Por Néstor Sampirisi - nsampirisi@losandes.com.ar
Termina una semana de flagrante desvarío político. Repasemos. Temprano, el lunes, durante una entrevista radial, el gobernador de Mendoza, Francisco Pérez, no logró acertar si era “chico o chica” la titular de una de las consultoras de opinión más reconocidas de la provincia. Eso sí, parecía tener muy claro supuestos desaciertos en sus pronósticos preelectorales.
Y también parecía tener muy claro que uno de los principales periodistas y columnista de este diario “trabaja” para uno de los candidatos a gobernador de la oposición. Al menos lo acusó de eso sin dejar lugar a duda alguna. Todo porque no le gustó una nota que se publicó el domingo pasado.
Por la noche, el espectáculo se trasladó a la televisión. A ritmo de varieté los principales precandidatos a presidente mostraron lo suyo con el único que parece capaz de reunirlos en un mismo lugar: Marcelo Tinelli.
Primero apareció Daniel Scioli, quien hizo su habitual juego: decir poco, casi nada, y dejar el centro de la escena a su pareja, Karina Rabolini, quien terminó bailando un tango con el imitador del candidato (Fredy Villarreal), que hasta se animó a posar su mano un poco más abajo de la espalda de la posible primera dama.
Después se desplegó Mauricio Macri. Ultra canchero, como si fueran poco su camisa afuera y sus zapatillas, bailó casi desaforadamente ante la atónita mirada de Tinelli, su mujer (Juliana Awada) y el imitador (Martín Bossi). Y cerró Sergio Massa, que no se privó de mencionar los piojos de su esposa (Malena Galmarini) y desbarrancar cuando confesó que “antes” era más mujeriego que “ahora”. Al imitador (Roberto Peña) más vale ni mencionarlo: no pegó una.
¿Y si en vez de todo ese papelón se usa la TV Pública y la plata de todos para organizar, en horario central, un debate de los candidatos a presidente? Se cumpliría un doble milagro: 1) habría un debate presidencial por primera vez desde el retorno de la democracia y 2) en vez de hablar de superficialidades, Scioli, Macri, Massa y quienes queden para la General del 25 de octubre (¿Stolbizer?, ¿Altamira?) les contarían a los argentinos cómo intentarán sacarnos de la inflación, el déficit fiscal, la inseguridad, la mala calidad educativa, el cepo cambiario, etc.
El martes amaneció con una certeza: el Gobierno avanzaría en otro de sus operativos de demolición de la honra y el prestigio a que nos tiene acostumbrados. En la última década lo hizo contra cualquier disidente con el relato oficial. Con la actuación estelar de la diputada nacional mendocina Anabel Fernández Sagasti, la comisión de Juicio Político abrió una investigación para determinar si el estado de salud le permite a Carlos Fayt (que tiene 97 años) seguir como ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Planean someterlo a un examen psicofísico y a una pericia caligráfica que determine si realmente firmó las últimas resoluciones que figuran con su firma. Eso sí, se rechazó de plano abrir un proceso de juicio político contra el multiprocesado vicepresidente, Amado Boudou; el canciller Héctor Timerman; y la procuradora general de la Nación, Alejandra Gils Carbó.
Para no desentonar, en esos días, Elisa Carrió aseguró que el ex jefe de Gabinete Juan Manuel Abal Medina había brindado uno de sus informes al Congreso “pasado de droga” y al otro día se manifestó de acuerdo con que la presidenta, Cristina Kirchner, sea sometida a un examen psiquiátrico al que también se sometería ella misma. Para completar la lucha en el barro, el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, desafió a Carrió a hacerse una rinoscopia (un examen nasal que sirve para determinar si se aspira cocaína) a lo que la diputada nacional por la Coalición Cívica respondió doblando la apuesta: “Que se la hagan todos”, dijo.
Mientras, por estas tierras “los dos pelados” volvieron a verse. Luis Lobos y Alejandro Abraham almorzaron para acordar un armisticio tras la batalla de las PASO. Difícilmente se produzca la “foto de la unidad” que quería el candidato a gobernador del PJ, Adolfo Bermejo, pero al menos no habrá más ataques desde el sector de Abraham contra Lobos.
No perder Guaymallén es la consigna en el justicialismo y cuentan que el armador político de La Corriente, el vicegobernador de licencia Carlos Ciurca, llamó a “dar vuelta la página”. No importa que 9 mil personas hayan hecho colas de hasta más de una hora para votar y que esos votos hayan sido declarados nulos por las irregularidades que se encontraron en 35 urnas. Acá no pasó nada.
La frutilla del postre llegó el jueves de la boca del inefable dirigente viñatero José María Llaver. En una entrevista radial, al ex legislador radical no se le ocurrió mejor idea que decir que al titular del INV, Guillermo García, “le tendría que pasar lo que al ministro de Defensa coreano”. Por si no lo saben, al bueno de Hyon Yong-Chol lo fusilaron con un cañón antiaéreo, al parecer, por quedarse dormido durante un discurso del líder supremo Kim Jong-Um.
Después vino el sinsentido de la Bombonera.
¿No se habían dado cuenta? Así fue la semana que pasó. Agotadora para una sociedad que asiste incrédula a tal despliegue de desmesura. Todo mientras la inflación de dos dígitos no existe, la inseguridad sigue siendo una sensación, los narcos y la droga no son problema, la fractura social es un invento de los medios y por cadena nacional se sabe que todo el mundo es muy feliz, tan feliz.
¿Qué pasaría si a todos los argentinos nos sometieran a un psicofísico? Mejor no averiguarlo.