Prueba superada con éxito pero que deja dudas

Prueba superada con éxito pero que deja dudas
Prueba superada con éxito pero que deja dudas

El Papa Francisco superó con éxito su primer test internacional. En su visita a Brasil despertó gran entusiasmo, fue aclamado y congregó multitudes. Su palabra gustó y sus gestos conmovieron. Es un buen punto de partida para su gran objetivo de relanzar la Iglesia, una preocupación que la convirtió en el eje de su viaje.

Las cuestiones sociales en la región más desigual del planeta pasaron a un segundo plano. El Papa argentino pareció obsesionado por el retroceso que sufre el catolicismo en muchos países del mundo y especialmente en Brasil.

No debería verse esto como una mera preocupación de Francisco por la pérdida de fieles, como un político que cuenta los votos, sino por una Iglesia que no logra enganchar con el tren de la historia, que se quedó retraída -en el mejor de los casos a la defensiva-, sin una firme decisión para salir al mundo y sin capacidad para entusiasmar.

Basta repasar sus discursos para ver que lo que se lleva más párrafos es su alusión a la alicaída situación del catolicismo. Si a eso le sumamos el énfasis con que lo dijo -encantado en lo bien que fue recibido aquí- es evidente que Francisco quiso pegar un sacudón a la Iglesia, despabilarla.

La pregunta es si efectivamente lo logrará. Su carisma no alcanza. Juan Pablo II -un carismático por antonomasia- estuvo aquí cuatro veces y el catolicismo no dejó de bajar: pasó de 91 % de la población en 1970 a 64% en 2010, según el censo nacional, mientras que los evangélicos treparon en igual período de 4 a 22 %.

En definitiva, una sola persona no cambia la historia de una institución. Hace falta que sus orientaciones sean asumidas por toda la estructura y eso, tratándose de algo tan grande y con costumbres tan arraigadas como la Iglesia, no resulta fácil.

A favor de Francisco corre el hecho de que nunca un Papa había hecho un análisis tan descarnado de la situación de la Iglesia. Ante los cardenales y obispos de Brasil y toda la región fue crudo: las personas no nos entienden, nos ven fríos y distantes, casi como una pieza de museo, y parecería que no podemos entusiasmar a la gente de hoy, con sus nuevas circunstancias y concepciones, disparó el pontífice, palabras más palabras menos.

Además, su insistencia con la necesidad de una mayor cercanía de la Iglesia a los pobres, más sus fuertes exhortaciones a una activa acción de los católicos en la vida pública, incluso en el ámbito político, implica que no quiere un cambio cultural sino que vaya más allá. El Papa propicia una militancia concreta en lo político y en lo social y esto puede despertar el interés de sectores de la Iglesia que se habían alejado o estaban desmotivados.

La Iglesia tuvo momentos en la historia mundial y en la argentina donde logró movilizar a sectores laicos para su actuación en la vida pública. La democracia cristiana es un caso.

También supo propulsar comunidades de gran compromiso con los pobres. Pero también circunstancias históricas, como los choques ideológicos de los años '60 y '70, con derivaciones violentas, obligaron a la Iglesia a recular.

Pero Francisco dejó claro que una cosa es llevar los valores del evangelio a la sociedad y otra, bien distinta, es politizar la religión e ideologizar la acción religiosa. Por eso, pese a que tiene una actitud más amigable con la Teología de la Liberación, deslizó que no quiere que se caiga en reduccionismos que resten a lo religioso su honda dimensión.

Habrá que ver si ello provoca una retracción en los sectores más progresistas de la Iglesia o si siguen entusiasmados con el Papa argentino.

Por lo demás, Francisco no se metió en las tensiones sociales que acaban de sacudir a Brasil. Apenas una alusión a la legitimidad de los reclamos de jóvenes, como lo habían hecho los obispos brasileños. Y una mención a que la verdadera solución al problema de la violencia en las favelas no pasa sólo por sanearlas del narcotráfico, sino de mejorar la situación social de sus habitantes.

Tampoco se refirió -aunque figuraba en el documento de Aparecida, de 2007- al inquietante avance en la región de gobiernos elegidos por el pueblo, pero con desviaciones autoritarias, poco respetuosos de la división de poderes y la libertad de expresión. Pero no dejó de pedir rehabilitar la política para la mejora social y la humanización de la economía.

Se verá ahora cuánto sacudió el "huracán" Francisco. Si fue una tormenta de verano o, en verdad, logró empezar a cambiar la historia de la Iglesia e inquietar a los dirigentes de América Latina.

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