Independientemente del resultado electoral de hoy, la dirigencia política argentina debería dar una clara señal de madurez deponiendo posturas antagónicas para abrir paso a un proceso de transición ordenada hacia el recambio institucional del 10 de diciembre, sea cual fuere el presidente electo en esta oportunidad.
Del mismo modo, si en las elecciones de hoy no hubiera definición y resultara necesaria una segunda vuelta, también es prioritaria la búsqueda de un entendimiento entre las partes en competencia para que la fuerte crisis económica y cambiaria no avance hacia un conflicto de mayores proporciones.
El cierre bursátil del viernes hizo temer por un sacudón de proporciones a partir de mañana, lo que no sería para nada favorable al país.
La campaña electoral que finalizó el jueves se caracterizó por una fuerte tirantez entre los integrantes de las dos fórmulas que polarizaron el camino hacia estas presidenciales. Dicha situación potenció el nivel de incertidumbre sobre el rumbo económico de la Argentina que se presentó a raíz del resultado de las primarias abiertas del 11 de agosto, dando paso, a raíz de ello, a una fuerte inestabilidad cambiaria que, aunque controlada en su momento, no pudo disimular la endeble realidad de la economía en el tramo final hacia las urnas.
Dar vuelta la página una vez conocidos los resultados de hoy en todo el país constituiría una señal de madurez política e institucional que mucho se les agradecerá a los protagonistas de la crucial elección de esta jornada.
No debe interesar quién gane o si habrá una nueva instancia de votación en noviembre. La delicadísima situación cambiaria, que día a día pone en serio riesgo las reservas del país, es motivo más que suficiente para que se concrete el acercamiento entre los líderes de cada sector o bien sus responsables en la temática económica y financiera. Se trata de un paso prioritario. El país debe dar una muestra de sensibilidad y responsabilidad a través de sus dirigentes, capaces de anteponer el interés general sobre cualquier apetencia sectorial o partidaria.
Hay que agregar, por otra parte, el complejo contexto internacional cercano. La crisis social desatada en Chile en cuestión de días no contribuye en la búsqueda de ánimos templados para superar la instancia electoral y avanzar en una transición acorde con un país que quiere reposicionarse entre los de mayor credibilidad institucional.
Bien advierten especialistas internacionales y medios periodísticos influyentes en política económica que el derrotero presidencial de los últimos años en la Argentina condujo, inevitablemente, a la consolidación de una suerte de economía fallida que aparece siempre más debilitada en general con la conclusión de cada uno de los mandatos constitucionales que se suceden a través de los años. Se alude, con un grado importante de certeza, que nos caracteriza como país un largo historial de fracasos económicos comunes tanto a gobiernos democráticos de diferentes tendencias como, también, a las distintas dictaduras que frecuentaron el poder durante el siglo pasado.
Además, en línea con el artículo editorial de nuestra edición de ayer, es vital que un entendimiento político entre quienes lideran desde lo más alto del poder (léase los dos más importantes contendientes de las presidenciales de hoy) se traslade en la misma sintonía al ámbito legislativo, donde el conflictivo momento que vive la Argentina deberá ser abordado sin pasiones y con la seriedad que el momento impone. No hay que descartar que el Congreso de la Nación deba ser convocado en breve para discutir y convalidar medidas que resulten fruto del consenso y que nos ayuden a poner ímpetu en aquello que nos una y dé soluciones en vez de conducirnos al abismo.