El objetivo es implementar en las escuelas de Mendoza una metodología para contar con pupitres que, además de estar más adaptados a las necesidades cotidianas de los estudiantes, sirvan de refugio en el caso potencial de que un terremoto haga colapsar techos, vigas y muros. En esa línea, un proyecto que fue presentado por un grupo de estudiantes de Ingeniería Civil de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), se encuentra en una etapa de evaluación práctica que culminará en un año.
En una provincia sísmica como la nuestra, trabajar en materia de prevención reviste una importancia trascendental. Por eso, el miércoles por la tarde, el equipo de futuros ingenieros realizó una prueba para comprobar a ciencia cierta cuál es la resistencia que tienen las mesas sobre las cuales los alumnos hacen sus deberes.
“Lo que se va a concretar es un ensayo a escala real para saber cuál es la resistencia que tienen actualmente los pupitres de las escuelas mendocinas” contó, minutos antes de la prueba, Helvio Grili, uno de los dos profesores de la cátedra “Proyecto Final”.
La experiencia, que será repetida a medida que el proyecto avance, se realizó en el terreno de un taller metalúrgico ubicado en calle Almagro de Dorrego (Guaymallén). Allí, Daniel Segura (25), José María Pérez Campos (24), Rodrigo Hidalgo (24) y Fabiana Caroff (24) se reunieron con Grili y comprobaron su hipótesis.
De hecho, cuando la bolsa con 500 kilos de piedra (que estaba sostenida del gancho de una grúa) cayó desde tres metros de altura de distancia del pupitre, éste no tardó en convertirse en un montón de caños retorcidos. El impacto fue tan grande que sólo quedaron algunos centímetros de luz entre la mesa dañada y el piso.
Al igual que cada aspecto que forma parte de este plan que busca brindar seguridad a miles de niños y adolescentes, la elección del peso que generó el impacto fue calculada previamente en base a las recomendaciones actuales vigentes para este tipo de ensayos. “La carga que tenía la bolsa responde a la línea de influencia en función de los metros cuadrados que habitualmente tiene un curso, que es aproximadamente de siete”, detalló Daniel.
A minutos de haber vivenciado el impacto, Grili explicó que en realidad no hay mucho más que agregar a los muebles ya existentes para llegar al objetivo final. Es que si bien el prototipo original quedó casi destruido, es posible que para reforzarlo sea necesario sumar hierro, soldar soportes o, en su defecto, modificar su estructura.
Por eso, en el caso de que este proyecto sirva de herramienta para que la Dirección General de Escuelas (DGE) sume una nueva medida de seguridad a los colegios, su puesta en marcha no implicaría desechar los pupitres ya existentes sino, más bien, mejorarlos.
Así, la propuesta a futuro para las autoridades del Gobierno consistirá en ofrecer una reglamentación con las características, dimensiones, materiales y recomendaciones a seguir al momento de distribuir las mesas adaptadas. Justamente, lo que se quiere lograr es que los chicos puedan resguardarse de manera efectiva debajo del pupitre en el caso de un terremoto.
Sumado a este beneficio, los nuevos pupitres tendrían una mayor vida útil en las aulas y contarían con más estabilidad. “Mejorar los que ya hay en las escuelas podría implicar un presupuesto acotado y los puntos a favor serían muchos, ya que cumplirían la doble función como mobiliario y como refugio”, aseguró Rodrigo luego del ensayo.