Sólo los fumadores entienden el placer que puede generar encender un cigarrillo, su aroma, disfrutarlo y saborearlo pitada tras pitada. Claro que también nadie mejor que los fumadores para contar en primera persona las consecuencias negativas del tabaco y las secuelas de los incontables químicos y sustancias que componen cada uno de estos pequeños cilindros, consecuencias que se evidencian desde manchas y coloraciones en la piel hasta problemas respiratorios o cáncer de pulmón (en el peor de los casos).
Ante esta riesgosa realidad -contrapuesta al placer adictivo-, hace algunos años vio la luz un innovador invento: el cigarrillo electrónico. Un tubo sintético y re utilizable con el cual los fumadores pueden despuntar el vicio, aunque -a diferencia de los cigarrillos tradicionales-, lo que inhalan y exhalan sus usuarios es vapor y no humo.
En 2011, y ante la falta de información científica y precisa sobre la totalidad de los componentes de la sustancia que se “vapea” (del vapor), la Anmat prohibió su utilización y la OMS desaconsejó su uso. No obstante, no son pocos los fumadores -en la mayoría de los casos que intentan dejarlo- que los usan y su comercialización sigue en auge, especialmente vía mail y con ofertas que incluyen hasta envío a domicilio. Claro que, al encontrarse prohibido, se trata de un mercado clandestino.
“La prohibición de la Anmat se explica porque no se sabe realmente qué es lo que contienen adentro los cigarrillos electrónicos. No sabemos la concentración de nicotina que tienen. Además hay algunos componentes como el propilenglicol que, si bien es inocuo, no está demostrado que también lo sea cuando ingresa por la vía respiratoria. Asimismo, especificó que está demostrado que, al calentarse los cartuchos, se eliminan sustancias que pueden llegar a ser cancerígenas -en una proporción mínima- ingresando al organismo”, destacó el neumonólogo Ramón Alchapar, quien consideró que este artefacto no sirve para dejar de fumar y que -como médico- tampoco puede recomendarse ya que no cuenta con validación científica.
“Se hizo un estudio en Francia que demostró que el cigarrillo electrónico es 950 veces menos nocivo que el tradicional. Es que no tiene alquitrán, ni brea ni toda la mugre que tiene el cigarrillo común. Entonces, es como una vaporización. Al ‘vapear’ con el cigarrillo electrónico, sólo ingerimos propilenglicol y glicerina vegetal, y son dos sustancias que están aprobadas para su uso en el cuerpo humano.
Ello se diluye en el saborizante que uno elija o en nicotina. Incluso, se personaliza la graduación de nicotina y no necesariamente uno ‘vapea’ los 18 miligramos que tiene un cigarrillo tradicional”, se explayó a su turno Facundo (34), quien no sólo es usuario de este producto sino que además -y de forma autodidacta, según resalta- ha estudiado sobre la temática por su cuenta y se encarga de traer estos productos del extranjero y proveer en Mendoza. “Yo no quiero vender por vender; quiero demostrar a la gente que esto sirve para dejar de fumar”, se explayó.
En tanto, entre los usuarios las opiniones sobre su efectividad precisamente para abandonar el vicio, son variadas y dispares (ver aparte).
Prohibido
Hace cuatro años, cuando el cigarrillo electrónico asomaba como la “esperanza” para los fumadores argentinos, la Anmat decidió prohibir su comercialización en el país. Los argumentos principales fueron dos: falta de conocimiento específico sobre su contenido y no encontrar evidencia de su eficacia.
“Termina siendo como un juguete para mantener el gesto de llevarlo a la boca, inhalar y exhalar humo, pero no sirve para dejar de fumar. El tema es que mantiene la nicotina, que es lo que genera adicción porque es estimulante, y hay jóvenes que lo usan sin haber sido o ser fumadores. Nosotros usamos remplazos nicotínicos validados por la Anmat, como son chicles, pastillas, parches y el spray nasal. En todos estos casos podemos dar opiniones validadas, no así con el cigarrillo electrónico que no está validado como fármaco”, se explayó Alchapar.
Además, el especialista se refirió a los riesgos de su comercialización clandestina (algo que existe en todo el país). “Al ser comercializado fuera de los circuitos médicos, son peligrosos porque, además, el producto ingresa por vía respiratoria. Muchos los compran en Chile y los traen desde afuera porque allá es de venta libre. Al no estar validados, se han dado casos de explosión de batería mientras han estado siendo manipulados por personas”, sintetizó el médico, quien además dirige el consultorio de Cesación tabáquica del hospital Lencinas.
Clandestino
Para Facundo, el principal rechazo a este producto viene de las tabacaleras y de los Gobiernos. “Si te fijás, 70% del valor de los cigarrillos se lo quedan los gobiernos en calidad de impuesto. Entonces se entiende por qué hay tanto rechazo”, indicó el hombre, quien por su cuenta se ha interiorizado en el mundo no sólo de los cigarrillos electrónicos sino también de los distintos vapeadores.
“Otra ventaja con respecto a los cigarrillos tradicionales es que no existe el vapeador pasivo. Está demostrado que a 70 centímetros de la persona que lo usa no quedan rastros de nicotina ni de nada. En otros países se vende normal y libremente el cigarrillo electrónico. Acá, lamentablemente, hay que traerlo de contrabando. Tampoco existe un único equipo sino que cada uno puede dar una sensación totalmente distinta y también depende de la otra persona. Ocurre lo mismo que con los cigarrillos tradicionales, no son todos iguales. Pero estos son menos nocivos”, siguió Facundo, y resaltó que es lo más efectivo para dejar de fumar.
Otra de las formas de comercializar estos productos es por medio de internet. En cadenas de mails, suelen llegar -en forma de spam- ofertas que incluyen un cigarrillo, baterías, funda y hasta envío a domicilio, y los precios oscilan entre los 800 y los 1.000 pesos.
“Yo fumaba un paquete de diez por día, hasta que estuve un mes en cama por una neumonía y dejé de fumar. Después fui volviendo de a poco hasta llegar a 30 ó 35 cigarrillos diarios. Hice todos los tratamientos y no me sirvieron. Hasta que en 2012 compré mi primer equipo y dejé de fumar. Como vi su efectividad, me metí mucho en el tema y empecé a traer para vender acá. Es la única forma que encontré para dejar de fumar”, sentenció.
Diferentes puntos de vista
Dino (36)
“Lo usé por un tiempo, pero nunca me sirvió como remplazo del cigarrillo. Tal vez puede ayudarte un poco para dejar, pero no lo cambia. Además te falta ese juego de sostener el cigarrillo (porque hasta el más chico del electrónico es más grande que los tradicionales) o de tirar la ceniza. Además tenés que estar siempre pensando en que lo tenés que cargar.
La sensación no es la misma. Conozco gente que cambió el tradicional por el electrónico, pero después volvió a los de siempre. Si más o menos estás listo y mentalizado para dejar de fumar, puede que te ayude. Pero si no, no es lo mismo. Yo volví a fumar los tradicionales.”
Darío (47)
“Hace dos años, mi mujer fue a España y me trajo un cigarrillo electrónico de allá, donde ya estaba instalado. Yo lo había visto en una película de Johnny Depp hasta ese momento. Me gustó mucho, me sirvió. La verdad es que yo soy muy adicto al pucho y durante 25 años fumé tres paquetes por día. Pero cuando me compré el primer vapeador, empecé a prender menos de los otros. En mi caso, no lo uso para dejar de fumar. He hecho tratamientos de todo tipo, pero no he podido. Ahora con esto, he llegado a estar 6 meses sin prender un cigarrillo.
En momentos de mucha tensión fumo -como mucho- un paquete diario. Si pensás que dejás de meterte plutonio, alquitrán, arsénico y otras mugres, es bueno. Con esto, sólo aspirás nicotina, si es que vos querés, porque también hay otras esencias. Creo que la prohibición y mala prensa tiene más que ver con que perjudica a las tabacaleras que otra cosa porque el electrónico nunca va a ser más nocivo que el cigarrillo tradicional. No me gusta ser adicto y espero poder dejarlo alguna vez, al tabaco y al electrónico. Pero te aseguro que a mí me cambió la voz y hasta el color de piel.”
Paola (40)
“Empecé a usar el cigarrillo electrónico en junio y lo tuve que traer de afuera. Antes, traté de dejar de fumar con chicles y otros métodos, pero no pude.
Ahora no es que he dejado de fumar, pero ya no fumo tabaco, lo dejé por completo. Uso el electrónico con nicotina y la sensación es muy parecida, aunque menos intensa que la del cigarrillo común.
Además tiene hasta la parte de sostenerlo, de echar humo. Eso ayuda a la ansiedad también.
El problema es que no se consiguen repuestos acá, y las ganas de fumar los cigarrillos tradicionales siempre están."
Lucas (29)
“Empecé a fumar a los 17 y dejé hace tres meses. En ese momento probé el cigarrillo electrónico y desde entonces no volví a tocar otro pucho. Al principio genera como un choque, principalmente en lo que es el sabor. Por eso a la gente que sólo lo prueba, pero no quiere dejar de fumar, no le gusta. Es cuestión de adaptarse, y mucha gente lo usa como tratamiento para dejar de fumar, como complemento.
Los cigarrillos que fuma en un día realmente con ganas un fumador, pueden contarse con los dedos de una mano. Los demás son automáticos. Lo bueno del vapeador es que no tenés que fumar todo un cigarrillo, sino que podés vapear lo que quieras realmente. Además, no hay pruebas de que sea bueno pero tampoco las hay de que sea malo. Al vapear, estás quitando un montón de químicos que tienen los puchos tradicionales. Sería como inclinarse por el mal menor.”