Premio europeo a mujeres esclavas sexuales del EI

El Parlamento comunitario entregó el reconocimiento “Sajarov” a dos jóvenes yazidíes que fueron raptadas y vejadas por terroristas ultraislámicos. Su odisea para huir.

Premio europeo a mujeres esclavas sexuales del EI

Las activistas yazidíes Nadia Murad y Lamiya Aji Bashar, víctimas de esclavitud sexual y la trata del Estado Islámico (EI) en Irak, recibieron ayer el premio Sajarov que concede el Parlamento Europeo (PE) a la libertad de conciencia.

Ambas jóvenes, pertenecientes a la minoría yazidí, un grupo étnico-religioso ancestral, de cultura y habla kurda, fueron secuestradas, vendidas y violadas sistemáticamente desde 2014, cuando los yihadistas tomaron su localidad natal, Sinyar, al noroeste de Iraq, cerca de la frontera con Siria.

Nadia y Lamiya no pudieron huir como lo hicieron las más de 200.000 personas que escaparon de Sinyar, sino que fueron víctimas de la esclavitud sexual a las que las forzó el EI, como parte de su estrategia militar.

Nadia, que tenía entonces 21 años, logró escapar en noviembre de 2014 a un campo de refugiados en Irak y trasladarse posteriormente a Alemania. Un año más tarde, contó su experiencia en el Consejo de Seguridad de la ONU, que la nombró embajadora de buena voluntad para la dignidad de los sobrevivientes a la trata de personas.

“Agarraron a todos los hombres y los mataron. Seis de mis hermanos fueron asesinados; tres sobrevivieron; cumplían un plan escrupulosamente organizado que formaba parte de una ideología de guerra, de su ideología”, explicaba entonces.

Lamiya, por su parte, con 16 años fue vendida en 5 ocasiones y forzada por los combatientes islámicos a fabricar bombas y cinturones de explosivos en el enclave yihadista de Mosul, tras la ejecución de algunos de sus hermanos y su padre.

Logró escapar gracias a traficantes locales pagados por su familia; al acercarse a la frontera kurda, una mina antipersona la dejó casi ciega, pero logró huir a Alemania, donde fue tratada y pudo reunirse con el resto de sus hermanos.

De las 4.000 mujeres y niñas esclavizadas, algunas de apenas 9 años, Yazda, una ONG dedicada a preservar la memoria de los yazidíes, cifró el retorno de 2.070. Muchas de ellas lograron escapar de sus captores, otras fueron compradas por sus familias a través de intermediarios y, las menos, liberadas durante las operaciones militares.

Hubo otras que no pudieron soportar el horror y se suicidaron, según relataron sus compañeras de cautiverio.

“Creo que es una decisión simbólica y significativa apoyar a estas dos sobrevivientes que vinieron a la Unión Europea (UE) como refugiadas y a las que apoyamos por su lucha por la dignidad y por dar testimonio como testigos de estas atrocidades”, dijo ayer el presidente de la Eurocámara, Martin Schulz.

El premio Sajarov es el máximo reconocimiento que otorgan las instituciones comunitarias a personas que se hayan distinguido por su defensa de los derechos humanos y las libertades fundamentales, y está dotado con 50.000 euros para el ganador.

Desde el Parlamento resaltaron que ambas mujeres “son sobrevivientes del cautiverio del EI, en el que fueron utilizadas como esclavas sexuales, y son hoy, tras su huida, voceras de las mujeres víctimas de la campaña de violencia sexual del EI”. “Estas dos mujeres son un símbolo de que no hay que tener miedo al terrorismo. Hay que protegerse con los medios necesarios y luchar contra la estrategia de intimidar”, agregó Schulz.

La candidatura de las mujeres fue respaldada por los grupos socialistas (S&D) y liberales (ALDE) del Parlamento Europeo y obtuvo el apoyo de la mayoría.

Los yazidíes son un grupo étnico-religioso de raíces preislámicas y rondan el medio millón de personas, la mitad de las cuales vivían en Irak, sobre todo en la comarca de Sinjar, y el resto están repartidos entre Armenia, Georgia, Irán, Rusia, Siria y Turquía. Incluso muchos migraron a Estados Unidos y Gran Bretaña. Desde 2014 son el máximo exponente de la crueldad de los fanáticos del EI.

Los yazidíes siempre han vivido atrapados entre el olvido del gobierno central iraquí, el radicalismo de los islamistas musulmanes que los consideran herejes y las ambiciones territoriales de los kurdos, que reclaman sus tierras ancestrales. Desde la época otomana fueron víctimas del prejuicio popular, que los considera adoradores del diablo por su veneración al ángel caído, que otros credos llaman Lucifer o Satán.

En este marco, la Eurocámara pidió a las autoridades iraquíes que hagan lo posible para proteger a civiles, hospitales y escuelas en su avance para recuperar Mosul y abogó por que las atrocidades cometidas por los extremistas y el genocidio contra cristianos, yazidíes y otras minorías, sean juzgados por la Corte Penal Internacional.

Además, fueron finalistas de la distinción: el periodista turco Can Dundar, arrestado el año pasado por el gobierno de Recep Tayyip Erdogan por difundir imágenes del contrabando de armas de los servicios de inteligencia turcos a los rebeldes en Siria y ahora en el exilio, y el antiguo disidente soviético y defensor de los derechos del pueblo tártaro, Mustafá Dzhemilev.

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