Vivo a unos cientos de metros de una comisaría de Mendoza. Estábamos durmiendo plácidamente mi esposa y yo, cuando siendo las cuatro de la mañana, una especie de explosión nos despertó sobresaltados. Un terremoto -pensé yo- , ya que Mendoza últimamente está bastante movida con esto de los temblores en Chile. Nos están asaltando -gritó mi esposa. Y así era nomás.
Nos hizo pedazos la ventana que da a la calle, la que cayó con fuertes ruidos de vidrios rotos, maderas astilladas y la presencia de una o más personas, tratando de entrar a la casa. Rápido de reflejos, prendí la luz y grité qué estaba pasando. Y los delincuentes salieron corriendo dejándonos con el miedo, la impotencia y un elevado costo de arreglos de ventana, vidrios y demás herrajes que hoy en día cuestan bastante dinero.
Llamamos al 911 y debo reconocer que a los pocos minutos llegó un móvil policial con tres policías que se interesaron sobre lo que había ocurrido.
La Policía muy bien. Los gobernantes, muy mal.
De más está decir que esa noche y muchas otras noches no pudimos dormir. Todas las luces encendidas, la televisión a todo volumen y nosotros, a cada ruido, sobresaltados en la cama esperando otro ataque de los delincuentes que pululan por todas partes en nuestra querida Mendoza.
Estamos hartos de promesas, de eslóganes antes de asumir, como el “Mapa del delito” del anterior fracasado gobernador, o las muchas promesas del gobernador abogado 2015, que no solo empeoró las cosas, sino que se inscribe entre los peores gobernadores que ha tenido nuestra Provincia.
Al otro día y días subsiguientes, rejas por todas partes, leoneras en los patios, candados y cerrojos por todas partes, y adentro de nuestra casa, una verdadera cárcel.
Nosotros, presos en nuestra propia casa, mientras los delincuentes caminan tranquilamente por las calles inseguras de nuestras ciudades y pueblos.
La inseguridad nos ha ganado y hoy convivimos con ella, junto a los malos políticos que nos gobiernan, a los cuales no se les cae una buena idea.
Y, para colmo de males, luego de dejar la función pública, son agraciados con cargos muy bien remunerados para que puedan seguir viviendo holgadamente, mientras nosotros -el pueblo- seguimos padeciendo de inseguridad y de muchos otros males que ellos nos dejaron a través de la función pública.
Lamento tener que expresarme así de mi provincia o de mi ciudad, pero es la realidad que estamos viviendo todos los días. Los malos gobiernos nos están llevando al hartazgo, la inseguridad nos rodea por todas partes y ni qué pensar en salir a caminar cuando baja el sol, porque nuestras calles se convierten en tierra de nadie.
Esperemos que los próximos gobernantes sean mejores y no tengamos que responder como aquella mujer mayor, que ante la pregunta sobre qué esperaba de las elecciones, respondió que los elegidos sean igual que los actuales. ¡Cómo señora! -le preguntamos-, ¿no los desea mejor? ¡No, igual, porque cada vez son peores los que asumen los nuevos cargos!
Dios nos ilumine y roguemos porque los que vienen sean un poco mejor que los que se van.
Osvaldo Enrique Arriaga - DNI 6.800.735