Que alguien le explique a Macri para qué sirven los escribanos - Por Francisco Guardiola

Que alguien le explique a Macri para qué sirven los escribanos - Por Francisco Guardiola
Que alguien le explique a Macri para qué sirven los escribanos - Por Francisco Guardiola

Hace unos días, el 11 de enero pasado, el periodista Santiago Dapelo publicó en La Nación la noticia de que Macri había firmado un mega decreto para simplificar trámites y bajar costos de producción. El artículo explica el decreto y se dedica principalmente a describir algunas de las 170 medidas para desburocratizar el Estado con incidencia directa en ocho ministerios, lo que provocaría un ahorro de cerca de cien millones de pesos en dos años.

Estas ideas nacidas con la doble intención de disminuir el gasto fiscal y modernizar el Estado, tienen un efecto directo sobre el ciudadano, ya que mejorará su calidad de vida con el solo hecho de no tener que pasar tanto por la trituradora estatal, ni realizar pagos innecesarios ni hacer esperas interminables o colas de contribuyentes que dan vuelta la esquina. Éstas son las medidas que en general la gente -incluidos los escribanos-, todos los ciudadanos, los que van en avión y los que van a pie, deberíamos celebrar con entusiasmo.

En la mitad del artículo, casi fuera de contexto, el periodista hace alusión a un comentario que el presidente habría hecho hace meses mientras escuchaba de sus colaboradores un plan para desburocratizar el Estado. Según el periodista y sus fuentes, el comentario presidencial se produjo en ocasión de oír desde el interior de la Casa de Gobierno, una protesta -entre tantas que se hacen- que venía desde la Plaza de Mayo. El presidente dijo a sus ministros y colaboradores: "El día que la plaza esté llena de escribanos y gestores, ése será el día que los felicite" ¿Qué habrá querido decir el presidente? ¿Que felicitaría a escribanos y a gestores por llenar la plaza? ¿Que felicitaría a sus colaboradores y ministros si se producía el hecho condicional mencionado? ¿Que si escribanos y gestores protestan en la plaza es porque finalmente han podido ser eliminados de la cadena de servicios? A la inversa de lo que sucedía con la presidente anterior, que con mucho histrionismo hablaba durante horas tanto sobre lo que sabía un poco y como de lo que no sabía nada, el actual presidente pareciera hablar con signos encriptados, como si se tratara de un acertijo oriental al que hay que encontrarle una moraleja ejemplar.

Mientras intentamos descubrir el significado del acertijo, este episodio por lo menos a mí me mueve a reflexionar del siguiente modo. En primer lugar el presidente asocia o hermana a escribanos y a gestores, como si se tratara de dos especies animales de una misma familia zoológica. En segundo lugar su comentario pareciera tener un significado claramente peyorativo para con escribanos y gestores. No corresponde que yo hable de los gestores, que son un colectivo humano enorme que abarca una cantidad de actividades imposibles de enumerar de memoria y que ningún parentesco tienen con los escribanos. Sí puedo hablar de los escribanos, decir que son cerca de nueve mil en todo el país, y que son profesionales de derecho a cargo de una función pública o que tienen la concesión pública de dar fe de la verdad de los hechos y dichos con trascendencia jurídica que dicen las personas.

Desconozco si alguien en el mundo del notariado organizado, por ejemplo el Escribano General de Gobierno, o el presidente de la federación de notarios -Consejo Federal del Notariado Argentino- le han hecho llegar o no al Presidente Macri la queja o por lo menos la explicación de que sus expresiones están equivocadas, ya sea por desinformación acerca de las tareas que realiza un escribano en la Argentina, o por la desinformación de sus colaboradores, más acostumbrados quizás al estudio de la realidad que se hace desde un laboratorio universitario que el que se hace por haber andado la calle.

Pero vayamos de una vez al grano. Macri -o por lo menos sus colaboradores- debería saber, por ejemplo, que el escribano es un agente de paz social que genera la solución de los conflictos de manera extrajudicial, lo que implica descentralización de la actividad judicial, baja de costos judiciales y liberación de tareas judiciales. Debería saber que el escribano es el agente natural y  allende los tiempos que da seguridad jurídica a las transacciones en el mundo del derecho privado. Debería saber que el escribano es el principal colaborador del Estado como agente de retención de impuestos, de información tributaria, de información de trascendencia política en la prevención del delito, como cuando informa a la U.I.F. acerca de actividades sospechosas por lavado de dinero, narcotráfico o trata de personas.

¿Sabe el Sr. Presidente que nuestro sistema se replica igual en 86 países del mundo, entre ellos, Alemania, Francia, España, Italia, México, China, Japón, por nombrar sólo algunos de aquellos países en donde imperan las economías de mercado más importantes y en donde necesitan de un sistema notarial como el nuestro para la buena marcha del progreso?

¿Sabe el Sr. Presidente lo que sucedió en la burbuja inmobiliaria que explotó en la mano a Barack Obama en 2008? Yo se lo explico. Las deudas por créditos inmobiliarios tomados en 2001 se volvieron impagables por parte de sus tomadores. Los bancos se dispusieron a ejecutar y a rematar las viviendas de los deudores y fue entonces cuando un estudio de abogados inventó la estrategia judicial llamada " Show me the note" que en criollo y en lenguaje jurídico sería "muéstrame la hipoteca". Los bancos contestaron: "No tenemos ninguna hipoteca que acredite la deuda, porque la hemos transferido, se ha securitizado, se ha ido de banco en banco, de aseguradora en aseguradora y ya no sabemos en dónde están los papeles firmados por ese crédito". Esto permitió a muchos deudores salvar su casa pero resintió el sistema jurídico de EEUU, volviendo inseguro todo su sistema de derecho contractual.

Esta situación no hubiera sucedido en ninguno de los 86 países en donde impera el sistema notarial romano-germánico como es el nuestro, simplemente porque la hipoteca la habríamos tenido inmediatamente en el escritorio del gerente del banco o del acreedor hipotecario merced a la matricidad de los títulos que se conservan en las escribanías o en los archivos de protocolos.

Quienes creen que el escribano es un eslabón que encarece los servicios y es un palo en la rueda para la libre circulación de la riqueza, se equivocan desde el inicio. El servicio vale porque pesa. Sin el escribano, el servicio sería más inseguro, incierto, impreciso y, sobre todo, más oneroso para el usuario, simplemente porque, sin la presencia del escribano, todo terminaría en sede judicial en donde los costos y los tiempos se dispararían hasta el infinito.

Sólo me queda una reflexión más por hacer y es hacia los propios escribanos. Es cierto, son una pequeña minoría, pero se hacen notar muy bien y es en todas las demarcaciones del país. Cuando los escribanos abandonan la práctica ancestral de ecuanimidad, cuando al estar entre la entidad bancaria y el tomador de un crédito hipotecario pierden imparcialidad y se sujetan con exclusividad a las instrucciones jerárquicas bancarias olvidando que los contratos deben ser sinalagmáticos y equitativos para ambas partes; cuando abandonan la costumbre atávica de dar fe con certeza objetiva, o cuando ejercen el comercio estándoles prohibido hacerlo, o cuando les interesa más integrar directorios de sociedades anónimas o tener empresas constructoras y emprendimientos inmobiliarios acá o en el extranjero más que ejercer su ministerio, cuando hacen tres mil escrituras al año lo que implica la imposibilidad material de haberlas presenciado a todas, entonces es cuando suceden estas cosas, por ejemplo que un Presidente de la Nación no tenga del todo claro para qué sirven los escribanos.

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