Cada vez se agrava más la situación de los perros abandonados o que viven en la vía pública, sin que se pueda revertir ese panorama, que es delicado para la salud de la población.
Este diario publicó recientemente la carta responsable de un particular que contaba su experiencia en el Manzano Histórico (Tunuyán), en ocasión de una reunión campestre con su familia. En determinado momento, el grupo se vio rodeado por unos diez canes callejeros, famélicos. Con algunas sobras, explicaba el autor del relato, se calmó el acoso de los animales.
El panorama se repite en muchos otros lugares de la provincia, especialmente en el Gran Mendoza, donde hay miles de mascotas que no tienen hogar y viven a la intemperie, sin ningún cuidado ni alimentación, causando diversos problemas.
Como el Estado provincial y los municipios no pueden doblegar este delicado cuadro, desde hace muchos años tercian en el asunto organizaciones de defensa de los derechos de los animales, que se ocupan de una enorme población de canes y gatos enfrentando el servicio con sus propios recursos, que a todas luces no alcanzan.
Pero, las protectoras están avisando que debido a la superpoblación de canes y en función de la reducción de los fondos que necesitan para desempeñarse, podría producirse el cierre de esas entidades con el consecuente cese de su altruista misión.
Los refugios subsisten gracias a socios que pagan una cuota, a alcancías, o eventos como bingos y ferias americanas. En los últimos tiempos las redes sociales se han convertido en un importante canal para donaciones, aunque las mismas suelen tener un destino muy específico, como por ejemplo ayudar a un animal en particular que ha despertado la empatía del público. El problema es que la crisis económica también golpea puntualmente a las protectoras.
Cualquier lector que tenga mascotas debe ser consciente de los aumentos del precio de los alimentos balanceados y los costos veterinarios. Sin embargo, las cuotas de los socios no pueden estar sujetas a indexación y en consecuencia la ayuda eventual mediante donaciones se vuelve más escasa.
Otro tema que preocupa a los rescatistas y militantes de esta cruzada civil es la falta de legislación específica sobre protección animal y el incumplimiento de la legislación existente.
Es necesario un control de los criaderos, autorizados o no, donde se suele explotar a las hembras obligándolas a estar permanentemente preñadas, realizando cruzamientos dentro de la misma línea de preñangre, lo cual provoca diversas enfermedades de origen genético.
Asimismo, desde estos sectores de ayuda al animal se pide mayor intervención oficial para reprimir las peleas de perros y carreras de galgos, que aunque prohibidas aún subsisten en algunos ámbitos privados.
Este tipo de eventos trae aparejado maltrato hacia los animales participantes, a los que incluso se los suele drogar para mejorar su “performance”. Además, en esos embientes se concretan apuestas de dinero, abandono y muerte de los animales en cuestión cuando envejecen o se lesionan.
Las denuncias de maltrato, al realizarse en las fiscalías comunes, son generalmente recibidas, pero sin que se les dé mayor importancia, ya que se consideran irrelevantes comparadas con los incontables casos de inseguridad. Eso hace que rara vez se llegue a ver a las fuerzas policiales o al Poder Judicial actuando en defensa de los animales, excepto en casos que hayan alcanzado una gran difusión mediática.
En última instancia, la mayor dificultad reside en la falta de responsabilidad y conciencia de los ciudadanos, quienes no cuidan como corresponde a sus mascotas, evitando preñeces indeseadas, vacunando y cuidando a sus animales hasta el fin de sus días, tal el trato que demandan los “mejores amigos”, como consideramos a estas compañías hogareñas.
