Para los representantes de diversas cámaras y bodegas, lo que se ha hecho en estos dos meses son paliativos de corto alcance y no tocan el problema superficialmente.
En definitiva, el sobrestock marca cómo se ha roto el equilibrio entre oferta y demanda y cómo las existencias de vinos son mayores a la proyección de su comercialización. Para Mauro Sosa, la aparición de los stocks y las cíclicas crisis del sector no tienen una sola causa pero “en el fondo es importante que se tomen recaudos económicos (macro y micro) adecuados, porque si no los desequilibrios perdurarán”.
Coincidió Alberto Arizu, de Luigi Bosca, que la crisis se debe a distintos factores. Por un lado, señaló que "casi el 50% de la producción en nuestro país nunca terminó de hacer su reconversión. Las uvas criollas casi no tienen mercado y son una causa importante del sobrestock".
Recordemos que entre los años 1982 y 1992 se produjo una importante erradicación de viñedos que representó el 36% de la superficie existente en ese entonces. A partir de 1992 se inició un proceso de recuperación, implantando variedades de alta calidad.
Para Mauro Sosa, es verdad que con la reconversión se produjo una precaria estabilización de la superficie de vid y se orientó básicamente hacia otras variedades de uvas en busca de otro tipo de productos. Pero la reconversión hacia otras variedades de uvas, a la luz de lo ocurrido y de lo que ocurre en el mercado, no garantiza rentabilidad. “Cientos de productores que mudaron a variedades de 'alto valor enológico' se encuentran en severas dificultades. Entonces, no se trata de un debate de, uva criolla sí o no”.
“El parque varietal de uvas de Argentina -continuó Sosa- ofrece potencial para producir diversos productos (vinos fraccionados, granel, mosto y uvas en fresco) y así atender y adaptarse al consumidor. Sin embargo, en un contexto macroeconómico desventajoso y un mercado interno recesivo, no es posible su desarrollo y suceden nuevamente los desequilibrios entre oferta y demanda”.
En relación al mercado interno, cabe destacar que ante un cambio de hábito, el consumo per cápita en Argentina cayó 70% pasando de 77 litros en 1974 a 23 litros en 2014, como publicó Los Andes en el suplemento Fincas de ayer.
Por otro lado, y en el caso del mercado externo, Arizu indicó que “si queremos una industria fuerte y expansiva, no hay ninguna otra opción que el mercado internacional, y para eso Argentina debe lograr ser competitiva y sustentable a largo plazo, lo cual significa que hacen faltan políticas económicas previsibles y de largo aliento”.
Para el empresario, la inflación y el atraso cambiario han complicado el panorama exportador, “el país perdió competitividad en un mundo cada vez más dinámico. Ni siquiera el granel compite hoy en precios con los graneles de Europa, algo impensado años atrás”.
Tanto Juan Carlos Pina, gerente de Bodegas de Argentina, como Mauro Sosa coincidieron con esta visión. Para ambos, desde 2007 el sector perdió competitividad. Sumado a las retenciones e impuestos que se le cobra al sector, muchos de ellos no devueltos por el Estado desde hace más de 1 año.
Por su parte, José Zuccardi, titular de la UVA, concordó que la salida del vino al mercado internacional se ha visto afectada “por factores internos como incremento de costos y el tipo de cambio. Además se ha producido una devaluación de monedas como el euro, el dólar australiano y el peso chileno, que ganan contra nuestra moneda”.