La revolución de la misericordia que propone el papa Francisco choca de frente con la resistencia del sector doctrinario de la Iglesia que se opone al levantamiento de la prohibición a comulgar a los católicos vueltos a casar. La opción es auspiciada por el Sumo Pontífice y puede convertirse en su primera gran reforma en materia de pastoral familiar.
A cinco meses del Sínodo Ordinario de los Obispos sobre la Familia, convocado por el Papa como última etapa del proceso para consensuar alternativas para la atención de las nuevas realidades familiares, un grupo no menor se opone en forma abierta a que el Vaticano autorice a dar ese sacramento a quienes viven en esa situación “irregular”.
Más de 225.000 personas, entre ellas cuatro cardenales y 22 obispos del mundo, firmaron una petición contra la intención de purpurados y teólogos aperturistas de integrar a los divorciados en nueva unión y acoger en el seno de la Iglesia a personas que viven en concubinato y a homosexuales.
El grupo es liderado por el cardenal Raymond Burke quien, en abierto desafío al Pontífice, se transformó en el vocero de la oposición a cualquier atisbo de flexibilización hacia las personas divorciadas vueltas a casar y más todavía hacia los homosexuales.
El purpurado estadounidense se ubica en las antípodas de las posiciones del cardenal alemán Walter Kasper, cercano al Papa, quien propuso conceder la comunión eucarística a quienes cumplan ciertos requisitos, entre ellos un período de penitencia y discernimiento de sus responsabilidades conyugales pasadas y presentes.
La convulsión preventiva se desató en Alemania, donde las dos fracciones -doctrinarios y aperturistas- se sacan chispas en la antesala del Sínodo de octubre.
Es que los obispos alemanes apoyan dar las absoluciones sacramentales y la comunión a los divorciados. En la mayoría de las diócesis ya lo hacen, además de bendecir las segundas nupcias, acoger a los convivientes y aprobar las uniones entre parejas del mismo sexo.
Pero el mayor terremoto germano se produjo hace días, cuando al difundir las respuestas al cuestionario que el Papa envió a los episcopados del mundo, la Conferencia Episcopal Alemana aseguró que la mayoría de los católicos del país está en contra de las limitaciones doctrinales que impone la Iglesia. Por esto, los obispos se pronunciaron a favor de consensuar una pastoral familiar “regional”, más allá de los lineamientos del Vaticano. “No somos una filial de Roma”, advirtieron.
La postura aperturista mereció la réplica del prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, el también cardenal alemán Gerhard Muller, quien aseveró: “Ésta es una idea absolutamente anticatólica. Las conferencias episcopales tienen autoridad sobre ciertas cuestiones pero no un Magisterio paralelo”. El funcionario vaticano inclusive insinuó que era necesario “estructurar teológicamente” el pontificado de Francisco.
Lejos de ese grado de confrontación, el Episcopado argentino también remitió a Roma los resultados de la encuesta sobre pastoral familiar, pero sin hacerlos públicos. Apenas destacó en un comunicado que las respuestas subrayaron el compromiso de estar cerca de aquellas familias “heridas” y que padecen la pobreza, la marginación, el flagelo de las adicciones, la enfermedad y las migraciones.
“Hay que descubrir e instrumentar más y mejores formas de acompañamiento y escucha de esas familias sufrientes”, dijo el sacerdote Gustavo Antico, secretario ejecutivo de la Comisión Episcopal de Pastoral Familiar.
Más allá de las sugerencias del cardenal Kasper, que el Pontífice reivindicó públicamente, la propuesta de Francisco para atender la realidad creciente de las familias católicas “fuera del redil” es integral.
La propuesta no se circunscribe a la dar la comunión eucarística y tampoco a agilizar y hacer más accesible los trámites de nulidad matrimonial, sino que apunta a “integrar” a los divorciados a la Iglesia, por considerar que hoy, aunque no lo están, parecen “excomulgados de facto”.
Por eso, el Pontífice reclamó a los obispos del mundo “un necesario realismo” para evitar “una discriminación injusta” y animó a buscar opciones para atender a las personas en tales situaciones a la luz del Evangelio.
La iniciativa papal tampoco pone en discusión una "verdad fundamental" del matrimonio sacramental: la indisolubilidad.
Falta poco para el Sínodo de la familia, pero en la previa, y a raíz de las peleas preventivas que han surgido, emergen varios interrogantes:
¿Hasta dónde llega la Iglesia de la misericordia? ¿Cuáles son los límites? ¿Es posible una apertura a estas realidades sin que se produzca un cisma en la Iglesia?