José Luis Toso - jtoso@losandes.com.ar
La reaparición de Francisco Pérez llamando nuevamente al acercamiento político en el marco de la inédita transición que vive la Provincia resultaba prácticamente inevitable.
La previa de las PASO nacionales disimuló bastante los problemas con las cuentas públicas que no pudo evitar el gobierno provincial, pero una vez superada esa instancia electoral no cabía para el Gobierno otra alternativa que aceptar, nuevamente, estar atravesando tan difícil momento y buscar un remozado acercamiento con quienes desde diciembre tomarán la conducción de la Provincia.
Antes de que el Gobernador anunciara, el viernes, que está dispuesto a cumplir con pedidos que le hizo Alfredo Cornejo y expresara su deseo de dejar la Provincia “ordenada” en lo que respecta a pago de sueldos y aguinaldo y otros compromisos, la administración “paquista” había atravesado una suerte de campo minado, con estallidos prácticamente diarios que repercutieron muy fuerte y resultaron indisimulables.
Entre otras cosas, hasta los despachos oficiales llegaron mensajes de los “caciques” departamentales por los atrasos en lo referente a giros de la coparticipación. Así, se supo que la deuda con los municipios ya llegaba a más de 200 millones de pesos sólo por ese concepto.
El capítulo de la deuda con los proveedores del Estado también tuvo trascendencia cuando las luces de alerta se encendieron en los hospitales, a punto de quedar sin el elemental servicio de comida. Y los empresarios de colectivos hicieron notar una vez más que los servicios nocturnos seguían peligrando por promesas de pago no cumplidas.
En medio de tanta turbulencia, desde el Ministerio de Hacienda y a través de la Administración Tributaria Mendoza, lanzó el Gobierno un nuevo plan de facilidades de pago de impuestos provinciales que no cayó para nada bien en el radicalismo, mientras el Ejecutivo alcanzaba a reunir fondos para hacer frente, en parte, a los reclamos de coparticipación que llegaron desde los departamentos, a los reclamos de Autam y a los sueldos atrasados en varias áreas.
Es por ello que la nueva invitación al diálogo que efectuó el viernes Pérez, accediendo al pedido de Alfredo Cornejo de dejar en suspenso decisiones que terminarán repercutiendo en la futura administración provincial, si bien es mirada con desconfianza por el radicalismo, sirve para bajar tensiones y responde a expectativas de sectores sociales y empresariales que venían reclamando el entendimiento de partes para encauzar la delicada situación financiera imperante.
Que en las filas del cornejismo tomen con cautela el anuncio del Gobernador tiene sus justificativos. No dudan tanto de la palabra de Pérez, sino del desorden interno que vive el justicialismo luego de la derrota de junio. No olvidan cuando el 21 de julio un grupo de funcionarios y legisladores, que tuvo como portavoz al diputado Jorge Tanus, anunció que el acercamiento quedaba congelado, por lo menos hasta después de las primarias presidenciales.
Hay un dato que puede servir para entender lo que viene: Pérez dijo el viernes que a partir de ahora por su gobierno el único interlocutor en la transición será su ministro Francisco García Ibáñez. Una sutil manera de dejar en claro que no habrá otro interlocutor autorizado; un blindaje con el que el Gobernador pretende aislar lo que queda de su gestión de la pelea interna de su espacio político.
Peregrinaje por los recursos. La crisis financiera se hace sentir todos los días en distintos ámbitos. En el caso de las comunas, hay voces preocupadas que destacan que el peregrinar de los intendentes oficialistas hacia la Casa de Gobierno buscando soluciones es casi constante. En más de un departamento en manos del justicialismo los atrasos en el pago de sueldos a funcionarios y jerárquicos en general ya coloca a éstos al borde del disgusto más que de la preocupación.
Y todos los problemas se hacen más notorios por las carencias que en lo político han caracterizado al actual gobierno provincial. Lo que más se objeta en voz baja es el casi nulo peso político que tuvo el gabinete provincial en estos años de gobierno de Pérez. Están los que sostienen que muchos problemas de gestión y de soledad para encarar este último tramo que enfrenta el Gobernador es atribuible a la falta de cintura política de sus numerosos ministros y otros colaboradores de menor rango.
“La lección que queda es que si no hay suficiente capacidad de liderazgo provincial, por lo menos tenés que buscar a tu lado gente con trayectoria y que haya hecho política”, es la evaluación escuchada de otro allegado al oficialismo local.
De todos modos, aseguran en los ámbitos departamentales que actualmente hay una especie de pacto de silencio entre dirigentes en general y funcionarios políticos para no expresar hacia afuera ningún tipo de enojo con la gestión de Francisco Pérez.
Lo que sí comienza a notarse es alguna inquietud de los jefes territoriales por conocer qué hará el futuro gobierno de Cornejo y, por qué no, comenzar a tender puentes para que la futura relación entre la Provincia y los municipios comience en los mejores términos, sin distinción de colores partidarios.
“Es lógico que eso suceda. Si hace poco, aquí, en Mendoza, Scioli dijo que si es presidente no tardará en acordar con Cornejo lo que le había prometido al Adolfo (Bermejo), por qué no pueden los muchachos pensar en mantener una buena relación desde el arranque con el nuevo gobernador radical...”, comentó con enfático convencimiento un dirigente de trayectoria en el PJ.
Más allá de los números y los recursos, el panorama se encuentra bastante complicado puertas adentro en el justicialismo.
Quienes pertenecen al sector Azul no terminan de asimilar el duro golpe que significó la muerte de su líder, Juan Carlos Mazzón. Todos entienden que el mal trago debe ser superado porque a dicha corriente le cabe una enorme responsabilidad en la gestión pública a partir de diciembre, ya que la mayoría de las intendencias que pudo retener el peronismo mendocino están en manos de dirigentes “azules” y casi todos ganaron con porcentajes contundentes.
Entienden en el sector que lideraba el “Chueco” Mazzón que se aproxima un proceso natural de recambio dirigencial. Pero, por ahora, quien asoma con mayor autoridad para ejercer la eventual conducción es Adolfo Bermejo, aunque hay quienes temen que, más allá de las medallas que sobre su trayectoria pesan en el maipucino, la derrota reciente a nivel provincial signifique un impedimento, teniendo en cuenta que “en el peronismo tradicionalmente no te perdonan mucho haber perdido”, señaló una voz cercana a los “azules”. Y entre los intendentes de dicha línea interna quien podría intentar insinuar alguna proyección es Jorge Giménez, tanto por trayectoria como por conducir uno de los departamentos de mayor gravitación en la provincia, cual es San Martín.
La muerte de Mazzón, la derrota del proyecto político de Ciurca (ahora metido en la campaña de Scioli) y los problemas de gestión del gobierno de Pérez, que se tornan indisimulables a raíz de las sucesivas caídas electorales de este año, generan un panorama complicado para el oficialismo en retirada que repercute fuertemente en el plano institucional provincial. Y Cornejo, que electoralmente ya cumplió con Cobos, Sanz y Macri, y sabe más de lo que muchos suponen de cómo está la situación provincial, advierte que ya es hora de empezar a preparar su gestión.