En mayo del 2018 se presentó oficialmente el primer Inventario de Glaciares de la Argentina (ING), en cumplimiento con la Ley 26.639 de Presupuestos Mínimos para la Preservación de los Glaciares y del Ambiente Periglacial, promulgada por el Congreso de la Nación Argentina.
Este inventario, coordinado por la Secretaría de Gobierno de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, fue liderado por científicos y cuerpo técnico del Inventario Nacional de Glaciares perteneciente al Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla) dependiente del Conicet.
La necesidad de contar con un Inventario de glaciares se justifica porque las masas de agua congelada en nuestros altos Andes representan un recurso natural y de reserva hídrica estratégico para el mantenimiento de la biodiversidad, la recarga de las cuencas hídricas subterráneas y el sustento tanto del consumo humano del agua como para las actividades económicas que se desarrollan en las llanuras desérticas del oeste argentino. Por ello, el relevamiento de los glaciares en nuestro país adquiere relevancia ya que es imposible cuidar el ambiente y sus múltiples recursos si no se conocen sus componentes y su dinámica, como tampoco se puede hacer política de gestión sin medir el alcance y la fragilidad de los recursos naturales.
Argentina posee, según este inventario, 16.968 cuerpos de hielo que ocupan una superficie de 8.484 km2 a lo largo de más de 5000 km de extensión, desde Jujuy a Tierra del Fuego e Islas del Atlántico Sur. Estos datos surgieron de relevar, bajo estrictos protocolos científicos internacionales, casi medio millón de Km2 del territorio argentino distribuidos en 69 subcuencas. El trabajo del inventario implicó no sólo la intervención de una calificada experiencia científica, sino también de una particular logística de trabajo en terreno y de la coordinación entre las instituciones involucradas. Hoy en día, a través de la página www.glaciaresargentinos.com.ar, se puede acceder a estos resultados.
El proceso de calentamiento global al que estamos asistiendo incide aceleradamente en el derritiendo de los glaciares del mundo, pero particularmente de los andinos. En una reciente publicación, difundida por este medio y también realizada por científicos del Ianigla, se ha calculado que los glaciares de los Andes centrales se han retraído a razón de 30 cm por año durante las dos últimas décadas. Pero no sólo los glaciares se retraen hacia las partes más altas de las montañas, también se adelgazan. En definitiva, hay pérdida de volumen y por consiguiente de reserva de agua.
En esto adquiere importancia el censo de glaciares, que a partir del Inventario Nacional de Glaciares nos permite conocer lo que actualmente tenemos y alertarnos de lo que podemos perder.
Si hace poco más de un año se comunicaba a la sociedad la culminación del Inventario Nacional de Glaciares, en su primera etapa, hoy se ha dado un paso más, con la publicación del Atlas de los Glaciares de la Argentina. Esta presentación, organizada por la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación en Casa Rosada, y en ocasión de la presentación del Informe del Estado del Ambiente, se puso de relieve que la cuestión ambiental va tomando fuerte posición en la agenda pública. Imperioso es que la sociedad alcance mayores compromisos con esta problemática, por lo que las acciones de concientización colectiva son de fundamental importancia. Por ello, el Atlas de los Glaciares de la Argentina, en un sustancial formato donde el dato técnico se combina armónicamente con mapas y fotos, facilita que la difusión de este tema sea más amplia y se visualice el enorme trabajo que involucró el proyecto del ING.
Pero es a partir de este Atlas que los desafíos se amplían, con necesidades por interpretar como los recursos hídricos se comportarán en escenarios de cambios de clima y expansión de las poblaciones y territorios agrícolas. El agua es un recurso cada vez más escaso y caro, pero necesita del aporte de la sociedad toda para que facilitemos un desarrollo social y económico sustentable con aceptables estándares de calidad de vida para los territorios desérticos.
En este sentido, el Atlas es un ejemplo de cómo el trabajo mancomunado entre científicos y gestores de gobierno da buenos frutos.