Cuando el mundo mira hacia Estados Unidos ve una tierra de excepciones: una democracia de eficacia probada, aunque ruidosa, y un defensor de la política exterior.
Sin embargo, hay una peculiaridad que desconcierta: ¿Por qué suceden tantos tiroteos masivos, como el recientemente ocurrido en una iglesia cercana a San Antonio, Texas, donde fueron masacradas 26 personas?
Quizá, especulan algunos, se debe a que la sociedad estadounidense es extraordinariamente violenta. O sus divisiones raciales han desgastado los lazos de la sociedad. O sus ciudadanos carecen de la atención mental adecuada.
Estas explicaciones tienen una cosa en común: aunque parecieran sensatas, todas han sido desmentidas por las investigaciones de los tiroteos que se han efectuado en otras partes del mundo. En cambio, un grupo de investigadores llega, una y otra vez, a la misma conclusión.
La única variable que puede explicar el alto índice de tiroteos de masas en Estados Unidos es la cantidad estratosférica de armas.
Los estadounidenses constituyen alrededor del 4,4% de la población mundial pero tienen en su propiedad el 42% de las armas del mundo. De 1966 a 2012, un 31% de los tiradores que dispararon contra las masas en todo el mundo fueron estadounidenses, según un estudio de 2015 de Adam Lankford, catedrático de la Universidad de Alabama.
Con ajustes por población, solo Yemen (Asia) tiene una tasa más elevada de tiroteos masivos entre los países con más de 10 millones de habitantes; una distinción en la que Lankford exhortó a evitar anomalías. Yemen tiene el segundo índice más elevado del mundo de propiedad de armas después de EEUU.
En todo el mundo, según descubrió Lankford, el índice de propiedad de armas de un país se correlaciona con las probabilidades de que suceda una balacera masiva.
Si la salud mental hiciera la diferencia, entonces los datos demostrarían que los estadounidenses tienen más problemas de salud mental que la gente en los países donde hay menos tiroteos masivos.
No obstante, la tasa de gasto en servicios de salud mental en EEUU, la cantidad de profesionales que proveen servicios de salud mental por habitante, así como el índice de trastornos mentales serios concuerdan con los de otros países ricos. Un estudio de 2015 calculó que solo 4% de las muertes provocadas por armas de fuego en EEUU se podían atribuir a problemas de salud mental.
Además, Lankford comentó que los países con elevados índices de homicidio tendían a tener bajos índices de tiroteos masivos; lo opuesto de lo que uno habría esperado si los problemas de salud mental estuvieran correlacionados con los ataques masivos. El hecho de que la población juegue menos o más videojuegos tampoco parece tener ningún impacto.
La diversidad racial u otros factores relacionados con la cohesión social tienen poca relación con las muertes ocasionadas por armas de fuego. Entre los países europeos, hay poca asociación entre la migración u otras métricas de diversidad y los índices de homicidios con armas de fuego o los tiroteos masivos.
El índice de homicidios por arma de fuego en EEUU era de 33 por cada millón de personas en 2009, lo cual excede por mucho el promedio de las naciones desarrolladas. En Canadá y el Reino Unido, era de cinco y 0,7 por cada millón de personas, respectivamente, lo cual también se correlaciona con las diferencias en la propiedad de armas de fuego.
Algunas veces, los estadounidenses ven esto como una expresión de problemas más profundos con la delincuencia, una idea arraigada, en parte, debido a una serie de películas que retratan la violencia de las pandillas urbanas a principios de los ’90.
Sin embargo, EEUU en realidad no es más propenso a la delincuencia que otros países desarrollados, según un estudio histórico que llevaron a cabo en 1999, los investigadores Franklin E. Zimring y Gordon Hawkins de la Universidad de California, en Berkeley.
En cambio, descubrieron, en datos que desde entonces se han confirmado repetidamente, que la delincuencia en el país del Norte es sencillamente más mortífera. Un neoyorquino tiene la misma probabilidad de sufrir un asalto que un londinense, por ejemplo, pero el neoyorquino tiene 54 veces más probabilidades de perder la vida en el proceso.
Poseer más armas se relaciona con más homicidios con armas de fuego.
La legislación del control de armas tiende a reducir los homicidios por armas de fuego, según un análisis reciente de 130 estudios en 10 países. Esto sugiere que las armas por sí mismas ocasionan la violencia.
Los escépticos del control de armas algunas veces señalan un estudio de 2016. De 2000 a 2014, el estudio encontró que el índice de mortalidad por tiroteos de masas en EEUU de 1,5 por cada millón de personas. En Suiza de 1,7 y de 3,4 en Finlandia. Sin embargo, la misma investigación descubrió que en EEUU hubo 133 tiroteos masivos.
Al igual que con la delincuencia, el riesgo subyacente es imposible de eliminar por completo. Cualquier persona puede caer o dejarse seducir por una ideología violenta.
En este mismo período, EEUU experimentó cinco de sus ataques masivos más mortíferos, que mataron a 78 personas. Escalados por su población, los ataques estadounidenses fueron 12 veces más mortíferos.
En 2013, las muertes relacionadas con armas de fuego en EEUU incluyeron 21.175 suicidios, 11.208 homicidios y 505 muertes ocasionadas por un disparo accidental. Ese mismo año en Japón, un país que tiene una tercera parte de la población estadounidense, las armas de fuego solo ocasionaron 13 decesos.
Esto quiere decir que un estadounidense tiene 300 veces más probabilidades de morir a consecuencia de un arma de fuego que un japonés. La tasa de propiedad de armas en EEUU es 150 veces más alta que la de Japón.