Tenemos muy serios problemas económicos. La deuda interna y externa limitan fortísimamente a la nación y a las provincias para cumplir con sus obligaciones básicas: salud, educación, seguridad, sueldos, etc. Mendoza es quizás el caso más paradigmático de esta situación.
En este contexto, el Presidente nos habla de aportar ideas y proyectos para un cambio que lleve a “la Argentina en la que merecemos vivir”. Proyectos pueden ser ideados por doquier pero por lo general involucran dos problemas: (1) un dinero importante, hoy no disponible y (2) tiempos que agotan la paciencia humana. Afortunadamente no es siempre así. Casanova introdujo la lotería en Francia, que no le costó ni un escudo a su rey y le redituó millones, aunque aquél es recordado por otros motivos.
El siguiente proyecto -un esbozo de él- se encuadra dentro de lo imprescindible para lograr una Argentina mejor y no representa gastos significativos ni involucra extensos tiempos de ejecución.
La importancia social de los posgrados
La principal riqueza de una nación es la calidad de su gente, no sus recursos naturales. Japón o los Países Bajos son buenos ejemplos. Esa calidad incluye variados condimentos, como la conducta urbana, laboral o la capacidad de soportar dificultades sin caer en el caos. También la alta preparación científica y tecnológica de los profesionales es decisiva en esto: la posesión del conocimiento es un pilar del poder de las naciones.
En tal sentido, es crucial advertir que para esa preparación no basta hoy la formación de grado en la universidad sino también la específica que, en general, sólo otorgan los posgrados.
A partir de los ’90, la oferta de doctorados y maestrías en las universidades nacionales (UUNN) y privadas creció enormemente y fue por entonces un signo prometedor. Pero algo salió mal: una abrumadora mayoría de los que se enrolaron en posgrados no terminó ni termina hoy sus estudios. No es un secreto que aproximadamente sólo 7 de cada 100 obtiene el doctorado o la maestría.
El autor de esta nota, activo en diversos posgrados, es testigo de la realidad de esas cifras. En Los Andes (31/8/2008) publiqué el artículo "Posgrados, una tragedia educativa", cuyo título ya lo decía todo. Además del mal que estas cifras representan para el progreso de la nación, también debemos pensar en las personas, quienes perdieron su tiempo y dinero. Asimismo, pensar en el sentimiento de frustración que envuelve a muchas de ellas.
Cómo revertir el fracaso
Es necesario identificar las causas de este extendido drama para revertirlo. Como en todo proceso social, no hay una sino varias causas. Pero no todas tienen la misma incidencia en este generalizado fracaso. Hay una que es evidente y es reconocida en forma recurrente por los involucrados: la falta de una ayuda personalizada en sus estudios de posgrado.
Los cursos de Taller de Tesis o Metodología ayudan, pero están muy lejos de ser suficientes. Además, los posibles directores de tesis son escasos, nada extraño si se tiene en cuenta que esa exigente labor no es rentada. Los directores poco o nada tienen que ver con la formación del estudiante durante su estadía en el posgrado, por lo que este último usualmente ignora cómo hacer un proyecto de tesis, algo necesario si se quiere conseguir un tutor.
Con respecto a la vida académica, todos tenemos virtudes, defectos y potencialidades que sólo una ayuda personalizada puede visualizar, para luego incrementar, corregir y explotar. Si esto es así, y ciertamente lo es, lo que se debe hacer es crear una función de asesoramiento del estudiante de posgrado y rentarla adecuadamente, algo no dispendioso si se considera que el número de los enrolados en esas carreras es limitado.
No estamos diciendo nada nuevo. En el mundo anglosajón existe la figura del adviser, que es un consejero que instruye, ayuda y acompaña al que se inicia en los estudios de posgrado en el difícil arte de la investigación, cuando ésta se hace en niveles de excelencia. Haber ignorado esta circunstancia de la ayuda personalizada ha sido un error fatal del sistema para el país y los estudiantes de posgrado.
Deudas pendientes
¿Qué hacer con aqullos que la mencionada carencia del sistema de posgrado de las UUNN ayudó a llevarlos al abandono de sus carreras? Es evidente que hace falta una moratoria que les permita recuperar la validez de los cursos que aprobaron en su momento, de tal manera que en los que aún está viva la preocupación por el ansiado título de posgrado puedan reiniciar sus estudios para un proyecto de tesis. Aunque esta vez debidamente asistidos.
Algo más. En los años ’90 se creó el sistema de Docentes Investigadores por el cual aquellos que sumaban a su tarea de docencia la de investigar recibían un incentivo económico extra. El sistema aún está vigente, pero la retribución quedó congelada respecto del dinero que el docente recibía entonces. En otras palabras, se cobra el mismo dinero que en 1994, aunque parezca mentira. Es una obligación de las autoridades hablar claro sobre el futuro de este sistema.
Conclusión
Si Cambiemos tiene la voluntad de cambiar las cosas para ir hacia "la Argentina en la que merecemos vivir", las cuestiones expuestas no pueden dejar de ser consideradas y solucionadas. Sabiamente dijo una vez el Mahatma Ghandi: "La India es demasiado pobre para ahorrar en educación".
Nosotros, ajustando este dicho a nuestra propia realidad, expresamos que en un mundo donde el conocimiento científico y tecnológico juega un rol crucial para el progreso, ignorar los evidentes problemas del sistema de posgrado de las UUNN es una falta grave e inexcusable. Las autoridades nacionales tienen la palabra.
* En la UN de Cuyo y la UTN (FR Mendoza)