Por Rodolfo Cavagnaro - Especial para Los Andes
Los países suelen tener crisis y formas de sortearlas aunque, rara vez, se encaran caminos de largo plazo destinados a solucionar los aspectos estructurales que hacen que dichas crisis sean repetitivas.
Argentina viene experimentando desde hace años un problema estructural grave que es la pérdida sistemática de competitividad debido a la cada vez peor productividad de todos los factores que intervienen en la economía.
Pero, veamos a qué nos referimos. La productividad es un concepto que mide los resultados obtenidos en un proceso determinado utilizando una cantidad determinada de factores. La mejora o el empeoramiento surgen de comprar los resultados obtenidos en otros períodos en los cuales se utilizó la misma cantidad de factores.
La productividad se puede medir en términos o totales o por factores. Por ejemplo, se puede medir la productividad del capital, o sea, la cantidad de unidades producidas utilizando la misma cantidad de capital, o la de la del recurso humano, midiendo si ha sido posible obtener mayor cantidad de unidades con la misma dotación.
La competitividad es la que nos dice si los productos obtenidos pueden ser vendidos en los mercados cubriendo los costos y permitiendo a las organizaciones obtener la rentabilidad que les permita seguir creciendo. Esto implica que se puede ser productivo, pero quizás no ser competitivo, pero, con seguridad, no se puede ser competitivo sino se parte de un buen indicador de productividad.
Estamos frente a conceptos cualitativos, porque, en principio, estas mediciones deben estar destinadas a obtener mayor cantidad de y mejor calidad para satisfacer mejor a los clientes y a precios ventajosos para éstos. Muchas veces hay productos cuyo precio debe ser mayor porque se deben cubrir los costos pero van acompañados de cualidades muy apreciadas por los consumidores, por ejemplo, un producto orgánico, o con un posicionamiento de marca que le transfiera prestigio al que lo consume o usa.
Los problemas argentinos
El primer tema que debemos comprender es que por más que analicemos la productividad o competitividad desde el punto de vista de una empresa, esta está inserta en un medio en el cual tiene proveedores de bienes y servicios. Entre ellos, el mayor proveedor de bienes y servicios es el Estado y el tema es que si todos los actores no son productivos nadie podrá ser competitivo. Por eso, productividad y competitividad son conceptos que requieren un abordaje sistémico.
En Argentina, cada vez que se produjo una crisis se recurrió a la solución más fácil, que era devaluar la moneda para obtener ventajas cambiarias, por una parte, y bajar los salarios medidos en dólares, por la otra. Jamás se trabajó para mejorar la productividad y la competitividad. Y siempre que hubo que recurrir a estas herramientas fue por crisis recurrentes del Estado, cuya productividad nunca interesó y de cuya competitividad nadie se ocupó y, lo que es más grave, nadie reclamó.
Las crisis del Estado, por exceso de gasto público se financiaban con aumentos de impuestos, emisión monetaria o endeudamiento externo o todas juntas en secuencias seguidas, que afectaban sistemáticamente la competitividad de las empresas. El sector privado, de paso, aprovechaba coyunturas monetarias, donde se aumentaba la tasa de interés y preferían buscar rentabilidad financiera sin invertir y le pedían protección al gobierno para evitar la competencia de productos importados.
Esto trajo como consecuencia una crisis permanente del Estado, con niveles de gasto cada vez mayores y endeudamientos difíciles de pagar. La carga impositiva tanto de la Nación, como de las provincias y los municipios, está asfixiando a las personas y las empresas, mientras al Estado, en todos sus niveles, no le alcanza. Y los más perjudicados son los trabajadores que no pueden tener mejores salarios por la baja productividad de sus empresas y, además, soportar procesos inflacionarios confiscatorios
Hay que parar con esta locura !!!
El camino de la reparación
La economía argentina debe ser capaz de mejorar su productividad y ser competitiva pagando buenos salarios a sus trabajadores, pagando impuestos razonables y teniendo un Estado eficiente que brinde servicios de mejor calidad día a día.
Para esto hay que recorrer un camino que supera a cualquier gestión de gobierno y debe ser un reclamo unánime de toda la sociedad, pero también un compromiso de todos los actores, tanto del Estado como de los políticos, los empresarios y los sindicatos.
El punto fundamental pasa por mejorar la capacidad de gestión, para lo cual es fundamental tener planes y objetivos claros y una hoja de ruta. A su vez, es fundamental la capacitación, especialmente de los sectores directivos, que son los que deben dirigir a la sociedad, y de los trabajadores, que son quienes deben ejecutar los trabajos. El 99% de los problemas de las organizaciones son defectos de dirección.
El Estado no puede seguir gastando en forma indiscriminada, justificando su asistencia a sectores privados en una práctica populista que ya no es financiable. Los subsidios solo son aceptables como excepción para personas en condiciones de indigencia en forma transitoria hasta que puedan salir de esa situación.
Argentina tiene una serie de condiciones favorables que debe explotar, que es lo que se denominan ventajas comparativas. Pero con eso no alcanza. Hay que hacer de ellas ventajas competitivas y, con ese concepto, pueden llegar a ser competitivas actividades que, inicialmente, no representaban ventajas comparativas.
El Estado, y el Banco Central especialmente, deberían preocuparse por la sanidad de nuestra moneda y asegurar condiciones cambiarias de equilibrio, al menos hasta que el resto de la economía pueda mejorar sus condiciones de productividad para poder ser competitiva.
Es un camino largo que, en la medida que se inicie y se explicite y que sea claro y perceptible, va a generar la dosis de confianza para que los particulares inviertan y aceleren el ritmo de mejora. Pero no olvidemos que estamos hablando de un proceso cualitativo que debe ser encabezado desde el Estado, y para que el Estado sea competitivo debe partir de tener funcionarios competentes.
Seguimos hablando de calidad y, aunque lo he dicho muchas veces, es pertinente repetir el concepto. La calidad de las empresas y del Estado de un país depende de la calidad de las escuelas del país. Por eso, el compromiso por la mejora de la educación debe involucrar a todos los sectores de la sociedad y no dejarlo para un círculo cerrado de iluminados.
Estamos muy cerca del fondo, no seamos tan necios de seguir presionando hasta que lo toquemos si podemos hacer el esfuerzo para empezar a salir a flote antes de llegar al final.