Al sur de la avenida del Trabajo y frente al Parque Benegas, fija emplazamiento el barrio Praderas del Trapiche, cuyo nombre remite a un legendario molino del siglo XVIII y a propiedades rurales que existían en esos terrenos.
En las cercanías, hacia una lado se encuentran el puente Baigorria, la iglesia de la Carrodilla y El Calvario. Al oeste la Panamericana, y enfrente, cruzando la avenida del Trabajo, el bien terminado y atractivo parque.
Se trata de 75 casas, distribuidas en 5 manzanas, con unos 450 habitantes, que llegaron de diferentes zonas del Gran Mendoza y constituyen una variada franja etárea. La distribución de oficios y empleos, es la clásica: empleados públicos, profesionales y no pocos jubilados.
Esta fue una de las barriadas que cayó en maraña y el engaño que provocó el accionar de la cooperativa Gualcamayo, cuyos ecos todavía resuenan porque vacios vecinos aún no pueden escriturar sus viviendas, situación que está en una causa en la Justicia Federal.
Los comienzos datan a los años '92 y '93, en que se instalan los primeros moradores y empiezan a surgir las iniciales y graves fallas de construcción, además de los encontronazos con una entidad que fue sinónimo de dudosos negocios inmobiliarios. Las cuotas empezaron a elevarse y cuando los adjudicatarios se dieron cuenta y reaccionaron, porque les era imposible seguir pagando, entonces estalló la guerra.
"Durante casi una década vivimos con el corazón en la boca, juntando intimaciones y soportando amenazas de desalojos", contaron Juan José Robledo (57) y Oscar Raúl Quijano (68). Por otra parte, había que arreglar muchas unidades habitacionales por vicios de construcción y el empleo de materiales de baja calidad.
Un síntoma de lo difícil que fueron las cosas en esos tiempos aciagos, lo marca el hecho de que al presente, varias casas están aun sin escriturar.
Durante el fin de semana pasado, los vecinos recibieron visita del interventor de la cooperativa, Gabriel Márquez, quien los anotició de las últimas novedades sobre la última etapa de cesión de títulos dominiales. Los vecinos recuerdan bien a este directivo, lo mismo que al vocero de los damnificados, Fabián Jofré.
Si para el común de los habitantes, los años precedentes fueron de mucho batallar, excepto para los que llegaron después como inquilinos, los primeros tramos de residencia fueron muy dolorosos para la familia compuesta por Victoria Reneé González, su esposo Francisco
Alfredo Ibarra, y los 6 hijos varones de la pareja. Se atrasaron en el pago de cuotas inmobiliarias y fueron desalojados, no obstante tener en su seno un paciente con cáncer (leucemia), mal que atacó a Mauro Alfredo, de apenas 9 años. Pese a sufrir tan penosa enfermedad, el chico fue inspirador de muchas conductas y de una convicción que emocionó a allegados, los médicos y enfermeras que lo atendían en el
Hospital Pediátrico Humberto Notti: cuando sintió que se avecinaba el fin, pidió que ese momento llegara su casa. "Hemos sufrido mucho...pero el ejemplo de entereza que transmitió Mauro nos permitió soportar la peor desgracia que pueden tener los padres", señaló su madre Victoria.
Su ilusión es que si se llega a construir una plaza, que dispone de un terreno, ese espacio lleve el nombre del pequeño integrante de la familia, que se completa con sus hermanos de 16, 19, 26, 32 y 33 años.
Del litoral
Otros moradores del conglomerado en descripción son los esposos Sergio Bellino (54, ingeniero agrónomo) y Elena Piris (54, microemprendedora), ambos de Concordia (Entre Ríos). Se instalaron entre 1992 y 1993, y fue el azar que los llevó al Praderas, ya que una de las constructoras que se hizo cargo de levantar las casas, les ofreció 3 lugares para residir: Guaymallén, Las Heras y Godoy Cruz, decidiéndose por este último punto.
"Cuando nos instalamos, no existían muchos hitos de la actualidad, como el complejo Palmares ni las rotondas. La avenida del Trabajo era de tierra; el parque Benegas no tenía ningún desarrollo, y la vieja estación de trenes era postal de abandono y decrepitud", relató Elena, quien se dedica a la elaboración de cajas de distinto diseño (packaging).
Una colega periodista que eligió residir en el Praderas fue Mónica López. Alguna vez integró la redacción de este matutino. "El barrio -describió- conserva aspectos tradicionales, como ver a los chicos jugando en la calle al fútbol, andando en bici o en patín. Algo que hoy es un privilegio comparado con otras zonas. Cuando se comenzó a construir no funcionaba aún Palmares, eran todas casa quintas sobre Panamericana. El actual parque Benegas era una zona de okupas, y en los viejos galpones ferroviarios se hacían fiestas nómades".
La vecindad tuvo momentos molestos cuando se puso en marcha el Parque Benegas porque en las noches se juntaban jóvenes y ponían música a todo volumen o hacían picadas en el barrio. "Fueron 2 años que padecimos, llamando a la policía todas las noches porque no podíamos descansar. Muchas veces la música paraba a las 6. Hasta que logramos que la comuna de Godoy Cruz cancelara el estacionamiento sobre la avenida del Trabajo y volvimos a descansar en calma como antes", acotó la redactora.
La población infantil se educa en las escuelas Juan de Coria Bohorquez y Reyes Católicos (en el B° Fuchs) y los jóvenes en el colegio María Elena Champeau, entre otros establecimientos de las inmediaciones.
Entre las aspiraciones figuran la pronta construcción de un espacio verde y, por supuesto, terminar con las escrituras. Asimismo, no pocos residentes plantean la necesidad de formar una unión vecinal, como trampolín para propender a la unión general y trabajar en acciones solidarias, recreativas y culturales.
Una curiosidad del conglomerado es que no posee negocios dentro de su interior, aspecto que aceptan unos residentes y que molesta a otros, que sostienen que deben desplazarse hasta comercios de las inmediaciones para los abastecimientos menores.
Gualcamayo, nombre que todavía causa ira
El nombre Gualcamayo es sinónimo de desgracia para la mayoría de los habitantes del conjunto habitacional. Así se llamaba la cooperativa que fue autora de una maquiavélica maniobra que afectó a más de 2 mil familias mendocinas, sanjuaninas y cordobesas.
El caso mendocino envolvió a 400 familias de los núcleos habitacionales Portal de Cuyo de Maipú, Praderas de Trapiche de Godoy Cruz y Casas de Villanueva, de Guaymallén. Familias que adquirieron terrenos y acordaron con Gualcamayo la construcción de sus hogares, siendo estafadas burdamente. Cada titular firmó papeles y recibos que con el tiempo les amargaron la vida.
La cooperativa, tras sus primeros pasos, desapareció y con la documentación firmada cedió derechos a la constructora que estaba levantando los citados barrios. De ahí en más arranca una pesadilla para los adjudicatarios al encontrarse los mismos ante una multiplicidad de ventas de cada vivienda, por caso de hasta 3 veces. Hubo de todo, miles de expedientes, juicios y un mar de fondo turbio agitado por la de corrupción.
La ex legisladora justicialista Mireya Díaz fue la precursora de un proceso que se desarrolló en el transcurso de los últimos 8 años, en los cuales desde la Legislatura de Mendoza se aprobaron 7 leyes que fueron dando protección a los vecinos, frente a inminentes desalojos, expulsiones o forzamientos formalizados por la entidad en cuestión.