Debe atenderse con más energía y recursos el cuidado y mantenimiento del Parque General San Martín, la obra del paisajista francés Carlos Thays, que es una realización que enorgullece a los mendocinos y asombra a los visitantes.
Debe ser defendido siempre y más ahora que estamos bajo la amenaza de un virus patógeno de altísima dispersión y contagio, y las 400 hectáreas de esta extensión de árboles, plantas y césped reafirman una de las condiciones de su creación, a fines del siglo XIX: favorecer la salubridad de la población circundante.
La provincia invirtió importantes sumas de dinero en obras de remodelación y restauración de sectores del maravilloso espacio verde del oeste de la ciudad.
Pero hoy, se impone trabajar de nuevo e intensamente para no dejar caer está magnífica estructura de la naturaleza, creada por el hombre en su lucha contra el desierto.
Personas que lo recorren periódicamente y asociaciones profesionales, de arquitectos y de otras actividades, marcan que una de las deficiencias actuales es el riego. Especialmente, en el área del Rosedal es muy deficiente. Hay derrames de agua sobre las veredas y claras muestras de erosión, especialmente en el extremo noreste del predio.
En otros sectores, por ejemplo en la vereda oeste del Mendoza Tenis Club, hay un caño de riego roto (por lo menos hasta la semana pasada) y una erosión grave que reduce el ancho de acera a la mitad.
Cuando se riega el prado situado frente al Círculo Policial, invariablemente el líquido derrama sobre la ciclovía y la calle Boulogne Sur Mer.
En la avenida de las Palmeras, vereda oeste, hay tramos totalmente erosionados y cargados de piedras, que han reemplazado al pedregullo de ladrillo. Esto se parece más a un río seco que a una vereda.
También en muchas jornadas se observa basura en diferentes puntos, una clara responsabilidad de los usuarios de la superficie verde que deberían cuidar porque es para su esparcimiento y el descanso, y por eso deberían llevarse los residuos o colocarlos en los recipientes asignados. El resultado es que se aprecia desechos en los prados. Vidrios, tapas de botellas, envases de todo tipo, plásticos varios, hablan de un desprecio absoluto por la limpieza y la conservación del parque por parte de los visitantes, aunque los responsables de la limpieza tendrían que hacer la tarea con mayor dedicación. La presencia de personal de vigilancia podría desalentar a quienes arrojan residuos.
En el Cerro de la Gloria la situación también es delicada. La falta de riego está secando los pinos. Las acequias están totalmente obstruidas por las hojas.
Por todos los prados hay árboles secos que no son cortados y reemplazados. Asimismo hay lentitud en retirar las ramas secas que han caído.
Se han cortado forestales que estaban en condiciones a fin de liberar espacio para un negocio de comidas frente a la Fuente de los Continentes. La legislación prohíbe aumentar las superficies construidas, sin embargo, se han ampliado recurriendo a artilugios para disimular la infracción.
Pese a existir cámaras de vigilancia, se han vandalizado algunas esculturas. Es el caso de la escultura del Ciervo atacado por los Pumas al que en diciembre se le cortó uno de los cuernos.
Podemos decir que el parque no está en estado calamitoso, pero corre el riesgo de perder la condición de oasis urbano de altísima calidad.
Las autoridades competentes tienen que desarrollar un plan de acción de recuperación, y en esa gestión deben saber que no están solas sino acompañados por varias ONGs que velan por el buen estado del espacio y también por el Colegio de Arquitectos de Mendoza, que tiene mucho que aportar para sostener y consolidar este patrimonio ecológico.
