Los números dados a conocer por el Instituto Nacional de Vitivinicultura no hicieron más que ratificar una tendencia negativa en el consumo de vinos en los últimos años.
Según el organismo nacional, el año pasado se comercializaron 65,8 millones de litros menos que en 2016, lo que significó una retracción del 5,7%, pero en los últimos tres años, la caída en el consumo ha sido de entre un 12% y un 15%, lo que equivale a un mes de despachos.
Mientras que no mucho tiempo atrás nuestro país comercializaba 1.200 millones de litros de vino anuales, lo que significaban 100 millones de litros por mes y en la actualidad, entre mercado interno y externo la cifra llega a poco menos de 1.100 millones de litros por lo que se han perdido 100 millones de litros, que han ido en beneficio de otras bebidas.
Según el INV, la baja fue traccionada por el mercado interno, que representa más del 80% de las ventas totales, destacando que hubo un fuerte protagonismo de los vinos varietales, que sufrieron una retracción del 7,4%, pasando de 205,9 millones de litros comercializados en 2016 a 190,7 en 2017, mientras la caída en los vinos sin mención de varietal fue del 4,4%, pasando de 687,3 millones a 656,8 millones en 2017. En el mercado externo, la caída fue de 15,1 millones de litros, pasando de 207,1 millones en 2016 a 192 millones en 2017.
Representantes del sector coinciden en señalar que la caída en el sector es el resultado de un escenario adverso, formado por la situación económica general y los problemas propios de la industria.
En el primero de los casos, hubo una baja en el nivel de consumo en general, provocado por la inflación y la caída del poder adquisitivo de los salarios y en lo referido a la situación particular del sector, sobresale el aumento de costos provocado por malas cosechas.
El análisis es objetivo, en razón de que los márgenes de ganancias en que se mueven las bodegas son mínimos, por lo que cualquier incremento en la materia prima (en este caso la uva) el aumento se transmite directamente al consumidor.
Por ese motivo también, el gran desafío de la industria es aceitar los mecanismos que permitan evitar la vieja e histórica tendencia relacionada con los años "buenos" y años "malos", de acuerdo con la producción y establecer una verdadera relación productor-bodeguero que permita una estabilidad en el tiempo en lo que a precios se refiere.
Pero la situación es mucho más compleja, porque el vino debe enfrentarse a la competencia de bebidas sustitutas, como las cervezas, las gaseosas o las aguas saborizadas que cuentan con la ventaja de encontrarse en pocas manos y que pueden destinar sumas importantes a la publicidad.
En ese mismo esquema cabría hacer mención a lo señalado por los estudios que hacen alusión al hecho de que la Argentina es un país "caro", con grandes extensiones, pero con el consumo concentrado en Buenos Aires, con el agravante de que el único medio que funciona en todo el país es el que más cuesta: el camión.
Una situación que termina favoreciendo a las gaseosas y las cervezas, que tienen sus plantas de producción en las cercanías de los lugares de consumo, situación que no se da con el vino.
Otro de los aspectos del estudio señala que en la Argentina se estima que cada producto pasa por seis intermediarios antes de llegar al consumidor, aspecto que sólo pueden evadir las grandes empresas y por supuesto las bebidas sustitutas que llegan directamente a las góndolas, pero que afectan a las centenares de bodegas que no cuentan con su propio canal de distribución. La situación se profundiza en forma alarmante si nos atenemos a lo que sucede con los precios de los vinos en los restaurantes.
La situación es preocupante y las luces de alerta están encendidas, pero la solución está en manos de la propia industria. Los diferentes actores deberán sentarse en torno de una mesa y establecer objetivos comunes, de manera tal que la renta se distribuya equitativamente y no haya perjudicados.
A lo largo de las últimas décadas la actividad ha demostrado adaptarse a las circunstancias y producir los cambios necesarios y ése es el camino que hay que continuar.