Nadie podría negar que el triunfo de Donald Trump en la elección de EEUU ha provocado un verdadero sacudón planetario que conmueve los pilares del funcionamiento de la economía y de la geopolítica del mundo de la posguerra; que ha girado en torno del liderazgo indiscutido de EEUU en la economía, las finanzas, el poder militar, la innovación tecnológica. Uno de los aspectos más sobresalientes de esa organización internacional, en especial luego de la desintegración de Unión Soviética, fue el crecimiento del comercio internacional, una ampliación notable de la libre circulación de bienes, capitales y personas, garantizados por tratados comerciales y políticos que incluían cada vez una mayor cantidad de países.
El perfeccionamiento de la Unión Europea, incluyendo la creación del euro, tratados como el Nafta o como la reciente Alianza del Pacífico y las negociaciones entre alianzas, potenció el comercio y se constituyó en el verdadero motor del crecimiento económico en el mundo.
Tanto es así que, por caso, la discusión de por qué Chile ha tenido tan buen comportamiento económico frente al mediocre o decididamente malo de Argentina, se ha centrado en los beneficios obtenidos por nuestros vecinos de los numerosos acuerdos de libre comercio firmados con las principales economías. Tanto en la teoría económica como en la experiencia práctica, libre comercio, eliminación de trabas, bajos impuestos, atractivos para las inversiones, incentivos al desarrollo tecnológico, son hoy elementos básicos de una buena política económica.
Pero la llegada de Trump a la presidencia de la primera potencia mundial, conforme a sus promesas electorales y a algunas medidas ya formalmente anunciadas, parecen presagiar un cambio radical del rumbo económico y político de ese país y, por ende, del mundo entero. El presidente electo ha anunciado formalmente que retirará a EEUU del Acuerdo Comercial del Transpacífico (TPP), impulsado por el presidente Obama. El acuerdo incluye a Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam. Ha dicho Trump: “Voy a emitir una notificación de intenciones para retirar a EEUU del TPP, un desastre potencial para nuestro país”. A cambio agregó que impulsará tratados bilaterales “justos” que permitan generar empleos (en EEUU) que se han perdido por los acuerdos comerciales pasados.
Horas después de conocerse los anuncios de Trump, que confirman el inicio del inmediato cumplimiento de las promesas que hizo durante la campaña electoral, el gobierno chino mostró su apoyo a una mayor integración económica en la región Asia-Pacífico. Debe tenerse en cuenta que China no forma parte del TPP, justamente por imposición de EEUU. De ahí que resulten muy llamativas las expresiones de las más altas autoridades de la potencia asiática: “Estamos abiertos a todos los acuerdos que sean positivos para la integración, la facilitación del comercio y la paz y la prosperidad de Asia-Pacífico”. También han expresado que China está dispuesta a liderar el libre comercio de la región.
Lo que Trump propone es el fin del comercio internacional multilateral, trabajosamente conseguido luego de Segunda Guerra Mundial, para volver al comercio bilateral que imperó con anterioridad. Mientras el multilateralismo facilita el comercio y por tanto el crecimiento económico, el bilateralismo lo limita severamente. Se trata de un viejo conocido en nuestra historia económica: “comprar a quien nos compra”, es en realidad la versión ampliada del trueque, comercio sin moneda. No es necesario abundar para advertir el retroceso que ello implica. Pero además, el proteccionismo, que impulsa al bilateralismo y al cierre de la economía, genera de suyo reacciones, represalias; si no permite exportar a su país, tampoco importaremos del suyo. Nacionalismo, proteccionismo, populismo, demagogia, van siempre de la mano y conocemos muy bien sus resultados.
Algo más: si EEUU, aplicando la política de Trump, se repliega sobre sí mismo, abandona o debilita su rol de líder mundial, sobre todo de Occidente, y si Gran Bretaña hace lo mismo con el Brexit, es posible que se produzca un enorme cambio geopolítico. Rusia, donde Putin quiere recomponer el imperio zarista y China convertirse en el líder del comercio mundial, pueden cambiar totalmente el mundo que estamos viviendo.