Es evidente que en ese contexto y con ese pasado plantearse una política internacional de apertura al mundo sin complejos ni prejuicios ideológicos produce un gran impacto rápidamente. Es por ello que las relaciones internacionales están en el primer plano de la política del país. No se trata de una improvisación, de uno de los típicos “arranques” que suelen ser habituales en nuestros gobiernos, sino de un proceso elaborado con participación de especialistas respaldados por una clara voluntad política.
En esta columna nos hemos referido a este tema, en especial en ocasión de la concurrencia del presidente al Foro Internacional de Davos. En aquella ocasión, la ministra de Relaciones Exteriores, Susana Malcorra, había dicho que “la mayor expectativa es la idea de una Argentina abierta, previsible y seria tratando de marcar posiciones sin ningún tipo de segunda intención”. En ese marco, y referido al encuentro del Presidente con el primer ministro británico, había expresado que “sólo podremos resolver el tema Malvinas si tenemos agendas en común con el Reino Unido”.
La muy buena impresión dejada en Davos por la delegación argentina sigue dando frutos.
En las últimas semanas, la agenda de política exterior se ha acelerado. Hace unos días visitó el país el primer ministro de Italia, Matteo Renzi. Las relaciones con aquel país habían pasado por un largo período de frialdad a pesar de los profundos vínculos humanos y culturales que nos unen. La visita de Renzi estuvo destinada a comenzar a descongelar las relaciones de todo tipo con Italia, en especial a lo referido a la cantidad de proyectos de inversión.
Sin duda que el reciente acuerdo con los miles de bonistas italianos ha contribuido a crear una situación más favorable para ello. En un brindis, el Presidente dijo que “esa corriente de afectos que une a ambos países la usemos para tener una relación siglo XXI, para que haya mejores oportunidades para todos”. A su vez el primer ministro anunció que volvería en junio acompañado por una delegación de 300 empresarios interesados en invertir en distintas actividades en nuestro país.
Luego llegó el presidente de Francia, François Hollande, en visita oficial, acompañado de funcionarios y 50 empresarios de primera fila. Se firmaron más de 20 acuerdos sobre asuntos económicos, de inversiones y ciencia. Las inversiones francesas antes de 2001 alcanzaban U$S 5.000 millones, ahora reducidas a poco más de la mitad.
De las importantes empresas de ese país radicadas en la Argentina, en Mendoza hay dos emblemáticas: Chandon, en vitivinicultura, y Danone, en agua mineral. Un interés muy especial tuvo la visita por la decisión del gobierno nacional de acelerar la firma del tratado de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea, demorado largamente por la actitud del gobierno anterior. Este acuerdo reviste especial interés para nuestra economía regional.
Completando esta nueva y casi irreconocible agenda en las antípodas de las pautas y el relato aislacionista del gobierno anterior, la Argentina recibirá en marzo la visita del presidente norteamericano, Barack Obama, quien vendrá a nuestro país luego de su viaje a Cuba.
La decisión tomada por el primer mandatario del país del Norte es claramente estratégica y tiene como objetivo demostrar el apoyo a la nueva política exterior argentina que, aparte de delinear una actitud valiente frente a las desmesuras del autoritarismo venezolano, está profundamente interesada en abrir todas las puertas posibles de la Argentina al mundo.
Por último, no está de más recordar que este cambio total en la política exterior se da en un contexto de crisis en América del Sur, una gran oportunidad para recuperar el protagonismo perdido.