Primera semana a prueba de nervios

La inconstitucionalidad del tratado con Irán, los jueces en comisión, el intento de desactivar la bomba económica. Para bien o para mal, un gobierno a 1000 km por hora.

Primera semana a prueba de nervios

En la primera semana macrista completa, el gobierno nacional no se anduvo con chiquitas, apostó fuerte y con un ritmo de tal rapidez y vértigo que hasta pareció superar el hiperactivismo cristinista.

Inmediatamente después de asumir se sacó las fotos que necesitaba para mostrarse como acuerdista y consensuador a más no poder. Pero a partir de allí, en vez de apostar a las charlas con la oposición que parecía bien predispuesta, primero se la jugó al más puro decisionismo. A ejecutar lo que consideraba imprescindible hacer para picar en punta y luego, quizá, abrirse al diálogo. Pero con las cosas ya consumadas.

Tic tac hace la bomba. En lo económico es donde está en juego casi todo, ya que se trata de desarmar una bomba activada y con fecha indeterminada pero próxima de explosión, dejada por el kirchnerismo. A principios de 2002 se tomó la decisión de hacer explotar la bomba y desde allí empezar de nuevo con una sociedad casi destrozada.

Ahora lo que se quiere es que la bomba no explote, mientras que los restos zombies del gobierno anterior darían su vida para que explote. Felizmente tienen la pólvora cada vez más mojada y no serán ellos quienes la hagan estallar. Eso ahora depende de la habilidad o torpeza del equipo macrista que empezó bien la desactivación, pero aún no cesó el peligro.

Bien por lo de Irán. Desde el punto de vista institucional el gobierno generó un hecho espectacular al admitir y hacer suya la declaración de inconstitucionalidad del malévolo pacto con Irán. Una gran decisión política en lo que sin lugar a dudas fue la peor afrenta del kirchnerismo en toda su política internacional y una de las alevosas de toda la historia argentina, porque se la inició con la intención de lograr el indulto a los que perpetraron el atentado de la AMIA y terminó con la más que sospechosísima muerte del fiscal que tenía a su cargo el caso.

De que esta decisión macrista fue extraordinariamente buena lo demuestra que apenas producida comenzó a revolver el avispero. Allí nomás fue apartada del caso la fiscal Fein, que desde siempre se aferró a la poco razonable hipótesis del suicidio de Nisman. Y ahora aparecen declaraciones del ex canciller Timerman de unos años atrás donde éste reconoce la culpabilidad de Irán en el atentado.

En fin, que por las razones que sea, una buena decisión institucional generó que de inmediato un tema que se pretendió tapar, censurar, indultar en aras de una geopolítica demencial, vuelve al primer plano del que nunca debió haber salido. No es que estemos mucho más cerca de la verdad, pero al menos se reabre una leve esperanza, la misma que el gobierno anterior quiso cerrar.

¿“Comisionados” para qué? No va por el mismo camino el intento de nombrar dos jueces de la Corte Suprema en comisión por un tiempo determinado. Salvo Sanz y el ultramacrismo que defiende cualquier cosa de Macri como el ultrakirchnerismo hacía con Cristina, casi nadie entendió la decisión del presidente, ni siquiera los suyos más importantes que se limitaron a defenderlo con fría corrección más por lealtad partidaria que por otra cosa, desde el ministro de Justicia hasta Michetti o Pinedo.

Carrió decidió no opinar pero los suyos lo hicieron en contra. Y los pobres radicales, confundidos a más no poder, terminaron opinando a favor para que no los acusaran de obstructores, pero nada más que por eso.

Está claro que Macri no quiso macrizar la Corte al ver los jueces que postuló, que es la única razón por la que el gobierno anterior hizo todo lo que hizo en la Justicia: para apoderarse de ella, para privatizarla poniéndola a nombre de la familia Kirchner. Pero lo que no está claro es para qué lo hizo. El gobierno dice generalidades que no convencen a nadie, y lo que se transmitió en off es una cantidad tan variada y diversa de interpretaciones que al haber tantas es como si no hubiera ninguna.

En política, quien explica pierde. Y este caso ha devenido un evento de pura explicación, además de no llevar a ningún efecto positivo. Tanto que Macri dio media vuelta atrás y sin negar su decisión la postergó para dejar que las aguas aclaren.

Para colmo, ayer hizo unas extrañas declaraciones el ideólogo de la medida, un abogado llamado Jaime “Pepín” Rodríguez Simón; dijo que descubrió esta argucia legal en 2013 cuando Cristina la pretendía aplicar para lograr la reelección indefinida cambiando la composición de la Corte. Dice el leguleyo macrista: "Tenía pánico que ampliaran la Corte a nueve y en el receso nombrar a jueces en comisión, porque [de ser así] entonces teníamos a Cristina Fernández hasta el 2050. Pasado el temor, apareció una oportunidad y yo avisé que esto se podía hacer desde lo legal".

Con lo que está advirtiendo lo peligroso que hubiera sido esta alternativa “legal” si la hubiera aprovechado Cristina Kirchner. Pero eso de que una misma norma con Cristina es un peligro y con Macri una oportunidad es bastante difícil de explicar.

Lo más probable es que Macri y su círculo íntimo estén preocupados por todo el daño que les puedan seguir haciendo los restos del kirchnerismo que aún quedan en el poder (que sobreviven con mucha fuerza no sólo en Diputados sino particularmente en la Justicia) y en ese sentido hayan querido reafirmar su autoridad con tan discutible medida. Pero lo cierto es que lograron abroquelar en contra suya a muchos que podrían tener de aliados y a los que incluso les conviene ser sus aliados.

Porque así como los ultraK apuestan y harán todo lo posible para que a Macri le vaya mal desde el primer día como única opción que tienen ellos para volver, al resto de la oposición, incluso al peronismo no ultra K (aunque siga aliado con los cristinistas), le conviene que en principio a Macri le vaya bien, para luego ellos cobrarse en votos su aporte de oposición constructiva.

Tal como ocurrió con la renovación peronista en tiempos de Alfonsín, a la cual la sociedad reconoció porque ayudó al nuevo radicalismo a democratizar el país en vez de obstruirlo como hizo el resto del peronismo cavernícola, el de Herminio Iglesias y de Lorenzo Miguel, que tanto se parece -no en ideología sino en actitud- a lo que hoy quiere provocar el kirchnerismo al hacerle a Macri dos manifestaciones públicas en contra en apenas una semana y de intentar boicotearlo, desde la asunción en adelante, de todos los peores modos posibles.

Por lo tanto, a fin de mantener vivo el compromiso para con su gobierno de la mayoría del espectro político menos los resentidos, Macri deberá pensar muy bien los siguientes pasos que dará en la Justicia. Con audacia pero sin temeridad, como hizo con lo de Irán.

Es que se trata de un terreno delicado porque así como allí el macrismo se juega la credibilidad institucional de su gobierno, el kirchnerismo se juega algo mucho más importante, se juega la vida, o cuando menos la libertad, porque es desde la Justicia donde deberá comenzar el juicio y castigo al que presumiblemente haya sido uno de los gobiernos más corruptos de la historia argentina.

Por eso la guerra allí será a todo o nada.

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