Él podía hablar 10 horas seguidas. O apenas los segundos que demandan pronunciar 144 caracteres. Es decir, Chávez supo ser un hábil orador de estrados convencionales... pero también amansó las tribunas 2.0.
Fue el primero de los presidentes latinoamericanos en sumarse a Twitter (en 2010, con un tímido “Epa, ¿qué tal? Aparecí como lo dije: a la medianoche. Pa’ Brasil me voy, y muy contento a trabajar por Venezuela. Venceremos”). De todos los líderes del mundo, sólo el presidente de EEUU, Barack Obama, cosechó más seguidores en la red social del canarito que el venezolano. @Chavezcandanga, tal era su cuenta, era leída por más de 4.120.000 seguidores.
En su inseparable Black Berry tipeó más de 1.824 tuits. La mayoría fueron escritos mientras almorzaba, desde las 12 hasta las 14. ¿El tono? El mismo de sus discursos orales: lo campechano no quitaba lo punzante. Y de fondo, ese extraño sentido del humor que deambulaba entre lo naif y lo corrosivo (de hecho, “candanga” es una expresión venezolana que refiere a “travieso”). ¿Los temas? Felicitaciones para el deportista de turno, anuncios varios (suba del salario mínimo, por ejemplo), insultos dirigidos “al imperio” y sus partes médicos.
Hace 19 días escribió: “Sigo aferrado a Cristo y confiado en mis médicos y enfermeras. ¡Hasta la victoria siempre! ¡Viviremos y venceremos!”. Fue el último tuit.
¿Qué veía en Twitter? Una herramienta: los grandes comunicadores saben que no es relevante el canal a emplear; lo importante es que nunca deje de correr agua.