Tanto el peronismo de la Casa Rosada como el PRO de Mauricio Macri y sus aliados radicales han comenzado a dar las primeras escaramuzas de una batalla en la que los ideólogos de uno y otro bando apuestan a la polarización. La presidenta Cristina Fernández aprovechó que la Justicia viene enterrando la denuncia que sobre ella hizo el extinto fiscal Alberto Nisman y se metió de lleno en una campaña que ya tiene definidos sus principales ejes. “Piensen cuando vayan a votar”, viene repitiendo en cada una de las cadenas nacionales que la tienen como protagonista exclusiva e inocula, sin sutilezas, el temor a quienes la escuchan de que un opositor les haga perder conquistas sociales. Macri, en tanto, refuerza la línea argumental de la necesidad de un cambio y se anima a prometer soluciones casi mágicas sobre el cepo cambiario o el impuesto a las Ganancias.
Tanto en Olivos como en la Jefatura de Gobierno porteña están convencidos de que el 25 de octubre habrá dos grandes espacios en pugna y se envalentonan soñando con escenarios beneficiosos que les permitan ganar en primera vuelta. Sin embargo, es mucho lo que tienen que definir los kirchneristas y los macristas-radicales para llegar de la mejor forma posible a las urnas (las PASO son el 9 de agosto). En el oficialismo, las miradas recaen casi exclusivamente en la Presidenta. El principal candidato que tiene el FpV, el gobernador bonaerense Daniel Scioli, cree que si Cristina Fernández no le pone obstáculos serios, si “lo dejan jugar”, no habrá problemas. Scioli, como gran parte de los gobernadores peronistas, mantienen reservas sobre las intenciones de la Presidenta. Todos temen que ella sólo apueste a conservar la mayor porción de poder luego del 10 de diciembre, monopolizando la lapicera para diagramar a gusto y placer las listas de legisladores con el único objetivo de pasar a ser la líder de la oposición durante el próximo gobierno y prepararse para volver en 2019.
En el kirchnerismo todos dan por descontado que la jefa de Estado irá como candidata a diputada nacional por la provincia de Buenos Aires o encabezará la lista nacional de candidatos al Parlamento del Mercosur. En esta segunda hipótesis, se animan a sostener que la boleta de los postulantes al Parlasur irá a la izquierda, es decir antes que la de presidente y vicepresidente, lo que dará no sólo estelaridad a la mandataria saliente en las mesas electorales de todo el país sino también mayor poder de veto sobre Scioli de cara al cierre de listas. ¿Qué pasaría si la Presidenta decide ser candidata al Parlamento del Mercosur y llevar en su boleta sólo a Florencio Randazzo, en detrimento de Scioli? Todas estas maquinaciones están al orden del día en el oficialismo nacional. Por eso, por las dudas, el gobernador bonaerense lanzó nuevos afiches en los que se desprendió del color naranja y volvió al celeste y blanco del FpV con la leyenda “Scioli para la Victoria”. Un gesto más de permanencia ante la desconfianza acechante del círculo áulico presidencial.
La relación de la Casa Rosada con los gobernadores no pasa por un buen momento; tensiones propias de un año electoral decisivo. Los mandatarios peronistas miran con recelo lo que está sucediendo al mendocino Francisco “Paco” Pérez, quien ha sido puesto en una dura penitencia por la Presidenta luego de que el PJ mendocino que él preside decidiera excluir a los kirchneristas vernáculos del arreglo entre los principales sectores del peronismo mendocino, obligándolos a dar pelea en las PASO de fin de mes en condiciones de debilidad.
Aunque nadie lo dice abiertamente, Olivos ya vetó la candidatura de Pérez a diputado nacional y por eso inició una guerra psicológica contra el mendocino que se extenderá 80 días más hasta que el FpV presente sus listas nacionales, diseñadas por la jefa de Estado. La intención sería que el Gobernador deponga su pretensión de ser legislador nacional y deje el casillero libre para que Cristina Fernández ponga a alguien de su extrema confianza. La renuncia masiva de dirigentes de La Cámpora del gabinete de Pérez y la quita de asistencia financiera -que se podría agravar en breve si la Rosada decide excluir a Mendoza del Programa de Desendeudamiento- son los primeros elementos de una presión difícil de soportar por una administración como la provincial marcada por el déficit crónico y el endeudamiento.
Pese a que los mandatarios de otras provincias observan con terror lo que está padeciendo Pérez, Cristina Fernández no ha logrado convencerlos de que no adelanten las elecciones provinciales y las dejen unificadas con las presidenciales. La semana pasada, un grupo de gobernadores visitó Balcarce 50 y se llevaron la promesa de Carlos Zannini de que la Presidenta será candidata para traccionar votos y ayudar a ganar distritos complicados. El riojano Luis Beder Herrera estuvo entre los mandatarios que escucharon al poderoso secretario Legal y Técnico pero ni bien llegó a La Rioja firmó un decreto y convocó a elecciones para el 5 de julio. Se espera que al menos otros dos gobernadores K hagan lo mismo. Uno de ellos podría ser nada menos que el presidente del PJ, el jujeño Eduardo Fellner.
Los mandatarios peronistas empiezan así a despegarse de la suerte de Daniel Scioli, quien deberá discutir con Cristina Fernández sin su principal carta: el apoyo de sus pares. Pero la decisión de despegar las elecciones provinciales de las nacionales encuentra explicación en otro dato: el armado opositor que tejen por estas horas -con más dificultades de las esperadas- el radicalismo y el PRO. El peronismo ortodoxo pidió a la Casa Rosada que saque un decreto para prohibir a los candidatos a gobernadores llevar luego de las PASO a más de un candidato a presidente, de modo de evitar lo que por estas horas intentan hacer radicales como el jujeño Gerardo Morales, que quiere colgarse de la boleta de Sergio Massa, además de la de Macri. Sin embargo, la Presidenta no se mostró permeable a modificar la legislación vigente en medio del calendario electoral.
La tensión entre Macri y los radicales ya está instalada a sólo tres semanas de la Convención nacional que la UCR realizó en Gualeguaychú. El líder del PRO no está dispuesto a cumplir con ninguna de las promesas que hizo su socio radical Ernesto Sanz a sus correligionarios para lograr imponer la alianza de centro-derecha. No quiere saber nada con un “cogobierno” ni tampoco con que referentes radicales del interior puedan ir también con la boleta de Massa. La tercera promesa, la de que la UCR conservará los cargos legislativos que pone en juego este 2015, está en revisión. En el PRO saben que Macri está erigiéndose como la principal opción para destronar al peronismo y quieren hacer valer su nombre en las listas, tal como lo hace Cristina Fernández en las del FpV. Por eso piensan que si Julio Cobos se lanza como candidato a senador por Mendoza, Macri tendrá poder para imponerle una mujer como escolta, pese a que el radicalismo renueva dos bancas en la Cámara alta y el PRO ninguna.
La única duda que alborota a macristas y kirchneristas por estas horas es qué pasará con Massa, a quienes ambos han buscado por todos los medios relegar para sacarlo de la contienda nacional. En el PRO creen que el jefe del Frente Renovador no tiene chances de no presentarse a la presidencial pese a que aseguran que “no tiene plata” para hacer una campaña nacional. Le auguran no más de 10 puntos en octubre. En el kirchnerismo, más precisamente en el sciolismo, piensan lo mismo. “Hay que ver si acepta la oferta que hizo Adolfo Rodríguez Saá a él (Massa) y a (José Manuel) De la Sota para ir a una primaria del PJ disidente”, dicen en La Plata. “Sería fantástico para Mauricio, que siempre dijo que Massa es más peronismo”, se entusiasman en el PRO. Lo cierto es que esta opción diseñada por el senador puntano no termina de convencer ni siquiera a De la Sota, quien el fin de semana pasado intentó que Juan Schiareti, candidato a la gobernación de Córdoba por el PJ, acepte llevar como vicegobernador a Eduardo Acastello, un intendente K que tiene el apoyo explícito de Scioli.