Primera crisis económica argentina - Por Luciana Sabina

Desde el punto de vista económico, el gran triunfador de la Revolución de Mayo fue el erario británico.

Primera crisis económica argentina - Por Luciana Sabina
Primera crisis económica argentina - Por Luciana Sabina

En 1810 la Revolución de Mayo complicó toda situación económica existente en el actual territorio argentino. La ruptura del comercio que teníamos con Lima -aún en manos españolas- y el constante estado bélico destruyó las economías regionales. A todo esto se sumó la introducción sin tope de productos ingleses.

Desde el punto de vista económico, el gran triunfador de la Revolución de Mayo fue el erario británico. Mientras los habitantes de Buenos Aires presumían por haberlos expulsado tres años antes, estos europeos vengaron la humillación de manera sigilosa, logrando el objetivo que los trajo a estas latitudes: introducir sus mercaderías.  Los géneros británicos abundaban, eran más baratos, de gran calidad y variedad. Aplastaron progresivamente cualquier atisbo de industria nacional.

En el interior “ninguna de las producciones habituales de esas regiones -escribe el historiador José Luis Romero-, ya fueran agrícolas o artesanales, tenía en el exterior una demanda que pudiera compensar el gran aumento del consumo de productos importados. La moneda empezó a migrar-lentamente al principio, y a ritmo galopante enseguida- hacia Buenos Aires primero y a Liverpool o Londres después. Detrás de ella, todo otro objeto de plata, de los que abundaban en el interior, fue tomando el mismo camino”.

Con la falta de metálico llegaron las falsificaciones. En Tucumán, por ejemplo, existió una moneda con abundante cobre, esto le daba aspecto rojizo, por lo cual se las bautizó “federales”. Fueron obra del caudillo Felipe Ibarra que llegó a  fundir los vasos consagrados de las iglesias con estos fines.  En todo el país la guerra por la Independencia trajo confiscaciones que arrasaron aún más a las provincias y muchos hombres dejaron de trabajar para unirse a las montoneras o a los ejércitos, afectando considerablemente la producción. La “civilización” sufrió cierto retroceso y los caminos se volvieron muy peligrosos.

En 1821 un viajero inglés, Alexander Caldcleugh, escribió: “El viaje a Mendoza por la pampa ofrecía pocos peligros hasta estos últimos tiempos, pero la despoblación de la campaña ha envalentonado a las tribus salvajes -que antes vivían relativamente sumisas a los españoles- y es causa de que se corran hasta el norte e interrumpan las comunicaciones con Chile.

En otro tiempo, en el trayecto del camino que cruza el país, vivían familias honradas que proporcionaban caballos a los viajeros y en algunos sitios se habían levantado pequeños fuertes para repeler el ataque de los indios. Pero al presente la casa de posta es una miserable casa de barro y el propietario, en el mejor de los casos, vive en un estado de pobreza lamentable”.

La debacle económica era tal que las provincias tuvieron dificultades para costear los gastos de sus diputados en Buenos Aires. Esto explica en parte que otorgaran la representación a políticos porteños. Recién a partir de 1825, tras lograr la emancipación total de América del Sur, con la reapertura de los mercados con Chile y Bolivia el interior comenzó a recuperarse. Sin embargo, como sabemos, la crisis económica fue recurrente durante los siglos venideros, a tal punto que ya parece una característica nacional.

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