Punto de reunión para el año 201

Punto de reunión para el año 201

Se cumplió en estos días con el ritual de las fiestas públicas para celebrar los 200 años de la Declaración de la Independencia de la nación Argentina. Una celebración cuyo sentido fundamental es hacer presente en todas las generaciones de argentinos y especialmente en las más jóvenes, una vocación de existencia como nación, como entidad política y cultural singular entre todas las naciones de la Tierra.

El entusiasmo de la fiesta esconde, entre los mayores, una carga de frustraciones, desengaños y fracasos colectivos que inunda de escepticismo y desconfianza su corazón. Pero seguramente esos festejos y entusiasmos también guardan algo más profundo que es cierta identidad y la vocación de seguir intentando encontrar un camino común, y para ello es fundamental  que mantengamos viva la capacidad de soñar entre los jóvenes.

La Independencia argentina es fruto de un instante de encuentro entre los argentinos. Aunque un sentimiento y un fuerte deseo de autonomía e independencia venia forjándose en el corazón de los americanos desde hacía décadas, y que ese destino parecía inexorable, los representantes de las provincias reunidos en Tucumán eran portadores de sus propios intereses, de los de las regiones que representaban y de fuertes diferencias ideológicas respecto de la mejor forma de organizarse como nación. Sin embargo, ese día de julio, en Tucumán, lograron traducir en la magna declaración que celebramos, un punto de encuentro. Incluso las provincias que bajo el control político de Artigas, estuvieron ausentes en aquel congreso, coincidían con aquella decisión. Pasado ese instante, los mismos protagonistas seguirían arrastrando sus diferencias a lo largo del tiempo y del territorio. Tanto es así que fue justamente en tierras de Mendoza, donde el destino de libertad, en mente de San Martín, esperaba con ansiedad aquella declaración, la misma tierra en la que también, años después, rodó sangrante la cabeza de Narciso Laprida, que presidió aquel momento extraordinario.

Las generaciones subsiguiente, ¿fuimos capaces de honrar aquel espíritu de fundación? ¿Pudimos construir una nación en la que todos, absolutamente todos, tuviésemos la oportunidad de intentar alcanzar nuestros sueños, forjar en libertad nuestros destinos y ser felices?

¿Encontraremos los argentinos un nuevo instante de encuentro como aquel para superar las grietas morales que nos paralizan?

Comparto estas preguntas con el modesto propósito de que alguno se detenga un minuto a pensar en las respuestas, para transitar, como nación independiente, el camino del año 201.

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