Al abrir su periodo de gobierno ante la Asamblea Legislativa el nuevo presidente de la Nación dijo, que “más de 15 millones de personas sufren de inseguridad alimentaria en un país que es uno de los mayores productores de alimentos del mundo”. Y añadió:
“Necesitamos que toda la Argentina unida le ponga un freno a esta catástrofe social. 1 de cada 2 niñas/os es pobre en nuestro país”.
Es uno de los muchos desafíos que tiene el país porque esos infantes que no se alimentan bien, que tienen carencias de nutrición y privaciones muy serias de orden social, difícilmente podrán desarrollarse plenamente cuando se conviertan en adultos.
Esto lo comprendió muy bien el médico chileno Fernando Mönckeberg, hoy de 94 años, quien comenzó a trabajar en su país con un plan visionario, hace más de 50 años, cuando en la nación trasandina se morían niños por distintas enfermedades y otros crecían con muchas limitaciones. Este pediatra supo que la causa de la catástrofe era la alimentación deficiente y logró implementar un programa para erradicar la desnutrición y con el paso del tiempo las causas del deterioro de la niñez se revirtieron. El plan Mönckeberg fue inspirador para la formación de los centros Conin en Argentina, de la mano de otro pediatra, Abel Albino.
En nuestra provincia y en el territorio nacional hoy la realidad de la primera infancia es delicada, no sabemos si con la gravedad que tenía en Chile cuando Mönckeberg se lanzó a revertir el problema. Pero es muy preocupante.
Por eso despierta esperanza que el plan provincial para ocuparse de la primera infancia se llegue a desarrollar y se lo sostenga en el tiempo.
El gobierno local elaboró un documento que contiene 13 puntos a cumplir hasta 2023, que alcanzará a una población menuda de individuos de entre 0 y 6 años. Es una base esencial para el desarrollo de un territorio como el nuestro: son nada menos que 200.000 niños, según datos de la Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas (DEIE).
La iniciativa se apoya en un acuerdo entre el Ministerio de Salud, Desarrollo Social y Deportes, la Dirección General de Escuelas (DGE) y el Gobierno nacional, que si bien se suscribió entre las anteriores autoridades, locales y federales, todo indica que se seguirá promoviendo y dando realización.
Como bien señaló este diario, es necesario que el Plan Provincial de Primera Infancia se convierta en política de Estado y nos repongamos de la inercia que en general imperó en esta materia de protección de los primeros años de los chicos.
Los recursos para movilizar esta operatoria deberán salir del presupuesto provincial, y se presentan dos posibilidades: una es organizarse para conseguirlos, y otra, encarar algunos lineamientos, como solicitarlos a la organización de Naciones Unidades para este rubro, la Unicef.
Se trabajará sobre cuatro indicadores primordiales: los controles prenatales; la registración o identidad de los menores; combatir la obesidad de niños que están con sobrepeso pero malnutridos (cada 5 chicos con problemas de desnutrición, 4 tienen obesidad y hay uno con desnutrición); y finalmente propender a la necesidad de capacitación y profesionalización de los agentes a cargo de educación y cuidado de primera infancia.
El Plan Provincial de Primera Infancia abarca, además de los temas mencionados, la necesidad de ampliar el régimen de licencia con foco en las necesidades del niño, la extensión del programa “Primeros Años” a otros departamentos, la ampliación de cobertura y oferta de salas de 2 y 3 años, el establecimiento de estándares básicos de la calidad de atención a la primera infancia, la creación de un Registro Único integrado del niño/a para seguimiento, entre otros.
En síntesis, la transformación que se operará en las primeras camadas de nuestra población será esencial para el crecimiento de la provincia, en atención a que se podrá dejar atrás el gran lastre que significa la condena por anticipado de miles de niños.