Nuestro mundo ha tenido hasta el presente cinco extinciones en masa causadas por fenómenos naturales. Ahora estamos en peligro de otras ocurrencias que podrían ser gradualmente aceleradas por causa de la humanidad.
Según un informe de la Fundación Mundial para la Vida Silvestre de octubre de 2016, hay una baja del 58% en el número de animales salvajes desde 1970 hasta la mencionada fecha, principalmente por la incidencia de especies de agua dulce que mostraron caídas de hasta 81% en ese período.
Esta destrucción de biodiversidad no solo se limita al reino animal. El IBGE (Instituto Brasileño de Geografía y Estadística) afirma que el país ya tiene destruida en 88% la zona boscosa conocida como mata atlántica y 54% en la región del Cerrado (200 millones de hectáreas), que comprende las sabanas del centro sur del territorio además de 20% en las principales zonas boscosas de Pantanal y Amazonas.
Estos desequilibrios son provocados por variados fenómenos naturales o por acciones humanas. Así, el talado de bosques, incendios, inundaciones, trombas o ciclones, entre otros, tienen sus consecuencias sociales por las desgracias que provocan, pero también ambientales por las migraciones de animales, muchos de ellos peligrosos para la vida humana huyendo de lugares donde son atacados por dichos eventos.
Esto acontece en todos las latitudes, como hemos visto acá en Mendoza con los recientes incendios en el pedemonte o los devastadores ocurridos en California en noviembre pasado, que causaron muchas muertes de personas y animales. En Brasil, según el Ministerio de Salud de ese país, fueron registrados 150.000 accidentes con ese tipo de animales en su zona boscosa en los últimos cinco años.
Garantía de vida
En un mundo normal debería reconocerse que todos los seres vivos tienen derecho a la supervivencia, principalmente porque la biodiversidad es la que garantiza la vida en nuestro planeta. ¿Acaso se puede vivir sin los alimentos que produce la madre tierra tanto de la vida animal como vegetal?
¿O de las medicinas que se producen de ellos? ¿O de la madera para la construcción de nuestras casas? ¿O del algodón o el cuero con el que hacemos nuestra vestimenta? No se puede prescindir de las florestas que mitigan los efectos del carbono o las polvaredas, para permitirnos respirar un aire más limpio y menos contaminado.
Hay muchas formas de proteger el equilibrio natural que permite conservar la biodiversidad y la principal es mantener el respeto por el hábitat. Es decir, donde está la floresta debe mantenerse los más intacta posible, lo mismo que la sabana o la pradera. Esto permitirá que cada forma de vida viva donde es su hábitat natural y no necesite desplazarse hacia lugares dificultosos para su supervivencia.
Mecanismos de protección
Los países que han tomado nota de los riesgos de perder la biodiversidad han puesto en marcha algunos mecanismos tendientes a su protección. El periodista ambiental brasileño André Trigueiro (Cidades e soluções - RJ News Leya 2017) nos muestra un ejemplo interesante existente en su país. Es un mecanismo denominado RPPN (Reserva particular del patrimonio natural) que consiste en que cada propietario de tierras destine una parte de ellas a convertirla en una zona de reserva protegida propia, incluso con apoyo de los gobiernos locales a través de ayudas, que se pone en marcha una vez que es homologada, en función de si es o no justificable. Los beneficios van desde créditos para la agricultura, disminución en el impuesto territorial o el permiso de realizar en esos lugares otras actividades productivas.
Es claro que los beneficiados deben cumplir con requisitos previamente convenidos como son la revegetación, el facilitar el retorno de especies silvestres nativas de todo tipo, y crear condiciones de seguridad para ellos y para el hábitat. Así, pájaros, mamíferos y reptiles al igual que especies acuáticas podrían estar volviendo a sus lugares de origen.
“Espías buenos”
Actualmente, también se están probando sistemas que agrupan a participantes no habituales en estas tareas como la etnia nativa Suruis en el norte amazónico y juntamente con empresas de tecnología mediante un curioso método llamado de "Espías buenos", que opera con sensores colocados estratégicamente en la copa de árboles y monitoreados desde un centro remoto para detectar actividades irregulares en ciertas áreas de mucho valor económico y ambiental.
Son muchas las ventajas de proteger los bosques y esto no es solo en una región. Es universal, tiene el mismo efecto en todas las regiones de la tierra. ¿Cómo no será valorado tener un mejor aire que respirar o un regulador natural de la temperatura? ¿A quién no le resultará útil controlar o evitar procesos de desertificación? ¿O mantener en su hábitat a animales peligrosos, o la carga de humedad de los suelos?
Lamentablemente esto aún no es debidamente entendido y vemos cómo la codicia por el dinero sigue ganando en detrimento de la protección sustentable. El problema es tan serio que en algunos lugares se llega hasta la máxima violencia, tal como ocurre en el vecino país de Brasil. Allí es común que quien defienda la biodiversidad corra riesgo de vida. Según un informe de la ONG Global Witness solamente en 2015 murieron 50 activistas ambientales mientras que, en el mismo período, en el mundo, fueron 185 en un proceso que no para.
El caso más emblemático fue el asesinato de seis tiros de la misionera norteamericana Dorothy Stang (1931-2005) sucedido el 12 de febrero de 2005 en el estado de Pará (del norte de Brasil) donde trabajaba en la protección de la fauna selvática con su congregación, Hermanas de Nuestra Señora de Namur. Ella era una luchadora de los derechos humanos y sociales y denunciaba constantemente irregularidades en estas áreas provocadas por cazadores y taladores furtivos por todo tipo de abusos con los recursos naturales de la región.
Todos estos temas han estado en agenda en la reunión ambiental mundial COP 24 en Katowice, Polonia, cuyas conclusiones finales se conocerán en los próximos días.
De todos modos se puede adelantar que este encuentro abre una nueva era para la
acción mundial sobre el clima bajo el Acuerdo de París, ya que los gobiernos han adoptado un robusto conjunto de directrices para aplicar el histórico entendimiento. La aplicación del acuerdo beneficiará a todas las personas, pero especialmente a las más vulnerables.
La intención es llevar los asuntos medioambientales a los congresos de todo el mundo a los efectos de convertir en ley todo aquello que hasta ahora fue recomendación. ¡Veremos qué pasa!