Durante las próximas semanas, Rusia se convertirá en el centro de la noticia a nivel internacional, como consecuencia de la realización del Campeonato Mundial de Fútbol, que la tendrá como sede. El país de mayor extensión en el mundo ha encontrado en el deporte (organizó pocos años atrás las Olimpíadas de Invierno) una forma de hacerse conocer y de hacer pública su apertura económica para sostener su lugar en el podio luego de la incorporación de China en el comercio mundial. Pues bien, a medida que se van conociendo los números de ciertas y determinadas actividades económicas, vamos también conociendo detalles que nos permiten conocer el porqué de ese posicionamiento mundial sostenido. Y paralelamente preguntarnos por qué motivos también la Argentina se encuentra estancada y en muchos de los casos ha retrocedido a nivel internacional.
Más allá de las posiciones políticas, nadie puede dudar de la capacidad de Jorge Castro como analista internacional. En una reciente nota de opinión publicada por Los Andes, Castro hace alusión al crecimiento exponencial logrado por el agro ruso en los últimos 20 años, lo que le ha permitido recuperar espacios perdidos en los mercados internacionales. Y hasta se dan casos de cifras que nos llaman tanto la atención como la preocupación, como cuando el analista señala en uno de los párrafos que "Rusia ha logrado volver al mercado mundial tras la desintegración de la Unión Soviética y el colapso del Estado ruso y ahora ocupa un nivel similar al que tenía antes de la Primera Guerra Mundial, cuando junto con Argentina disputaban a Estados Unidos la primacía en el mercado mundial de granos". Y en ese marco cabría preguntarnos que si Estados Unidos logró mantenerse y Rusia recuperarse, ¿qué nos pasó a nosotros?
Castro indica que el agro soviético se derrumbó en 1991, cuando coincidió con el colapso de la Unión Soviética, con una caída del 40 por ciento en la producción agrícola y un 50 por ciento en el plantel ganadero, agregando que a partir de 1998 comenzó un proceso de recuperación. A modo de ejemplo señala que la producción de granos pasó de 63 millones de toneladas en 2000 a 86 millones en 2014 y pasó de comprar 3 millones de toneladas de granos en 1996 a exportar 24 millones de toneladas en 2014. Asegura que en los primeros 10 años del siglo XXI Rusia creció a razón del 1,7 por ciento anual.
Frente a ese panorama ruso, cabría hacer mención a lo que sucede con la Argentina en lo relativo a la producción agropecuaria y dentro de ese rubro, a lo que ocurre con la actividad avícola, por tomar un solo ejemplo.
Allí aparecen cuestiones alarmantes, como por ejemplo que en 2017 los criadores avícolas habían decidido recortar el 12 por ciento la producción de pollos y huevos, por tiempo indeterminado, "como consecuencia de la acumulación de stocks", producto de una baja en el consumo interno y una caída en las exportaciones.
A ello se le suman datos incomprensibles ya que en lugar de ponernos contentos porque la actividad había crecido un 6,8 por ciento en los primeros cinco meses, se pasó a la preocupación porque había colapsado la capacidad de frío, como consecuencia de un ritmo menor en el crecimiento en el consumo interno y una caída del 0,74 por ciento en las exportaciones. Además, en lugar de reunirse para establecer de qué modo aumentar las ventas, las discusiones de los productores se centraron en la forma que se podía establecer para reducir la oferta.
Con relación a lo que puede suceder este año, en la publicación del Departamento de Agricultura de Estados Unidos sobre el pronóstico de la industria avícola argentina se esperaba que se mantendrá el estancamiento iniciado en 2012 porque el consumo interno alcanzó su límite y las exportaciones continuarán con su crecimiento extremadamente lento.
Es de esperar que ese pronóstico no se cumpla y que se modifique favorablemente, especialmente en lo referido a las exportaciones, porque el retraso cambiario era uno de los motivos principales del problema.