Mientras que, a principios del año pasado, en las principales ferias internacionales (como la de Electrónica de Consumo de Las Vegas) la presentaban como unas de las principales novedades junto a los televisores curvos, en Mendoza ya se comercializaban las primeras impresoras en tres dimensiones. “A fines de 2012 comenzamos a comercializar para todo el país las primeras impresoras”, cuenta Jorge Luna a Estilo.
Se refiere a la KP3D 250, la primera impresora en imprimir objetos 3D en el país; que él, ingeniero en electromecánica y propietario de Kontrol Mecatrónica (Los penitentes 89, Maipú), fabrica y vende.
Si bien a nivel nacional Kikai Labs, empresa porteña dedicada a la fabricación de impresoras 3D, se adjudica ser pionero en la materia con su Maker T-125, estas printers recién salieron a la venta a principios de 2013; después de la que Luna puso en el mercado.
Desde crear soldaditos de juguetes, piezas y objetos para maquetas, hasta elementos para usos médicos (como prótesis ortopédicas) son los resultados increíbles que brinda la KP3D 250, y el resto de las impresoras 3D.
Este dispositivo es ideal para hobbistas, estudiantes, arquitectos, diseñadores industriales, y todo aquel que se anime a crear. Los usos, y usuarios, de las impresoras de ‘tinta plástica’ son múltiples y variados. “Es como tener una fábrica en casa de los productos que necesitás”, relata Luna; que tiene como principales clientes a “personas que se dedican a la mecatrónica, la robótica, el aeromodelismo, el automodelismo, el ferromodelismo. Porque pueden fabricar sus propias piezas, sin tener que pedirlas afuera. En Guaymallén vendimos una máquina a un chico que se dedica a reproducir figuras de cómics, y tenemos un cliente también que tiene una empresa donde reparan juguetes”.
En cuanto al uso de la KP3D 150, Luna aclara: “es sencillo, no hay que tener grandes conocimientos. Está pensada para que sea usada por el público en general”. Desde la computadora se diseña la figura que uno desea y, con darle un click, la impresora en pocos minutos tendrá el trabajo terminado.
Una PC Pentium 4, 512 de memoria Ram, 4GB, un cable USB (para su conexión), y un programa de diseño CAD, son los únicos requisitos para tener la impresora 3D. “La máquina se entrega con un soft libre, el Repeteter Host, que se puede descargar de su sitio oficial y permite operarla en su totalidad. Una vez abierta la pieza con el Repeteter Host, la máquina comienza a imprimir”, detalla el ingeniero maipucino.
Por otra parte la impresora 3D mendocina, que cuesta $16.500 (la Easy 3D, el nuevo modelo y sucesor de la KP3D 150), se puede manipular sin la necesidad de tener una computadora. Esto debido a un sistema de control con pantalla, que permite leer pendrives y tarjetas de memorias que fabrica la misma empresa local.
A diferencia de las impresoras convencionales, las 3D utilizan filamentos plásticos que son derretidos y moldeados para obtener las figuras deseadas. Por eso también son conocidas como impresoras de ‘tinta plástica’. Estos filamentos se venden por separado, a un precio que ronda los $390 y $410 el kilogramo, dependiendo del uso que se va a dar.
La venta del equipo ha tenido una muy buena aceptación entre los usuarios. “Antes de que se disparara el proceso inflacionario, la venta fue muy positiva. Se vendieron alrededor de unas 90 máquinas”, precisa entusiasmado Luna.