El tema se ha convertido en una constante durante los últimos años. Sucede que, a efectos de no perder los beneficios que otorga el Gobierno nacional a través de los planes sociales, la gente prefiere no cosechar o bien hacerlo “en negro”, y la carencia de recolectores es manifiesta.
Ello genera, paralelamente, que en cada finca se produzca una mini paritaria entre lo que puede llegar a pagar el productor y lo que reclaman los cosechadores. Con un aspecto no menos inquietante: si bien en la actualidad la situación afecta a la vendimia, es indudable que se repetirá cuando comience la cosecha de aceituna.
Décadas atrás, muchos trabajadores solían pedir su licencia anual para la época de la vendimia y, junto con sus familias, concurrían a cosechar. Con lo recaudado, adquirían gran parte de mercaderías no perecederas -harina y azúcar, entre otras- que iban a consumir durante gran parte del año.
La modalidad se fue perdiendo en el tiempo y apareció un nuevo fenómeno, el de los obreros golondrina. Eran cuadrillas que llegaban desde el norte del país, una vez finalizada la zafra de la caña de azúcar, y en Mendoza participaban de la cosecha de la uva, continuaban con la de aceituna y posteriormente retornaban al norte para iniciar el nuevo ciclo azucarero.
Al decir de los propios productores locales, esa forma de trabajo también se perdió, aduciendo problemas de logística y de mayores costos. Según se indica, están llegando contados contingentes y responden al hecho de que ya tienen un destino fijo, cosechando para el mismo productor y luego se vuelven a sus provincias.
Sin embargo, gran parte del arco vitivinícola atribuye la falta de cosechadores a la situación planteada con los planes sociales. Pasaba que, de acuerdo con la ley, la gente que conseguía un trabajo dejaba de percibir de inmediato los beneficios. La situación llegó a oídos de la propia Presidenta de la Nación quien, durante una visita a Mendoza para participar de la Fiesta de la Vendimia, anunció que la gente no perderá los planes cuando el trabajo que desarrolla es eventual, como sucede con la cosecha.
Si bien ese anuncio tuvo gran repercusión pública, los beneficiarios de los planes desconfían y prefieren, o no trabajar o permanecer “en negro” en el trabajo de la cosecha. Los productores señalan que el problema radica en que, al percibir salario familiar por el trabajo de vendimia, al cosechador se le complica después volver a recuperar los planes. “Hay algo que está fallando en todo el mecanismo”, se indica.
Tampoco ha dado resultados la cosecha mecánica, en razón de que gran parte de las fincas de la provincia no están adaptadas para ese tipo de recolección y el paso de la máquina suele generar numerosos problemas en el mantenimiento de las hileras. En el caso de las uvas destinadas a vinos de alta gama, la cosecha debe ser manual, cuidada y hasta con la utilización de elementos especiales que suplantan a aquellos históricos “tachos”.
Respecto de las aceitunas, si bien existen cosechadoras especiales para desarrollar la tarea, las plantaciones tampoco están adaptadas a las exigencias de la nueva tecnología y su recambio insumiría fuertes inversiones y varios años sin cosechar hasta que la planta logre su desarrollo ideal para producir.
Por una cuestión de oferta y demanda, la carencia de cosechadores determina que los trabajadores pidan más valor por el tacho de uva, mientras los productores se enfrentan a la disyuntiva que les plantea el precio de la uva, que no ha sufrido variantes notables respecto de lo que se pagaba el año pasado.
De allí que surge la necesidad de profundizar las campañas destinadas a esclarecer la situación de la gente que percibe planes sociales y que puede cosechar sin perder los beneficios, mientras paralelamente se acelere el otorgamiento de préstamos para cosecha y acarreo para aquellos productores que no pueden hacer frente a la vendimia por problemas financieros.
