A principios de esta semana, los policías de Narcocriminalidad de Tupungato detuvieron a cuatro menores y un adulto que estaban vendiendo droga a alumnos en la esquina del bulevar Güemes y Belgrano Norte, a una cuadra de la escuela secundaria Domingo Faustino Sarmiento.
La noticia no causó sorpresa, pues hace tiempo que desde distintos sectores denuncian esta problemática. Lo que sí hizo es visibilizar la lucha que enfrentan día a día las escuelas.
Hacer un seguimiento detenido en los recreos del comportamiento de los alumnos que presentan “actitudes sospechosas”; directivos que se colocan en las distintas esquinas del colegio para “mantener lo más lejos posible” este tipo de comercio; incorporar materias que permitan abordar el tema del consumo en clase.
Éstas son algunas de las estrategias que arman las escuelas para luchar contra el avance de la droga.
“No hace falta ser un detective. En los horarios de entrada, a las 7.45, y en las salidas al mediodía, se ve a gente apostada en las esquinas del establecimiento o en sus inmediaciones vendiendo droga. La escuela ha avisado un montón de veces a la Policía, pero cuando hacen los rondines, justo desaparecen”, relató un vecino del bulevar Güemes y papá del colegio.
Como ocurre en distintos rincones de la provincia, en este departamento valletano la problemática viene desde hace años y se agudizó en los últimos tiempos.
Varios directivos consultados dijeron haber expuesto sus “miedos” y la información que han podido recabar, en manos de la Policía. Además, han elevado pedidos para solicitar mayor presencia en los horarios de entrada y salida.
“No es fácil detener a un sospechoso por este tipo de delitos. La ley federal es muy fina y se deben reunir todos los datos precisos y las pruebas necesarias para poder actuar, sin que quede todo en la nada”, apuntó Ariel Navea, subcomisario de la Comisaría 20 de Tupungato.
Para llegar a estas cinco detenciones, Navea explicó que el personal de Narcocriminalidad del departamento llevó adelante una investigación pormenorizada que duró más de un mes. “Hubo gente de incógnita recogiendo información, puestos de vigilancia, toma de fotos y filmaciones”, graficó el uniformado.
Los aprehendidos -tres chicos y una chica menores de 17 años y un adulto de 22- también vendían marihuana en las afueras de otros colegios del departamento, como el Ernesto Piaggi y el Centro de Capacitación para el Trabajo N 6-205.
En los allanamientos realizados durante el operativo, los uniformados secuestraron cuatro gramos de marihuana, papeles para armar cigarrillos, dinero, celulares y una balanza de precisión.
Dentro de las escuelas
"La droga está pero siempre tapada. Nunca hemos encontrado a alguien fumando. Hay sospechas, hay olores, hay chicos con síntomas claros de estar bajo los efectos del consumo", expuso un directivo de una secundaria céntrica tupungatina.
“Precisamente, ayer hablamos con los papás de un chico que es brillante, pero presenta episodios en los que se altera y no puede pensar. Los profesionales del gabinete abordaron muy bien el caso, pero el tema supera hasta a los propios padres”, expuso la regente de otra institución de Tupungato.
Otro director reconoció que “las consecuencias saltan a la vista: vemos a los chicos que llegan a los servicios de orientación con síntomas propios de la abstinencia, lloran, tiritan, están muy irritables”.
Este docente expuso que su tarea no es fácil: “Los gabinetes psicopedagógicos no están preparados para responder a este problema pero ni los hospitales saben qué hacer con los alumnos que derivamos”.
Un grupo de docentes del primer ciclo del secundario coincidió en que “el Estado está ausente”. “No hay sitios de internación y abordaje médico específicos para estos chicos, que no llegan a ser adictos”, señaló Adriana, una profesora del departamento.
Los directivos consultados reconocieron no tener muchas herramientas para detectar si hay venta de ‘porros’ dentro de los establecimientos. “Es complicado. Hacemos un seguimiento de los chicos sobre los que tenemos sospechas, pero es difícil controlar lo que pasa dentro del baño.
Incluso rompen los espejos para que no se vea lo que hacen allí. Tampoco podemos estar revisando mochilas y lo que guardan en las prendas. No nos incumben estas cuestiones”, confesó un director.