La inflación se quedó corta y el clima, al restar volumen, empujará los precios, lo que naturalmente resultaba lógico. Pero pocos arriesgaban que en la recta final de 2016 el vino llegaría al público hasta 100% más caro que a comienzos de año, sobre todo en el segmento de $ 60 a $ 120 la botella.
Allí se concentra la mayor dinámica, con actualizaciones casi mensuales. De todos modos, ninguno se salva: por debajo, y también por encima de esa franja de valores, el eslabón comercial ya acumula ajustes del 50% o más en las góndolas.
"En los últimos meses ya es habitual recibir listas con el 15% según la bodega. Evidentemente no hay vino y con las últimas heladas en zona Este y Valle de Uco tenemos por delante seis meses difíciles hasta que se libere el vino nuevo", señaló Facundo López, de Casa López, una de las vinerías de más trayectoria.
Por obra y gracia de los saltos de precio se movieron un escalón las categorías. Un informe de la consultora CCR muestra que los segmentos “alto” (de $ 63,84 en 2015 hoy en casi $ 80) a “premium” ($ 102,57 a $ 127,13) no sólo ajustaron 24% interanual, sino que incorporaron la categoría “medio-alto” (de $ 52,17 a $ 66,92).
En líneas generales, el mercado tiende a concentrarse. Las luces están sobre la pelea en torno a los $ 115, pero otra consecuencia es la salida de circulación de algunas etiquetas y bodegas que dejaron de fraccionar al mercado interno.
Igualmente, los distribuidores confirman que ni siquiera los “entry-level”, más sensibles a la reposición, se mantuvieron al margen, con subas del 120%: los que se vendían desde $ 40 en enero hoy ya pisan los $ 90.
Según Paulo Casazza, de Gran Casa de Vinos, "bodegas que salieron a comprar a terceros aumentaron hasta 120% este año. Pero muchas se valieron de la falta de tintos para actualizar precios en general. Y puntualmente varias de las grandes no discriminaron".
Para la distribuidora, que empezó el año con un promedio de 5.000 cajas mensuales entre restaurantes, hoteles y pequeñas vinerías, la sucesión de factores más el cierre del aeropuerto (y la merma de turistas extranjeros) provocaron una merma de 50%.
En su local ubicado sobre el corredor de Arístides Villanueva desde hace más de 30 años, Eduardo Salvarredi indica subas del 40%.
“Tampoco se puede aumentar excesivamente. Hay clientes que han cambiado por vinos más accesibles, pero si se supera un límite, dejan de comprar”, consignó.
Los cambios en un año
Considerada inevitable, las bodegas justifican la curva ascendente. "Se han notado mucho las subas en el traslado, que no se refleja del todo en el precio de venta en góndola ni acompaña el precio de una comida en un restaurante. Con un costo de reposición altísimo, la perspectiva tampoco es muy auspiciosa si los números que se prevén terminan dándose", argumentó Mariano Di Paola, gerente de Rutini Wines, cuya punta de lanza, la línea Trumpeter, trepó de $ 130 a $ 200 pero traccionó 1 millón de cajas este año.
Para el público, los 2 x 1 o “el segundo al 50%” en vinerías se mantiene, siempre actualizados a los precios de hoy. Un ejemplo: la línea Los Árboles, de Navarro Correas un año atrás llegaba a la góndola con promos de dos botellas en alrededor de $ 120, que hoy es su precio por botella.
¿Cuál es el límite del riesgo? Para Roberto González, de Nieto Senetiner, no es fácil decirlo "con un litro de vino que cuesta más de un dólar. A partir de ahí lo difícil es manejar el límite del ajuste en el precio final; es la sintonía fina que cada compañía monitorea. A costa de rentabilidad, la bodega ya hizo de fuelle".
La bodega del grupo Molinos, que se hizo fuerte con dos adquisiciones este año (Ruca Malén y Viña Cobos), de a poco se acerca a los $ 100 como piso. Otro caso es la vastamente posicionada Santa Julia, de Zuccardi. La botella de $ 60 cierra el año cerca de los $ 100.
Estrategias hacia 2017
Sin contar con el daño de una Lobesia Botrana que le quita el sueño a los productores, las heladas ya anticipan poca uva en 2017. Al punto que las prematuras proyecciones de costos asustan.
Por ejemplo, un malbec por encima de los $ 30 el litro antes de fraccionarlo implicaría un kilo encima de los $ 18 lo que, de sólo pensarlo, pone los pelos de punta a más de uno.
Las firmas intentan acomodarse en un mar revuelto pero ostentan uno de los 10 mandamientos de la vitivinicultura: “Mercado que se pierde no se recupera”.
Compras anticipadas y por pallets son casi una condición, sin contar la prioridad del pago contado para sostener ventas. Algunas vinerías como Casa López ya en setiembre se aseguraron la cuota de espumantes para las Fiestas de Fin de Año, pero reconocen que es cada vez más difícil el acceso a beneficios.
“Pagando a 30 días se mantienen bonificaciones”, reconoció López, a la espera de otro 7% en diciembre. Casazza observa trato diferencial frente a retailers nuevos y, ante la falta de stocks, la imposición de un mix de productos.
Bodegas le dan la espalda al mercado
El cóctel de suba de costos - volúmenes escasos, detonó para algunos de manera irreparable. Si bien hay muchos más en proceso, al menos dos casos muestran que elegir es a veces un camino sin retorno, con distintos destinos.
Con una vitivinicultura que no gana para sustos en el mercado interno y fluctúa entre sobrestocks y faltantes, Domiciano de Barrancas, una bodega de capitales brasileños, modifica su estrategia. Eligió prescindir de su cuota en el mercado interno para centrarse en exportar a Estados Unidos y Brasil.
Desde el Valle de Uco, la bodega Giaquinta prioriza conservar el capital y achicar costos. Vende en botella a otras provincias y su estandarte en Mendoza es la damajuana, pero la seducción de vender a trasladistas es fuerte.
“Estamos trabajando a pérdida, porque a pesar de los últimos aumentos que aplicamos no se logra equilibrar al precio que se pagó por el vino. Se quemaron stocks, por así decirlo”, señala su propietario, Emilio Giaquinta, que ajustó su lista un 20% esta semana luego de 5 meses sin cambios.
Aún así advierte que "no queremos discontinuar, pero todo depende de la materia prima. Produciremos en la medida que cosechemos".
Para algunas bodegas con más espalda y una gama de marcas establecidas, la opción parece menos compleja.
Grandes establecimientos como La Rural tampoco son la excepción. Con una estrategia selectiva para el mercado argentino, la bodega de Maipú optó por dejar en el camino al Pequeña Vasija. “Es una posibilidad para una bodega con marcas fuertes en momentos como éste. Pero la industria debe rever eso de hacer sólo vinos caros y re enfocarse en el vino de los asados también”, reflexiona Di Paola.
Entre los puntos de venta, López aporta su mirada al analizar que “con los precios actuales de terceros, varias bodegas prefieren priorizar clientes más que etiquetas”.
Damajuanas: menos marcas
Para el rubro que supo ser de más ventas en el mercado local, el año ya empezó con jugadores que salieron del circuito. Un ejemplo fue el de Benedetti, en febrero, y más recientemente, Masiero se sumó a la lista. En la última semana de noviembre hizo lo propio la bodega Romero Gei.
Siguen en carrera quienes, con algo más de espalda y otras condiciones, al parecer apuestan a mantenerse a flote a la espera de una recuperación más allá de 2017.
Entre ellas están La Íride, que logró rápido ascenso en los últimos años, y subió sus precios más del 60% ($ 165).
También hay estrategias. Otra lujanina, Mastroeni, se sostiene en viñedos propios, y además reforzó su sistema de distribución comercial para asegurarse una atención más cercana.