El miércoles el Gobierno Nacional anunció una serie de medidas económicas y sociales. Estas disposiciones, según destaca el informe de Presidencia de la Nación, buscan “traer un poco de alivio a los argentinos, que tantos esfuerzos hicieron en estos meses difíciles para todos”.
Estas medidas se anunciaron un día después de que el Indec diera a conocer que los precios al consumidor (IPC) aumentaran 4,7% en marzo con respecto a febrero y que acumularan un alza de 11,8% en los tres primeros meses de 2019. En el caso de Mendoza, el IPC registró una variación de 3,9% en marzo y acumula una suba de 11% en el primer trimestre del año.
Estos datos reflejan que la inflación, lejos de estar controlada, continúa acelerándose. Si bien se esperaba cierta desaceleración de la inflación a partir del mes de mayo, el Gobierno se apresuró a lanzar esta serie de medidas que tienen como objetivo, según se asegura, “profundizar la lucha contra la inflación y ayudar a reactivar la economía”.
Entre lo resuelto se destaca un acuerdo con empresas líderes para que éstas mantengan los precios de 64 productos esenciales de la canasta básica durante al menos seis meses y que aseguren la disponibilidad de estos productos en las góndolas de los supermercados a partir de hoy.
Lamentablemente, los acuerdos de precios no son una herramienta útil para luchar contra la inflación. Estos acuerdos no funcionan, no hacen más que ocultar el problema (por un breve periodo) sin atacar el origen del mismo. Si lo que se quiere es controlar la inflación, se debe ir a su origen y el origen está en el exceso de gastos por parte de los gobiernos que sistemáticamente se han dedicado a gastar por encima de sus posibilidades, generando un déficit fiscal crónico. Además, luego han recurrido al Banco Central para cubrir ese exceso de gastos emitiendo de más.
Es este déficit fiscal crónico lo que nos ha llevado a tener una inflación persistente en el tiempo. En los últimos 17 años, la inflación anual ha promediado 25% con picos de 41% en 2002 y 2016 y de 47,6% el año pasado.
Una vez más se acude a viejas (y equivocadas) recetas para tratar de solucionar un problema que después de muchas décadas no hemos sido capaces aún de solucionar. Esta receta podrá traer algo de alivio a los bolsillos, pero no hace más que esconder el problema. Querer controlar la inflación mediante un acuerdo de precios es como tomar un antitérmico cuando una infección nos provoca fiebre. La temperatura bajará pero, más temprano que tarde, la fiebre reaparecerá porque no se está atacando la causa que la genera. Para que desaparezca definitivamente la fiebre hay que tomar antibióticos y el antibiótico es bajar el gasto público. Un gasto público consolidado (Nación, Provincias y Municipios) que pasó de 26% del Producto Bruto Interno en el año 2004 a 46% en 2015 y hoy está en el 43%.