“A los paraguas muchachos, a los paraguas”, pregonaba el vendedor en la avenida Lencinas y frente a la persistente lluvia que se descargó en la tarde de ayer.
Lluvia que no amedrentó para nada a los simpatizantes de Gimnasia e Independiente (estos últimos en el Gargantini) que colmaron el estadio “Víctor Legrotaglie”.
Tarde futbolera en el Parque General San Martín, como en los viejos tiempos y con el clásico más viejo de la historia del fútbol mendocino y que en el mes de julio cumplirá 102 años desde la primera vez que se vieron las caras.
Un clásico que está más vivo que nunca.
Más allá del blanco y negro imponente en las tribunas (sólo se jugó con público local), el color invadió el estadio Mensana; paraguas de colores, pilotos, gorritas y cupuchas, diarios mojados y todo lo que fuese útil para refugiarse del agua que cayó antes, durante y después de los 90 minutos de juego.
Pero la lluvia, tan ajena a nuestro clima e idiosincrasia, no fue un impedimento para disfrutar de un clásico futbolero sin grandes emociones, pero vibrante.
Lo curioso, es que allá arriba, en la platea, el Lobo le hizo honor a su historia distinguida y pituca: fue un bosque de paraguas,
Mientras que allá abajo, en una cancha muy embarrada y difícil, los Azules le hicieron honor a su historia y garra.