Pongámonos "Manos a la obra" dicen cientos de chicos universitarios cada fin de año. Se trata de alumnos de diferentes casas de estudio de la provincia -tanto públicas como privadas- a quienes los moviliza un objetivo en común: traducir su conocimiento académico en hechos concretos con los que puedan ayudar a otras personas.
Este iniciativa, que empezó en 2006, es organizada por la Pastoral Universitaria de Mendoza (PUM); y, aunque pertenece a la Iglesia Católica, de ella puede participar gente de otros credos e, incluso, quienes no profesen ninguna creencia religiosa. Es el padre Matías Taricco, el cura que -desde el inicio- guía espiritualmente a los chicos.
Este proyecto solidario comenzó -su primera edición- en Lavalle. Allí se misionó durante cuatro años (teniendo lugar siempre en la misma fecha: entre Navidad y Año Nuevo), y luego se realizó en Tupungato, lugar en el que desde hoy y hasta el 30 se hará por última vez. Los estudiantes que participan, que son más de 400, van con la intención de "salir al encuentro de la realidad en la que viven, ofreciendo sus conocimientos y talentos al servicio de una comunidad precisa". En esta tercera realización en ese departamento, los jóvenes fueron convocados bajo el lema "Señalada la huella, hagamos camino".
El encuentro, que bien se podría definir como ecuménico, tiene momentos de "vida interna y externa". Los primeros, tienen que ver con las jornadas de oración, formación, actividades recreativas y de encuentro entre estudiantes de distintas carreras, que apuntan a la reflexión personal y a la integración grupal. Y, vale aclarar, no son obligatorios. Los segundos, en cambio, están relacionados con las acciones específicas destinadas al aporte solidario a la comunidad tupungatina, en base a las distintas ramas disciplinares a las que pertenece cada uno de los chicos.
Ese fueguito que quema
Durante todo el año los chicos que participan del "Manos" -como le dicen los que ya llevan unos cuantos años y se han encariñado con él- han estudiado para rendir materias -parciales y finales-, han cursado, han realizado trabajos prácticos y muchos, incluso, han trabajado simultáneamente. Por eso, la lógica es que a esta altura del año estén estresados y pocos objetivos a corto plazo tengan en mente más que descansar. Sin embargo, hay algo que los mueve, los hace sonreír y armar sus mochilas para salir rumbo al encuentro del otro. Ese "algo", para una gran mayoría, es Cristo Jesús.
Así lo cuenta ellos. "A mí lo que me mueve es hacerlo por Cristo. Cuando uno tiene a Dios en popa, puede seguir caminando sin decaer. Hay momentos que uno se pregunta por qué lo está haciendo. Tomás la decisión con ganas y en el mismo proceso sentís que no querés seguir. Pero nos mueve esto de estar 'locos por Dios' (como decía San Alberto Hurtado), por ese Cristo que nos ama, que nos tiene abrazados todo el tiempo. Es ese amor que uno quiere compartir."
"Dios me amó y yo quiero demostrar ese amor, hacer que mucha gente pueda sentir eso, de la manera que sea. Cada uno con su profesión, con sus talentos; ponerlos al servicio de la forma que uno sabe. Cada cual aporta lo que sabe y entre todos construimos algo más grande. Todos con el mismo fin: construir el cielo en la tierra", cuenta Gonzalo Schiavone (22), estudiante de Diseño Gráfico de la UNCuyo, que participa por quinta vez.
Otra que comenta su experiencia es Luciana Bertiz (20), estudiante de Comunicación Social (UNCuyo): "Es muy lindo ver a la gente feliz por lo que hacemos. El año pasado hicimos un taller con los niños, que les encantó. Ver esa alegría en ellos, de ese amor que le transmitimos por lo que sentimos por nuestra carrera, también a ellos les interesa y los ayuda. Lo más lindo es que la gente espera que vayamos. No es tanto lo que damos, es más lo que recibimos; uno va a misionar pero al final lo terminan misionando. Siempre salimos muy llenos, es una experiencia muy linda y muy rica que te hace empezar el año con toda la fuerza. Yo tengo la oportunidad de estudiar, estos chicos capaz que no. Entonces, tengo la necesidad de recibirme para después poder brindar ese servicio a la comunidad".
Organigrama
En cuanto la forma en la que están organizados, hay un equipo central -conducido por dos- desde el que se desprenden coordinadores que "lideran" cada una de las zonas a las que van a misionar. Para esta edición visitarán: San José, Villa Bastías, Gualtallary, Cordón del Plata, Guadalupe y El Progreso/La Arboleda.
"A su vez nos dividimos por área; de difusión, de recursos, infraestructura y formación y espiritualidad. Por cada zona hay referentes de proyectos. Antes de ir a cada lugar se hace un diagnóstico general y se ve qué comunidad o qué carreras van. Este año son unos 37 proyectos entre las seis zonas", dice Maximiliano Stronati (27), que está en quinto año de Medicina y es el coordinador general del encuentro.
Por su parte, Valentina Montaruli (21) explica qué la moviliza a ella a integrar esta propuesta. "Creo que la razón por la que todos decidimos ir a misionar es porque como cristianos y como estudiantes nos mueve este poder traducir aquello que estamos aprendiendo en la facultad y ponerlo al servicio de la realidad en la que vivimos. Es poder conjugar estos dos aspectos de nuestras vidas y ofrecer algo solidario desde lo que nosotros tenemos o sabemos como estudiantes. Y poder también, como futuros profesionales, irnos preparando para darle una faceta más social a nuestra carrera", sintetiza la joven estudiante de Comunicación Social.
La realidad, es que no todos los chicos que van a Tupungato están convencidos desde un primer momento de que es esto lo que quieren hacer. Pero, volviendo a la idea movilizante, ese "algo" termina convenciéndolos. Damián Villarruel (24), que se está preparando para hacer Locución en la UMaza, confiesa:
"En un principio no me llamaba la atención por la fecha y el calor que hace. Hay que dormir en el piso, levantarse temprano, acostarse tarde y no descansar en el medio. Pero cuando te das cuenta de que el servicio que prestás responde a una necesidad de la gente del lugar, no querés que se termine. Esa necesidad de encontrarme con la gente, con la realidad, me ha movido mucho. Esa realidad que uno ignora por estar acá, metido en una burbuja. Allá le encontrás el sentido a muchas cosas, hacés toda tu rutina de otra forma, se la encomendás a Él. Te das cuenta de que Dios es gigante, que no va a desaparecer la pobreza, pero te va a dar herramientas para que vos vayas a ayudar a esas personas".
Así, este gran grupo de más de 400 estudiantes siguen esa "huella señalada" que seguramente -por sus testimonios- los hará sentir ese "fueguito cristiano" que los ayuda a seguir el camino contra viento y marea. Ellos están ahí, esta vez en Tupungato y la próxima Dios sabrá donde, con el objetivo de brindar su amor y su caridad de la mejor manera posible. Y así, "chiflados por Cristo" (como dice su patrono San Alberto), continuarán trazando sus rutas hasta lograr, de verdad, construir el cielo en la tierra.