábricas, vehículos a combustión de cualquier tipo, generación eléctrica, agroquímicos utilizados en la actividad agrícola y por la tala y quema de bosques, entre otros.
Para evitar los impactos más graves del cambio climático se requiere una reducción en las emisiones de gases de efecto invernadero de como mínimo un 80% para 2050.
Según Naciones Unidas, las grandes ciudades concentran el 54% de la población mundial, y se espera que para 2050, esa cifra alcance el 66% pero al mismo tiempo las ciudades son las responsables del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global.
En la Convención Global de Alcaldes para el Clima y la Energía, realizada el año pasado en Alemania, 7.500 ciudades reafirmaron su compromiso conjunto para reducir la emisión de 1.300 millones de toneladas de carbono para 2030, lo que equivale a las emisiones de Japón o Brasil juntos.
En definitiva, cumplir el objetivo dependerá en gran medida de nuestra capacidad para replantear y reinventar las ciudades de manera que promuevan la prosperidad económica, la igualdad social, la mejora de la calidad de vida y la resiliencia al clima
En Godoy Cruz trabajamos hace tiempo en ese camino, incorporando energías limpias a las dependencias municipales, remplazando de forma gradual la flota de vehículos oficiales de combustión a eléctricos, restringiendo la entrega de bolsas plásticas en súper e hipermercados, avanzando en la separación y clasificación de residuos, aumentando la cantidad de km de ciclovías y duplicando la cantidad de espacios verdes en el departamento.
Acciones concretas y no voluntarismo verbal. De eso se trata ¿no?
Porque de nada sirve rasgarse las vestiduras en pos del ambiente por las dudas y luego en la vida cotidiana seguimos derrochando agua y energía, usamos el auto a combustión para ir hasta dos cuadras de casa, tiramos la basura en cualquier lado, contaminamos nuestras acequias, utilizamos agroquímicos en nuestra actividad agrícola, no cuidamos nuestros árboles.
Volviendo al tema inicial del fracking, la utilización de esta técnica requiere más controles y es el camino que ha iniciado el Gobierno provincial.
Siempre se puede seguir mejorando la regulación y hacer más eficiente la revisión de las normas sobre la calidad del agua y la contaminación de los acuíferos.
Salvados esos temas, lo demás es postural porque hoy está de moda decirse ambientalista. A algunos les sirve para rascar un poco del protagonismo perdido.
Soñamos un mundo sin petróleo pero, como ciudadanos, debemos tener pautas propias de cambio cultural y a los gobernantes nos toca la implementación de medidas concretas, no verso, para que el año entrante, con mediciones científicas, podamos saber si mejoramos nuestro aporte para un planeta mejor.