El productor es el eslabón más débil de la cadena agrícola

Mendoza cuenta con una importante actividad agrícola que nuclea a miles de productores, tanto en la actividad vitivinícola, la frutícola como la hortícola. Sin embargo, es el sector que menos recibe en el precio final del producto.

El productor es el eslabón más débil de la cadena agrícola

El estudio presentado por el Observatorio de Economías Regionales de la Asociación de Cooperativas Vitivinícolas es más que elocuente: el productor primario se queda con menos del 5 por ciento (el 4,6 en realidad) del valor final del producto y la tajada más grande, el 71 por ciento es recibido por el sector comercial y el transporte.

La seriedad del estudio está dada por los participantes del mismo, ya que intervinieron economistas, la Universidad de Mendoza y Coninagro.

La situación es conocida por los productores mendocinos en las distintas actividades agrícolas y es muy factible también que el consumidor final desconozca esa realidad.

Sólo suelen tomar conciencia cuando los productores realizan sus reclamos, como sucediera cuando procedieron a arrojar damascos en la ruta 7, ajos en el centro de la ciudad o realizaron marchas en épocas de la cosecha de la uva. En todos los casos, en protesta por la carencia de precios que generen que su actividad sea rentable.

Es en la industria vitivinícola, la más organizada de la provincia, donde la situación es más conocida por la gente. Se sabe, en ese caso, que un litro de vino a granel es pagado 1,90 pesos al productor, llega a las cadenas de distribución a 4 pesos y termina siendo comprado por el consumidor final a un valor superior a los 10 pesos.
 
En las frutas pasan situaciones similares y más grave aún es lo que sucede con la horticultura donde un productor que debe soportar los costos de semilla, agroquímicos, abonos y esencialmente su trabajo, suele recibir 50 centavos por un "fardo" de diez atados de acelga, mientras que en la verdulería cada uno de esos atados es vendido a un peso.

Así, la gran proporción de la ganancia quedó en sólo dos pasos de la comercialización, conformados por la feria de distribución y el puesto de venta final. Las conclusiones a las que arribaron quienes realizaron el proyecto encargado por Acovi indican que, en general, la participación del productor agropecuario en la venta final del producto es de apenas el 4,6 por ciento; los proveedores de insumos se quedan con el 24 por ciento y el resto, el 71 por ciento, se lo lleva el sector comercial (en la venta) y el transporte.

En el estudio se señala también que la pérdida de competitividad de los productos surge del atraso cambiario y una inflación constante y creciente, la alta incertidumbre, las dificultades para conseguir insumos importados y las pérdidas por el retraso en las devoluciones tributarias, como el IVA. Esa situación alcanza a los bienes exportables, pero la realidad marca que el problema también alcanza al mercado interno.

Es necesario reconocer que las cadenas de distribución y los grandes centros de venta también tienen sus costos y que estos son importantes. Pero no es menos real que resulta difícil entender que por sólo la venta del producto terminen quedándose con la parte más importante del precio final y que el productor, que además de su trabajo y de su inversión está expuesto a perder todo por inclemencias climáticas, termine recibiendo una parte ínfima; y que muchas veces no le alcanza ni siquiera para cubrir los costos de producción.

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