Pese a las graves diferencias que sostuvieron el gobernador saliente y el entrante acerca de la cuestión de las cuentas públicas, el acto de traspaso de mando realizado ayer en Mendoza fue de una sobriedad institucional altamente ejemplarizadora. Ambos funcionarios dejaron de lado sus divergencias cuando el protocolo les indicó que deberían poner a Mendoza por encima de ellos mismos. Y así lo hicieron. Algo que en un país normal debería ser una rutina más en estos momentos debe ser remarcado positivamente ante el burdo escandalete que se ha producido en el traslado de mando presidencial que tendrá lugar en el día de hoy. La decisión de la presidenta que se fue de poner todos los obstáculos posibles para no entregarle los atributos del mando al presidente que llega, termina en una complicación judicial y en una serie de estrambóticas menudencias que nos avergüenzan frente al mundo que mira con estupor tan colosales desmesuras, donde claramente las instituciones de la República han sido vulneradas por algún ego elevado a su infinita magnitud.
Sin embargo, si todo esto se analiza desde la proyección histórica estamos hablando apenas de menudencias frente a la magnitud de los cambios que estamos presenciando. Un cambio decidido por el voto popular que ha apostado, tanto en la Provincia como en la Nación, por más república y mejor democracia, por el fin de todo autoritarismo y de todo personalismo en pos de la reconstrucción institucional. Esas son las propuestas donde la mayoría de la población ha puesto sus mejores deseos y es de esperar que los nuevos gobernantes pongan lo mejor de sí para dejar de lado todos estos años de desencuentros, donde sus mejores logros fueron casi siempre superados por los caprichos gubernamentales, de los cuales el escandalete del protocolo es apenas una expresión más, la última.
La Argentina debe apostar a una relación madura con el mundo en vez de los ideologismos y las burdas alineaciones a los que ellos nos condujeron. Mientras que lo mismo debe hacer la Provincia con la Nación, recuperando una relación también madura frente a años donde la subordinación a los proyectos centralistas no nos produjo la menor ventaja ya que nos dejaron abandonados a nuestra propia suerte al descubrir que no éramos capaces de defender nuestros intereses locales. Porque de eso se trata desde ahora. De que las relaciones internacionales de la Argentina beneficien los intereses nacionales y de que las relaciones nacionales de Mendoza beneficien los intereses provinciales. Así de simple y sencillo, pero que en los hechos es exactamente lo contrario a lo que venimos viviendo en los años que terminan.
Es desde esta perspectiva que les deseamos la mayor suerte a los nuevos gobernantes, que deben ser acompañados por todos los argentinos en la misión de ponernos manos a la obra, porque la patria sólo se salvará con el concurso de todos.