La prueba PISA y un mal resultado esperado

En la última prueba internacional PISA, los estudiantes argentinos se ubicaron en los últimos lugares entre los países participantes y en el sexto entre los países latinoamericanos. Un resultado previsible si nos atenemos a los gruesos errores que se mant

La prueba PISA y un mal resultado esperado

La educación en la Argentina volvió a recibir otro duro golpe. En la última evaluación de la prueba PISA y comparados con sus pares de 65 países, los estudiantes argentinos de 15 años están en los últimos lugares en la fila en cuanto a sus conocimientos y habilidades para la comprensión lectora, la matemática y las ciencias. La prueba se toma cada tres años y, en esta oportunidad, los primeros en la lista fueron los países asiáticos, desplazando a los europeos. Los últimos, los latinoamericanos.
 
En la Argentina se examinó a 5.900 chicos de 226 escuelas de todas las provincias, excepto La Rioja y Tierra del Fuego, mientras los porteños fueron evaluados aparte, en razón de que Capital se presentó en forma independiente al resto.

Los resultados obtenidos fueron malos. En matemática, la Argentina ocupó el lugar 59, entre 65 países y de ocho países latinoamericanos el sexto lugar. En lectura ocupamos el lugar 61 y el séptimo en América Latina, mientras en ciencias los estudiantes argentinos se ubicaron en el puesto 58 y en el quinto entre los latinoamericanos.

Cabría preguntarse cuáles han sido los motivos que han generado esa mala calificación, más aún si consideramos que el presupuesto educativo se multiplicó durante la denominada "década ganada", mientras paralelamente se otorgaron elementos indispensables para el buen desarrollo educativo, como notebooks en todas las escuelas públicas.
 
Quizás el problema mayor debería buscarse en la intención del Gobierno de priorizar la inclusión de los alumnos por sobre la necesaria calidad educativa. El  ministro de Educación señaló que se habían incorporado 195 mil alumnos al nivel medio, asegurando que la Argentina es un país más inclusivo que el resto.

Si nos atenemos a los hechos, en la evaluación de 2000, la Argentina ocupaba en puesto 37 sobre 43 países, pero se ubicaba primero en América Latina. En 2006, pasamos al lugar 53 entre 58 países y en el sexto en América Latina. En 2009 nos ubicamos 58 entre 65 y en el séptimo entre los latinoamericanos y actualmente pudimos superar a Colombia, pero bajamos un punto en el orden internacional.

Hay otros aspectos no menos inquietantes: así por ejemplo, los chicos argentinos son los que más "rateadas" se hacen durante el año, aunque en este aspecto gran parte de la culpa debería recaer sobre los padres, ya que los mismos estudiantes aseguran que no concurren a la escuela con la anuencia de sus progenitores.

En segundo lugar, los chicos argentinos son los que menos interés demuestran dentro del grado y, en tercero, una estadística que se conoció recientemente indica que hay alumnos que llegan a tener 70 faltas durante el año, a lo que habría que agregar las inasistencias de los docentes. En ese marco, la pregunta del millón pasaría por establecer qué tipo de calidad educativa puede obtenerse con tal panorama.

Al principio el Gobierno nacional intentó derivar la culpa hacia todos lados pero después, ante las críticas de propios y extraños, el ministro reconoció su responsabilidad en la situación. Prometió cambiar y es necesario y urgente que lo haga, para bien de los chicos y del futuro del país.

Hace unos años, la Universidad de Munich publicó un estudio en el que afirmaba que "si se quiere conocer dónde estará ubicada una nación en el escenario internacional en 2050, no hay que prestar atención a sus activos financieros y recursos naturales sino conocer cuál es hoy el nivel educativo de sus adolescentes de 15 años".

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