Precios: todos contra el termómetro

Pasadas las elecciones, muchos precios están subiendo y los funcionarios siguen sin ver que las causas están en las propias políticas aplicadas.

Precios: todos contra el termómetro
Precios: todos contra el termómetro

Desde el lunes, y con el resultado electoral ya puesto, se comenzaron a destrabar varias situaciones que mantenían los precios medianamente controlados hasta el 27 de octubre.
Antes de anunciar que extenderían el congelamiento de precios en 500 productos, el secretario de Comercio autorizó aumentos de muchos productos, como azúcar, harina, yerba mate y otros que forman parte de la canasta alimentaria.
 
Dicen que Guillermo Moreno está molesto con las principales empresas productoras de alimentos, bebidas, higiene y limpieza y que les advirtió que, en caso de seguir con aumentos, abrirá las importaciones para obligarlos a bajar.

Por otra parte, el 25 de noviembre vence el plazo de los "topes de precio" de los combustibles, un eufemismo creado para que algunas petroleras no aumenten más y permitiera a YPF acercarse con sus precios, mejorando su situación de caja.

Lo real es que a la ahora petrolera estatal todavía le queda margen para uno o dos aumentos más, pero habrá que ver cómo sigue el derrotero hacia adelante. Además, el tema es delicado porque Moreno quiere que todas esas empresas suscriban Baade, por lo que debería dar algo a cambio.

En el medio de esta situación aparecen los precios de los productos vegetales y frutas frescas, que, ya sea por problemas de estacionalidad o por accidentes climáticos, han visto reducida su oferta. Así hemos visto precios exorbitantes del tomate, los zapallitos, la berenjena y hasta la lechuga, y próximamente los veremos en las frutas de estación y en las papas.

Pero dentro de este proceso nos sorprende la carne, que en el último año ha tenido pocos aumentos debido a las políticas restrictivas del gobierno. Esto ha motivado que, por los bajos precios, muchos productores estén liquidando hacienda, especialmente muchas hembras que han ido a faena. Los especialistas del sector calculan que a fin de año habrá 1 millón de cabezas menos en el stock ganadero y eso rebotará con fuerte aumentos de precios el año próximo.

Ya sabemos lo que pasa con el precio de la harina por los faltantes de trigo, ya que este año se sembró una superficie menor ante las políticas regulatorias del gobierno. El problema es que el año próximo no pinta mejor. Se habían sembrado algunas hectáreas más, pero la sequía afectó a la zona norte del cinturón cerealero y la producción de este año no será mejor que la del año pasado.

Por otra parte, ya sabemos que en Mendoza aumentó la energía eléctrica un 7% a partir de noviembre, mientras que ya rige un aumento del 30% en las tarifas de taxis y remises. En los próximos días se sumarán nuevos aumentos en el reacomodamiento que, para colmo, coincide con la estacionalidad de las fiestas de fin de año.

No rompamos el termómetro

Los precios no son en sí mismo la inflación sino la manifestación palpable de un proceso enfermizo que tiene varias fuentes de alimentación. En primer lugar, la emisión monetaria del Banco Central para cubrir déficit del Tesoro.

Uno de los baluartes de la gestión de Néstor Kirchner había sido tener superávit fiscal, y esa tendencia se comenzó a perder previo a las elecciones de 2007, cuando el gasto se aceleró para contribuir a la primera victoria electoral de Cristina Fernández.

La segunda fuente de alimentación son los índices truchos del Indec. La gente sabe que no son reales y prefiere ver los índices que publican consultoras privadas. Pero tampoco tiene tanta certeza sobre la exactitud de estas mediciones y, dada la "sensación" que viven en la calle, los que pueden, aumentan "por las dudas" un poco más. Al hacer todos esto, el proceso se retroalimenta en forma constante.

Este es el efecto de la incertidumbre, que es uno de los más nocivos en la economía. No saber si trabajo con ganancia o pérdida es tan grave como no saber si lo que hoy es mío mañana dejará de serlo por alguna decisión del gobierno. Y en estos campos los argentinos somos expertos y todos tratan de cubrirse por las dudas.

Realmente, la alteración del sistema estadístico nacional tiene una gravedad que supera a la sola diferencia numérica. Así como en la "micro" nos dan índices que no son reales, como los de pobreza e indigencia que se publicaron esta semana, en la "macro" tampoco son reales los que miden el nivel de actividad o la marcha de la economía.

Hoy el problema parece estar centrado en los precios y no en las causas que los generan. Se quiere congelar precios o administrar aumentos cuando no se han eliminado los elementos generadores de inflación, que son resortes del gobierno. Es más fácil romper el termómetro que descubrir las causas de la infección.

Si las condiciones básicas que generan la inflación no se corrigen a tiempo, los precios seguirán escalando pero, como siempre, los pasos son cada vez más altos. Esta semana, el economista de la Universidad de San Andrés Gerardo Della Paolera advirtió que "cuando la inflación supera el 30% es difícil bajarla sin un ajuste".

En realidad, al no aplicar en 2011 la sintonía fina, que la misma presidenta anunció, está preparando el camino, si no actúan a tiempo, para terminar haciendo un ajuste ortodoxo, muy a su pesar.

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