El respeto y las propuestas deberían ser siempre los preceptos institucionales sobre los que se debe apoyar una campaña electoral seria y positiva para los ciudadanos, que son los que eligen. Con más razón cuando, como este año, la elección es meramente legislativa, con lo cual no solamente se plebiscitan gestiones ejecutivas, sino que se renuevan los cuerpos encargados de elaborar las leyes que deben regir la marcha de un Estado.
Sin embargo, pocos días después de las primarias abiertas que oficializaron las candidaturas a las legislativas y cuando, en lo formal, aún falta un trecho para que se inicie la próxima campaña electoral, algunos hechos en el país han servido de incentivo para que sectores políticos den por iniciada una campaña que, por lo que se observa en estos días, puede superar los límites tolerables de tensión en estas circunstancias.
Preocupa el nivel de intolerancia que se genera a partir de hechos realmente lamentables, como la desaparición de Santiago Maldonado. Han sido desmedidas y hasta fuera de lugar las acusaciones que distintas voces de la oposición y de organismos de derechos humanos alzaron contra el gobierno nacional adjudicándole actitudes propias de una dictadura al pretender argumentar, por ejemplo, que la Argentina se encuentra ante un plan de desaparición de personas contrarias al Gobierno. También están aún fuera de lugar los cargos que se le formulan al Ejecutivo por el manejo de la Gendarmería Nacional, en la mira por la mencionada desaparición, puesto que una vez que la Justicia llegase a comprobar que efectivamente fueron integrantes de esa fuerza de seguridad los que atentaron contra la vida de Maldonado se estaría en condiciones de pedir la remoción de sus cargos de los funcionarios gubernamentales responsables de ese eventual desmanejo de la seguridad pública.
Es indudable que el escenario electoral de la provincia de Buenos Aires es el que marca el pulso político de la Argentina una vez más. Y esa escena, como producto de los resultados de las PASO recientes, ya se caracteriza por una marcada polarización entre las que hoy son las principales fuerzas políticas en el país: el oficialismo a través del frente Cambiemos y el kirchnerismo, que busca mantener caudal electoral para pelear el liderazgo en el disperso mundo del peronismo. En esa puja a dos puntas se incluye hoy el caso Maldonado, explotado fuertemente por uno de los sectores dominantes.
Es por ello que lejos estamos por ahora de un debate serio de propuestas, como debería corresponder ante la proximidad de una elección de mitad de mandato. Los que se realizarán en octubre son comicios que, por un lado, deberán servir para expresarse sobre la marcha del país según la gestión de Cambiemos. Pero, además, la convocatoria es para que en cada provincia la gente también se exprese a través de sus representantes parlamentarios sobre las políticas que implementan los gobiernos locales.
Propuestas para la política nacional, propuestas para las políticas provinciales, propuestas para las políticas municipales… Nadie puede argumentar que no hay motivos para no debatir iniciativas que puedan ser llevadas a los ámbitos de poder (legislativos y ejecutivos) después del voto que viene.
Es de esperar que el lanzamiento oficial de la campaña, al promediar este mes, permita recapacitar a los protagonistas políticos sobre la necesidad de impulsar iniciativas que incentiven a la gente a participar con esperanza de una mejor calidad institucional y respeto en sus candidatos. Obstaculizar, dividir, enfrentar y provocar violencia no son buenas señales para una democracia que ya superó los 30 años pero que parece aún no madurar.