Nuestro planeta está experimentando grandes cambios y ellos son muy importantes en cuanto a sus efectos. Se habla frecuentemente de extinción de especies animales básicamente por depredación, al mismo tiempo que el principal predador, que es el hombre, continúa creciendo en cantidad.
De ese modo al precisar más comida, más espacio y más aire para su propia vida va alterando por necesidad el equilibrio ecológico que existe desde millones de años en procesos de reacomodamiento.
El gran dilema es pensar qué pasaría en un cuadro de disminución acentuada del reino animal propiamente dicho y que gran parte de los bosques actuales continuara con la misma tendencia mientras la población humana siguiera creciendo al ritmo actual. La pregunta sería de qué manera podría continuar la vida humana y bajo qué condiciones.
Esta hipótesis sería pesimista si pensáramos el mundo futuro con la cultura de hoy asumiendo que las condiciones de vida en este planeta no son iguales para todos desde el momento en que hay pobres y ricos, situaciones constatables en la práctica desde que el mundo es mundo, con el único atenuante que la inteligencia humana reaccione antes y genere situaciones limitativas del mundo potencial y conservacionistas del mundo real.
Pero lo que alarma de la población total de la tierra es que el crecimiento exponencial se registra en los últimos tiempos: veamos un poco más. Llegar a los primeros mil millones de habitantes llevó desde su existencia hasta el fin del siglo XVIII.
Luego en el siglo XIX aumentó en un 70 % y en el siguiente en sólo 12 años (1987 a 1999) creció más de 1.000 millones y continúa creciendo aunque al inicio del XXI ya no a un ritmo tan frenético. Esto es considerado hoy como una causa importante de los bruscos cambios climáticos, ecológicos y comportamentales que sufre el mundo.
Deteniéndonos más en el proceso de crecimiento de la población mundial vale la pena comparar los últimos 300 años que son los que han experimentado cambios significativos de cantidad.
Por ejemplo en los primeros 150 años o sea de 1700 hasta 1850 el aumento había sido de unos 600 millones con lo cual se duplicaba la población existente al inicio del período, en los próximos 100 años volvió a duplicarse para llegar a 2.500 millones en todo el globo pero la gran explosión demográfica mundial fue registrada en los últimos 50 años en los que pasó de 2.500 millones en 1950 a 6.000 millones en el año 2000, o sea casi una y media veces más.
Por suerte para el planeta esta tendencia tiende a decrecer pero como cualquier porcentaje pequeño sobre algo grande es grande, un pequeño menor crecimiento de todos modos sería problemático, mismo así se calcula que la población total a fin de 2011 es de siete mil millones.
El fenómeno explicado tiene también otras complicaciones tales como la desigual distribución demográfica, basta decir que el hemisferio Norte es el más poblado; allí vive el 90% de la población mundial con el 75% del territorio mayoritariamente en las zonas tropicales y templadas mientras que en el Sur sólo vive el 10% disfrutando del 25% del territorio.
Podríamos preguntarnos ¿cuánto margen tenemos todavía para aumentar nuestro número en este mundo? Tal vez la respuesta sería: depende de la manera que encaremos la actividad mundial de aquí en más, si es de una forma que limita el crecimiento tecnológico tendremos más chance de crecer poblacionalmente en un mundo más limpio pero si continuamos con esa tendencia y todo lo que ello significa en cuanto a polución ambiental tendremos limitaciones serias para seguir la vida en un mundo más poblado.
Los avances de la medicina en materia de descubrimiento y origen de enfermedades y sus vacunas que han prolongado la vida humana son causas importantes del aumento de la población mundial así como el desarrollo de técnicas agrícolas y biogenéticas han permitido aumentar la producción de alimentos junto con una gran mejora de la fertilización de tierras mediante nuevos fosfatos y componentes nitrogenados.
La llamada revolución verde iniciada en la década de los 40 del siglo pasado en México con el apoyo del profesor Norman Borlaug y su equipo de científicos de la universidad de Texas, que recibió el premio Nobel de la Paz en 1970, ha contribuido y en mucho a este acelerado crecimiento de la población basada en técnicas modernas de explotación, concretadas en base a la selección genética y con uso intensivo del agua, de fertilizantes, pesticidas y herbicidas.
Esto ha permitido también cortar el avance sobre los bosques que, de seguir la explotación tradicional, estarían ya desapareciendo a una velocidad mayor. La mejor productividad ha hecho aumentar la producción por hectárea y en más de un caso duplicando la producción anual de granos como el trigo en algunos países superpoblados como la India y Pakistán. En México la producción por hectárea pasó, en veinte años de explotación bajo las nuevas técnicas, de 750 Kg por hectárea a 3.200. Hoy estos métodos se aplican en todo el mundo.
Muchos de estos progresos se deben también a la biotecnología que ha ayudado a los países en desarrollo a obtener resultados que con los métodos convencionales hubieran sido imposibles de lograr en materia de producción rápida y eficiente de alimentos, dando solución parcial a un problema que seguirá existiendo mientras continúe el crecimiento poblacional global. Se calcula que para 2020 habrá que aumentar la producción en un billón de toneladas y esto sólo podrá hacerse con el apoyo de la ciencia y nuevas tecnologías.
Hoy día persisten aún las dudas sobre cómo se comportarán las variables crecimiento y alimentos en el futuro. Existen todavía quienes dicen que llegará un momento en el que no alcanzarán los alimentos para la creciente población y otros que afirman que el problema no es el crecimiento sino la desigual distribución de los recursos y de la capacidad de recarga de la biosfera.
Sea cual fuere la explicación, la planificación racional de la familia es esencial para mantener la esperanza de una vida sustentable.
¿Es posible mitigar el riesgo ambiental?
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