En primer lugar, deseo aclarar que no me desdigo de las opiniones vertidas en artículos anteriores sobre la personalidad del hoy electo presidente de la todavía primera potencia mundial, aunque son muchos los que consideran que se trata de un imperio en decadencia.
Una muestra más de la decadencia que carcome sus cimientos se dio con el resultado de las elecciones presidenciales. En primer lugar existe un profundo malestar, hartazgo es la palabra más adecuada, con la clase política, y Hillary es la expresión más acabada del establishment político. Este malestar atraviesa todos los estratos de la ciudadanía: negros, blancos, hispanos y la vasta clase media.
Además, los sectores más inclinados a votar por Clinton, tales como hispanos y afroamericanos, son los más remisos a ir a votar (allá el voto no es obligatorio).
En el caso de haber sido electa, Hillary habría sido la primera mujer en ocupar la presidencia, pero los norteamericanos son más “machistas” que los latinos y, aunque no lo digan, se oponen a que el país sea gobernado por una mujer.
Hay otra razón de peso en la actualidad que refuerza el antifeminismo presidencial. El pueblo en general tiene miedo a los yihadistas islámicos, cuya expresión más criminal y feroz está representada por Estado Islámico, que ataca sin piedad en cualquier lugar. Además recordemos que es una ciudadanía que asistió al horror del 11S, protagonizado por pilotos suicidas de Al Qaeda, grupo terrorista del cual provienen los sanguinarios del EI. Y el miedo obnubila y no es el mejor consejero. En general se sienten más seguros si el Estado es conducido por un hombre. Además, puede decirse con certeza que el mundo está en guerra y, por si faltaba algo para consolidar el ambiente pre-bélico mundial, otro expansionista, por su ambición de reconstituir el ex imperio soviético y sucesor de Stalin por sus métodos, Vladimir Putin, ha amenazado a la OTAN con un ataque nuclear, lo que lo parangona con otro demente, el presidente de Corea del Norte que también ha lanzado semejante amenaza a sus hermanos de la parte Sur de la península y a los Estados Unidos.
En lo económico, la primera potencia es el país más endeudado del mundo, siendo su más importante acreedor China, potencia emergente que constituye su principal rival. Buena parte de esa deuda proviene del salvataje que hizo el gobierno al sistema financiero privado de los más importantes bancos, en la debacle económica de los años 2007 y 2008, como consecuencia de aventurados negocios inmobiliarios.
Esto redundó en pesados impuestos que caen sobre los hombros de la clase media y de los trabajadores en general. Sobre estos últimos también recae otro grave flagelo: el desempleo, causado en parte por la sofisticada tecnología de la era tecnotrónica, que devora implacablemente puestos de trabajo. De allí que no ven con malos ojos a un candidato presidencial que promete construir un largo y ancho muro en la frontera con México para impedir el ingreso de inmigrantes clandestinos. No sólo de México sino de otros países de habla hispana, a quienes ven como competidores para ocupar los puestos de trabajo. No reparan en la cantidad de empleos que pierde el país porque las grandes empresas se radican en Asia Oriental, donde hay abundante mano de obra capacitada, que percibe muy bajos salarios, sin huelgas y sin leyes sociales.
Al darle el voto a Trump, se han equivocado de medio a medio, pues este es un multimillonario dedicado fundamentalmente a los negocios inmobiliarios, principal causante de la crisis de los años 2007-2008 que provocó que el gobierno salvara a las entidades financieras, para lo que incrementó desmesuradamente las exacciones fiscales.
Y bien, creyendo sufragar por alguien fuera del establishment político resulta que apoyaron a un acérrimo defensor de la plutocracia, incapaz y soberbio, que además carece de la mesura necesaria para ocupar tan alto cargo en la riesgosa coyuntura por la que atraviesa el mundo, y que puede conducir a su país y al orbe a la tan temida Tercera Guerra Mundial.
