Sexo explícito, mujeres desnudas y pornografía expuesta fue la performance propuesta y concretada en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), organizada por el Área de Comunicación, Géneros y Sexualidades de un centro de estudiantes, pero autorizada por las autoridades de esa casa de altos estudios. También estuvo presente parte del colectivo español en la acción propiamente dicha.
La propuesta -lejos de tratarse de la película “50 sombras de Grey”- se denomina Posporno y, según sus animadores, invita a “ampliar el imaginario pornográfico y experimentar otras formas sexualizadas de habitar el espacio universitario”, según el folleto que recibieron los asistentes. La intervención sexual de avanzada, según los organizadores del evento, culminó con una charla-debate.
Ese sería un resumen de la postura “posporno” que un grupo de componentes de la UBA asumió y llevó a cabo. En principio parece que lo mismo que critica su posición, lo practican en la estrategia crítica adoptada; sería mejor trabajarlo desde otra estrategia, no desde la pura provocación que es pasto fácil para la “perversión mediática”. No somos holandeses ni suecos, ni siquiera Buenos Aires es Manhattan.
Aquí hay una cultura normativa machista-patriarcal aún muy fuerte que, más que pretender romperla de un hachazo de provocación, habría que empezar a educarla en otro sentido.
Otra variante podría haber sido llevar la representación a un ámbito privado y luego discutirla como un trabajo de investigación, si es que la mira final es analizar conductas humanas, reacciones o lo que fuere.
Pero cualquier asunto de educación cultural lleva años y este evento en la UBA quedará como una anécdota pre vacaciones de invierno.
No parece que hayan querido “exaltar el sexo” sino más bien jaquear el relato contemporáneo sobre el exhibicionismo y la “obscenidad del mundo” que muchos autores ya vienen abordando desde la década del ’80.
Si se hacen en el ámbito universitario estas pseudas prácticas artístico-políticas (un lugar donde se supone que, entre otras cosas, se forma el pensamiento crítico), no puede quedar sólo en la mera exhibición y analizar luego el efecto bola de nieve que provoca.
Tampoco se critica el posporno de la facultad para sostener una posición pacata, escandalizada, pero sí para afirmar que una mirada crítica sobre el sexo reducido a una performance es vuelo bajo, completamente desmedido.
El tema del sexo puede y debe ser tratado con la dimensión que tiene y no como un agudo golpe bajo como el aplicado, completamente desmedido, fuera de contexto. Una de las pruebas de desaprobación generalizada hacia el espectáculo ofrecido, es que el público real del “show” no superó las 30 personas, cuando es muy alta la nómina de estudiantes que se forman en esa unidad académica.
También deben caer bajo la óptica crítica las autorizaciones otorgadas por las autoridades de la facultad en cuestión. Por de pronto, una fiscalía porteña y la comisaría de jurisdicción iniciaron de oficio una investigación por el posible delito de “exhibiciones obscenas”, que reprime a quien ejecute o hiciese ejecutar actos de exhibiciones expuestas a ser vistas involuntariamente por terceros.