El principal sostén del programa económico de Martínez de Hoz

El principal sostén del programa económico de Martínez de Hoz

José Alfredo Martínez de Hoz fue el ministro emblemático de Economía de la dictadura. Y Jorge Videla tuvo que utilizar todo su poder dentro de las Fuerzas Armadas para sostenerlo en el cargo, desde que se puso en marcha el golpe de 1976 hasta setiembre de 1981, cuando dejaron el Gobierno. El azar quiso que ambos murieran este año.

Difícilmente podría decirse que la gestión de Martínez de Hoz tuvo el sello ultraliberal o neoliberal que presupone su bagaje ideológico y su vinculación con la Sociedad Rural y el mundo de las finanzas.

La represión generalizada, y de manera particular a la dirigencia sindical y a la clase obrera fue una pieza importante de su plan. Y en eso no hay dudas que impuso sus ideas. Pero también es cierto que ni se acercó a lo que proponía uno de los eslóganes de la época: “Achicar el Estado es agrandar la Nación”.

No concretó ni una de las privatizaciones que seguramente hubiera deseado realizar y tampoco achicó el papel del Estado en el conjunto de la economía. Más bien, permitió el crecimiento de grandes grupos empresarios al abrigo del Estado. Algunos sobrevivieron y se consolidaron con el correr de las décadas. Otros, sucumbieron arrastrados por el estallido financiero de 1981. El tejido industrial sufrió un severo deterioro en esos años.

Pero para las privatizaciones la Argentina tendría que esperar hasta el primer gobierno peronista post-dictadura: el que encabezó el ex presidente Carlos Menem.

Donde sí avanzó con políticas no ya liberales, sino ultraliberales, fue en el mercado financiero, aunque todos recuerdan cómo terminó esa experiencia.

Con la “bicicleta financiera” que se armó con la liberación de las tasas de interés y la “tablita” que anticipaba el ritmo de devaluación, se armaron fabulosos negocios financieros y se gestó el atraso cambiario que fue la semilla de la “plata dulce”. En ambos casos, la experiencia terminó en un desastre.

En el resto de la economía no hubo, como se dijo, achicamiento del Estado. Sí del sector privado: muchas empresas sucumbieron ante la apertura indiscriminada de la economía, que tuvo su imagen más acabada en la invasión de productos importados -los famosos “paraguas de Taiwán”- que eran furor por aquellos años.

Un repaso a la película “Plata Dulce”, del director Héctor Olivera, alcanza para entender lo que pasaba en aquellos años.

El otro gran fracaso del plan de Martínez de Hoz fue la pelea contra la inflación. La dictadura heredó una suba de precios desbocada, que había arrancado a mitad de 1975, tras el llamado “Rodrigazo”, el fabuloso ajuste lanzado por el gobierno de Isabel Perón.

Así, 1976 cerró con una inflación del 444%, pero Martínez de Hoz no logró bajarla de los tres dígitos. Entre 1977 y 1981 osciló entre el 176 y el 100%, lo que provocó un terrible deterioro de las condiciones socioeconómicas, por un lado, y una ampliación de la brecha entre los extremos de la pirámide social. Eran, justamente, los argumentos de quienes querían voltear a Martínez de Hoz. Ayer mismo, el sociólogo Artemio López publicó un informe donde comparó las realidades del área metropolitana (Capital y Gran Buenos Aires) según la Encuesta Permanente de Hogares.

En 1974 solo 6% de los pobladores estaban en las categorías “pobres e indigentes”. En 1980, habían caído a esas dos categorías el 24% de los habitantes. La de Martínez de Hoz fue, qué duda cabe, una experiencia desastrosa.

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